Entre los escritores conectados con Cuba de alguna u otra manera, y en este caso por nacimiento, hay dos que, pese a haber nacido en la Isla, no escriben o escribieron historias motivadas directamente por su relación con la Isla.
El primero es Eduardo Lalo, quien reside desde los dos años en Puerto Rico. Ya tiene 61 y conocí su obra gracias a la editorial argentina Corregidor, que ha publicado parte de su obra.
Lalo es también artista plástico, fotógrafo y profesor universitario. Además de sus libros, su nombre saltó a los medios de prensa de todo el mundo en 2016 cuando publicó una columna de opinión (“Actos de barbarie”) en medio del VII Congreso Internacional de la Lengua Española que se desarrollaba en San Juan.
Algunos discursos durante la inauguración del evento, al que había sido invitado, le incomodaron bastante. El director del Instituto Cervantes, Víctor García de la Concha, destacó en el suyo que era “la primera vez que el congreso no se desarrollaba en Hispanoamérica”, y calificaba a Puerto Rico como un territorio “empeñado en preservar el legado histórico que incluye la lengua española y los lazos de sangre”.
Eduardo Lalo se confesó “sobrecogido” por lo que llamaba la “imprudente barbarie” que sacaba a los puertorriqueños de su “ámbito natural y cultural”. Otra frase, esta del Rey Felipe VI, quien refirió que el congreso no era lugar para tratar la historia, también lo hizo saltar. Escribió Lalo: “Ni la cultura ni la lengua son adornos para nosotros. Constituyen lo que nos ata a la vida y lo que nos permite día a día luchar encarnizadamente contra las condiciones históricas que hemos padecido y que aún padecemos. Proponer que éste no es el lugar para tratar la historia de nuestro país equivale a no respetarlo”.
Con Corregidor, Lalo, que estudió en Columbia y La Sorbona, publicó Simone, novela que en 2013 le dio el Premio Rómulo Gallegos y que parece la más comentada de su obra, ya por sobre la decena de títulos publicados. De Simone se lee en la contratapa: “Dos escrituras se entrecruzan en las calles de San Juan, la capital puertorriqueña. Un escritor anota en un cuaderno el frágil contenido de sus días de supervivencia, mientras recibe anónimos que no sabe si son mensajes, citas u obras de arte”.
El otro escritor “cubano” es mucho más conocido. Murió en Italia, en septiembre de 1985; pero su literatura se recibe como si estuviera vivo, y es que sus libros clasifican en eso que definimos como clásico. Ante la pregunta, ¿qué es un clásico?, conseguiríamos la respuesta del propio autor:
“Los clásicos son libros que ejercen una influencia particular ya sea cuando se imponen por inolvidables, ya sea cuando se esconden en los pliegues de la memoria mimetizándose con el inconsciente colectivo o individual.”
Se trata de Italo Calvino, quien nació en San Antonio de los Baños, donde su padre dirigía una estación experimental de agronomía, en 1923. Allí estuvo su familia también hasta los dos años.
Calvino volvió a la Isla, a los 41, y además de rastrear pedazos de su incipiente pasado y formar parte del jurado del Premio Casa de Las América, institución por la que había llegado invitado, conoció a figuras como Ernesto Guevara y contrajo nupcias con la traductora argentina Esther Judit Singer, a quien había conocido dos años antes.
Italo Calvino es autor de libros clásicos como El Barón rampante, El vizconde demediado o Las dos mitades del vizconde y Las ciudades invisibles. También escribió cuentos como “La oveja negra”, del cual leo un fragmento:
“Había un pueblo donde todos eran ladrones. A la noche, cada habitante salía con la ganzúa y la linterna, e iba a desvalijar la casa de un vecino. Volvía al alba y encontraba su casa desvalijada.
“Y así todos vivían en amistad y sin lastimarse, ya que uno robaba al otro, y éste a otro hasta que llegaba a un último que robaba al primero. El comercio en aquel pueblo se practicaba sólo bajo la forma de estafa por parte de quien vendía y por parte de quien compraba. El gobierno era una asociación para delinquir para perjuicio de sus súbditos, y los súbditos por su parte se ocupaban sólo en engañar al gobierno”.
“Así la vida se deslizaba sin dificultades y no había ni ricos ni pobres”.
Y así, como esta, y mejor, la prosa de Italo Calvino, el escritor italiano, aunque nacido en Cuba, edificó una sólida obra apuntalada por la fantasía, el surrealismo y la experimentación.