¿Cómo mira un fotógrafo cubano lo que sucede en la Argentina? ¿Qué recorta? ¿Qué le llama la atención? ¿En que se detiene?
Kaloian Santos Cabrera vino en el 2010 con una muestra de fotos sobre la identidad de Cuba a medio siglo del triunfo de la Revolución. Desde ese momento fotografía la realidad argentina. Su experiencia de vida en un país socialista le permite mirar nuestro país con ojos rebeldes.
Sus fotos se detienen en detalles que muestran la explotación, la dignidad en la pobreza, la injusticia, la diversidad, la represión… Kaloian tiene la suficiente distancia como para mirar de cerca.
Su mirada habla tanto de Cuba como de Argentina, de todo lo que lo formó y conformó como fotógrafo. Como escribió hace tiempo Pierre Bourdieu “la fotografía más insignificante expresa, además de las intenciones explícitas de quien la ha tomado, el sistema de los esquemas de percepción, de pensamiento y de apreciación común a todo un grupo” (Bourdieu, 1989).
Esa mirada que combina cercanía y distancia le permite mirar lo cotidiano con una nueva curiosidad. La sociología ya nos lo explicó: a fuerza de repetirse, las cosas se vuelven familiares y la familiaridad es enemiga del asombro y la crítica. Las cosas familiares son “autoexplicativas”, casi invisibles. Una mirada extrañada entonces permite hacer extraordinario lo cotidiano, evocarlo de manera que los otros vean hasta qué punto es extraordinario.
Las fotografías de Kaloian muestran también que se divierte mientras fotografía, que comparte un horizonte de familiaridad con lo que sucede en Argentina. Mira nuestro país en colores. Mira con ojos curiosos y sorprendidos un mundo con el que empatiza.
El llanto de un hombre sin trabajo, la pasión argentina por el fútbol en ese muchacho del diente roto que levanta su bebé con la 10, la lucha por los derechos humanos en el rostro de Vera Jarach, los dos hombres que se besan públicamente. Juega con la ironía en la imagen del monumento de Evita de espaldas, con su rodete, en un juego visual que la contrapone a la Iglesia. Se divierte con el vendedor de choripanes y la Catedral de Buenos Aires como telón de fondo, muestra la sonrisa y la expresividad de sus manos.
Se detiene ante un carro hidrante rodeado de gases lacrimógenos dirigidos contra la población. Pero el encuadre nos muestra el escenario completo, el Congreso de la Nación y los móviles de la televisión detrás. En cada foto hay una decisión política, un ángulo original, un juego de imágenes. En cada foto hay una toma de postura. El lector de Clarín vs los trabajadores de Astillero Río Santiago, la indiferencia vs el compromiso. La marea verde en Avellaneda desde el escenario en el que canta Silvio Rodríguez.
Hay una última foto en la que descubro profundamente la mirada cubana de Kaloian. Sucede en el metro de Buenos Aires. Él se para al lado de un niño pequeño que carga a su hermanita más pequeña aún. El niño reparte unas tarjetas. Dos mujeres se las devuelven pero no lo miran. El niño tampoco las mira. El único que parece ver lo que sucede es el fotógrafo. Él no puede permanecer indiferente. No puede no mirar. Me imagino su impotencia, su rabia. La misma rabia de la que habla Silvio en “Días y flores”: “la rabia simple del hombre silvestre, la rabia imperio asesino de niños, la rabia hijo zapato de tierra…”.
Veo compromiso y toma de posición en sus imágenes. No es una mirada desencantada ni ingenua. Es una mirada política de alguien que sabe que las cosas podrían ser distintas. Que podrían ser más justas.
Estas fotografías forman parte de la exposición Miradas cruzadas, a cuatro manos entre Sebastián Miquele, con fotos de Cuba, y el fotógrafo cubano Kaloian con fotos de Argentina; que estará abierta al público a partir del 15 de diciembre a las 20:00 en el Centro Cultural TRES16, en Buenos Aires.