A más de un siglo de la muerte del pintor post impresionista Vincent Van Gogh, su obra desanda el mundo gracias a una novedosa tecnología. Se trata de una muestra itinerante que lleva por nombre “Imagine Van Gogh”, donde los asistentes tienen la oportunidad única de sumergirse en vigorosas pinceladas y embriagarse con una intensa paleta de colores.
La mega exposición reproduce 200 obras del genio neerlandés a través de la proyección de tres mil imágenes sobre el piso, columnas y lienzos de ocho metros de altura que cubren las paredes. Por espacio de media hora podemos asistir a una inmersión en el universo vangoghiano matizado por fragmentos de música clásica.
La exhibición se centra en los dos últimos años de vida de Van Gogh cuando, en 1888, se mudó a Arles, en la región de la Provenza, en el sur de Francia. Es esa etapa, quizás, su periodo creativo y productivo más conocido. También fue el tiempo de varios episodios psicóticos que lo llevaron, en 1890, a dispararse y morir después de dos días de agonía. Tenía 37 años.
Entre las reproducciones que conforman “Imagine Van Gogh” resaltan varios autorretratos, dibujos, bocetos y los cuadros “Campo de trigo con cipreses”, “Lirios”, “La noche estrellada”, “Los Olivos”, “El dormitorio de Arlés”, “Almendro en Flor” y “El sembrador”. Los originales de esas pinturas se encuentran repartidos entre el Museo Van Gogh, en Ámsterdam; el MoMa y el Met de Nueva York; el Museo de Orsay de París y la Galería Nacional de Arte de Londres.
Pero esta es más que una muestra sobre la obra de Vicent Van Gogh. Es una puesta en escena, un guion poético y musicalizado de parte de su vida a través de la reproducción a gran escala de sus pinturas. En este mundo el público deja de ser un espectador pasivo, que mira con los brazos cruzados en la espalda y en silencio. De ahí lo inmersivo.
Lo que persigue el concepto de arte inmersivo es despegarse de lo elitista y acoger como categoría al arte y el entretenimiento masivo. Es una novedosa mirada que incluye, incluso, una manera espectacular de presentar la obra. Está ligado a lo tecnológico. Por eso lo inmersivo es heredero de técnicas como el mapping, la animación, la realidad virtual y la realidad aumentada.
“Imagen Total” se llama el concepto tecnológico usado para “Imagine Van Gogh”. Los artífices de esta maravilla son Annabelle Mauger y Julien Baron.
Sobre en qué consiste esta técnica y su anclaje en esta novedosa muestra, la propia Mauger, también curadora de la exposición, detalló recientemente en una entrevista realizada por Télam, la agencia de noticias oficial de la República Argentina:
“La técnica Image Total fue creada por Albert Plécy en 1977 cuando presentó Cathédrale d’Images. Para mí es interesante pensar en la edad media, cuando no había museos y el lugar donde se podía ver arte eran las catedrales. Todas las personas podían entrar, era accesible e incluso gratuito, hasta las personas en situación de calle podían hacerlo. En una muestra inmersiva, como en aquella época, cualquiera puede acceder y entender el mensaje, sea cual sea el nivel educativo, social y cultural. Cuando hablamos de esta técnica hablamos de poder tocar las obras, la persona está directamente conectada con la pintura, y creo que eso es muy importante. En el momento en el que Van Gogh decidió ser artista no fue valorado, su genialidad no fue reconocida. Esa genialidad se puede apreciar a través de esta técnica porque se pueden ver las pinceladas, por momentos muy intensas y directas, y, con distancia, una versión más suave o soft, incluso más dulce de la obra. El espectador puede observar los detalles pero también puede mirar con perspectiva. Esta es la manera, creo yo, de poder apreciar las dos caras de un mismo artista. Y, además, en esta muestra no hay traición al espectador, las obras no se alteran, no se modifican. En muchas otras muestras inmersivas sí alteran la esencia de la obra, agregan movimiento; acá hay efectos de conexión entre imágenes, de transición, pero se mantiene la esencia. Los espectadores vienen a ver al Van Gogh real”.
Por su parte Julien Baron, en la página web de la exposición, explica que “Imagine Van Gogh utiliza técnicas avanzadas de multiproyección y audio envolvente, lo que permite al espectador sumergirse profundamente en el corazón de las obras de Van Gogh. 52 proyectores de video de alta definición iluminan veinte pantallas, revelando la arquitectura distribuida en el espacio inmersivo. De esta forma, el espectador puede deambular entre las imágenes y descubrir nuevas lecturas de las creaciones del pintor, gracias a la originalidad de su presentación. La música de grandes compositores, como Saint-Saëns, Mozart, Bach y Satie, refuerza la experiencia inmersiva y amplifica diez veces el impacto emocional de las imágenes”.
“Imagine van Gogh” se ha convertido en un fenómeno mundial desde su estreno en París, en 2019. Desde entonces ha desembarcado en 50 ciudades del mundo y la han visto más de un millón de personas.
Buenos Aires es la primera ciudad de América Latina que acoge la muestra.
La expo, como en cada ciudad, fue adaptada a un lugar previamente escogido por sus grandes dimensiones. En el caso de Argentina fue el Pabellón Frers del predio de La Rural. Desde Europa llegaron 17 contenedores y palets por avión con los proyectores, ordenadores, aparatos electrónicos y demás suministros técnicos. Tres semanas duró el montaje. Se usaron 1200 metros cuadrados de pantalla y 48 proyectores de alta definición. Un equipo técnico conformado por una treintena de profesionales de diferentes países se encargaron de todo el montaje, de calibrar colores y contrastes de los vídeos, la iluminación ambiental y los decibeles precisos del sonido que sale en estéreo de cada pantalla, entre otros aspectos.
“Imagine van Gogh” en Buenos Aires fue inaugurada en febrero. Previo a su apertura ya se habían vendido más de 150.000 entradas. Tras cinco meses en funcionamiento, el domingo 31 de julio la muestra se despide de la capital argentina y continúa su itinerario por el mundo. En su estancia en tierras gauchas la muestra ha sido visitada por más de 300.000 personas.
Esta exposición transmite un sin fin de sensaciones acciones las que bien pudieran resumirse con una de las líneas escritas por el propio Vincet van Gogh en la última carta a su hermano Théo, la cual nunca alcanzó a enviar porque el pintor la llevaba en un bolsillo de su chaqueta aquel 29 de julio de 1890 cuando se disparó en el pecho, en medio de un campo de trigo de Auvers sur Oise. En la misiva se puede leer: “(…) la verdad es que sólo podemos hacer que sean nuestros cuadros los que hablen”.