En Estados Unidos, el tema Cuba es como la corriente alterna: sube o baja su perfil público en dependencia del voltaje. Esto significa que la información sobre la Isla no se sustenta en flujos estables, sino en discontinuidades y silencios, fenómeno determinado por la asimetría cultural y por consiguiente por el bajo lugar que se le concede en una lista de prioridades político-mediáticas donde dista a años luz de figurar como un punto rojo (a red spot, en el argot del gremio). Estoy hablando, naturalmente, de los medios del mainstream, no de los del enclave, a menudo etiquetados de “étnicos”, como las comidas en los supermercados.
Un resultado de este prisma —que por otro lado no se aplica de manera exclusiva a Cuba—, consiste en que eventualmente, como activadas por una inusual carga energética, se disparan las noticias sobre “el único lugar del mundo sin un Mc Donald’s”. Luego, concluida la onda expansiva, la carroza vuelve a ser calabaza y los lacayos, ratones. Titulares en el New York Times y el Washington Post, editoriales en el Boston Globe, reportajes y opiniones de congresistas en ABC News, briefings de prensa en el Departamento de Estado y pronunciamientos de académicos y expertos añaden a la corriente sus criterios autorizados a un lado u otro del espectro. Muchas veces las diversidades son, en el fondo, confluyentes.
Esa carga energética se llama cambios. Generalizando un poco, de los años 90 a hoy los medios estadounidenses han venido socializando/reaccionando de manera puntual a una cadena de hechos internos como el proceso de encogimiento del Estado, la emergencia de una nueva clase de pequeños y medianos empresarios, la venta de autos y casas, el turismo, las remesas y la reforma migratoria, entre otros temas. Se trata en esos casos de un momento óptimo para estudiar/aprehender de manera clara y distinta la naturaleza del problema, que tal vez pudiera resumirse en dos visiones fundamentales, tanto en los medios como en la política.
La primera visión es la de los duros. Según esa lógica, no habría razones para conceder legitimidad a un sistema en fase de liquidación. Como corolario, tampoco espacio para un quid pro quo: sería como renunciar a recoger la cosecha al cabo de más de medio siglo apretando la tuerca y apostando por la olla de presión. Estos son, por así decirlo, los actores del ninguneo: los cambios en Cuba constituirían entonces solo readecuaciones para tratar de escapar del vendaval de la crisis. Y punto. No existen correlatos sociales de esos cambios o, en todo caso, se deslegitiman y desconocen.
Esa perspectiva significa, en los hechos, la clausura/cuestionamiento de la vía china/vietnamita, países que han emprendido procesos de reformas y renovado sus liderazgos bajo la dirección de sus respectivos partidos comunistas, y con los que Estados Unidos tiene relaciones diplomático-comerciales, a pesar de sus áreas de conflicto actuales, sobre todo con China. Esta una de las paradojas clásicas de la política exterior estadounidense. Y también la base de la pregunta que muchas veces se hacían y hacen los propios medios, en especial los liberales: si con China y Vietnam sí, ¿por qué con Cuba no?
La segunda visión es la de de los pragmáticos. Para estos, la codificación de la política hacia Cuba por parte del Congreso (el embargo/bloqueo, las leyes Torricelli, Helms Burton y las disposiciones legales relacionadas, etc.) debería desmontarse por arcaica, fallida, contraproducente y, en última instancia, por no servir a los legítimos intereses de Estados Unidos. Aunque los viera y ve lentos e insuficientes, el enfoque pragmático reconoce la pertinencia de los cambios por juzgarlos funcionales al mercado, a la lógica del capital y la sociedad civil, a los que apuestan como componentes de una transición. Apelaba centralmente a un “compromiso constructivo” que profundizara el contacto mediante remesas, viajes y licencias pueblo a pueblo. Catalogar a Obama y/o Biden como “comunista” o “socialista” por estas políticas no es sino otra grosera aberración de los tiempos que corren.
La movida se inspiraba en Europa del Este (el viejo razonamiento de que el socialismo se cayó por abrazos y no por apretar clavijas). Amplificado como con lupa por los medios, este fue el eje discursivo de la segunda administración Obama, que continuó con su política ecléctica y a base de órdenes ejecutivas, dado que en el Congreso no hubo (ni hay) la voluntad de cambiar el esquema vigente. El resto, de entonces a acá, es historia. La famosa “ventana de oportunidad” fue prácticamente clausurada por la administración Trump, que lo ha arreciado casi todo.
La pobreza gnoseológica sobre la Isla tiene, sin embargo, otras determinaciones. Más allá de los Rough Riders de la Guerra Hispano-Cubano-Americana (a la que se le suprime el segundo gentilicio) y de la posterior alusión a la Isla como teatro de la Crisis de los Misiles de 1962, en los libros escolares de Historia estadounidenses apenas existen referencias a Cuba. Las menciones a la Revolución de 1959 están encerradas en el marco de las relaciones Este-Oeste, donde Cuba es apenas una ficha en el tablero. Esta última percepción, altamente amplificada por el discurso dominante en los medios de difusión desde principios de los años 60, condiciona entonces la lectura de la ruptura como una especie de deslealtad de los cubanos o la refiere a la intención de su liderazgo, que habría buscado a priori el conflicto con Estados Unidos. La cultura estadounidense, como resultado de valores fundacionales actuantes en ella, privilegia al individuo más que al proceso.
En cuanto a otras dimensiones de la imagen, Cuba es, si algo, música. El éxito hace unos años de Buena Vista Social Club se enmarca justamente dentro del boom de la salsa y la música latina en Estados Unidos. Ese nuevo golpe de dados marcó, de muchas maneras, un regreso a los orígenes. Louis A. Pérez Jr. ha destacado la temprana fascinación de la cultura popular estadounidense por el son, al que se confundía a menudo con la rumba (rhumba) por su cadencia y movimiento pélvico, del trasero, a la hora del baile. A pesar de cualquier reparo que pueda hacérsele desde aquí y ahora, lo cierto es que Buena Vista Social Club sirvió para abrir nuevas guardarrayas a otras expresiones de la música cubana en Estados Unidos. Estamos hablando de una Isla que se percibe como un dinosaurio flotando en el mar de las globalizaciones.
Ahí está, sin dudas, el detalle.
Frederick Christ Trump y su hijo Donald Trump han sido, sin dudas, exitosos empresarios que acumularon entre ambos decenas de miles de millones de US$ en patrimonio. Dicen que a costa del contribuyente, con fraudes tributarios y con dineros de la Administración Federal de Vivienda. Es posible. Dicen que lo ganaron a través de entramados de la Mafia neoyorkina y rusa, “La Corporación” gansteril cubana, el lavado del narcotráfico, la extorsión y el agiotismo. Es muy probable.
Pero Trump es presidente porque se vendió como antisistema, antisocial, individualista, traicionero, transgresor de toda norma legal o ética, racista, misógino, xenófobo, ambicioso y egoista. y lo cierto fue que la mayoría lo compró tal y como es; somos sus cómplices.
Y los cubanos de la extrema derecha en EEUU somos sus cómplices conscientes, porque aspiramos y apostamos a concretar nuestro “negocio” con Trump: saca al Castro comunismo del poder en nuestra Isla, colócanos a nosotros en el poder funcional a tí y acaba de una vez de montar tu imperio inmobiliarioTrump en Cuba, cumpliéndole el sueño a tu padre Fred de instaurar La Familia Trump en Cuba a la cabeza de El Padrino Trump, y dejas pequeños a Meter Lansky, Lucky Luciano y José Miguel Battle. Entonces Los Genoveses de NY tendrán que pagarte en La Habana los peajes que cobraron a los Trump en NY. Donald va a jugar ese juego, pero ya saben, él no lo ocultó, que el el camino el pone sus propias reglas porque nunca se acoge a reglas ajenas.
En Enero de 1936, los recién casados Fred y Mary Trump, quienes en toda su vida adulta jamás salieron de EEUU, excepcionalmente viajaron dos veces a La Habana en una extensión de su luna de miel. El anfitrión de los Trump en la Isla fue Meyer Lansky, el cerebro financiero y de negocios de La Mafia neoyorkina que se convirtió en emperador de lo ilícito en Cuba; ya era socio de Fred en NY, eran contemporáneos (Meyer apenas cuatro años mayor que Fred, 34 y 30 años tenían). Para esa fecha de 1936, Meyer Lansky había establecido redes de juego en Florida, Nueva Orleáns y Cuba. Durante sus estancias en La Habana, Fred Trump, del brazo de Lansky, apreció el floreciente negocio inmobiliario y de casinos de su coterreano neoyorkino en los hoteles y casinos en La Habana, que tentaron la ambición de Fred, y “pactaron” un “plan inversionista” conjunto allí, y la protección al negocio Trump en NY.
Allí quedó sellada para siempre
la “amistad” entre los Trump y la Mafia que heredó Donald y la multiplicó, aún cuando Donald solo reconoció haber recibido apenas US$1 millón de su padre; otros dicen que fueron más de US$400 millones, y todos saben que fueron miles de millones de US$ no contables, escondidos bajo el cemento fundido (made for Anthony Salerno) de sus Torres, casinos y edificios Trump, y muchos miles de millones en fraudes tributarios a costa de los generosos y corruptos financiamientos del presupuesto federal destinado a los “hogares”, sacados a los inquilinos y nunca del bolsillo de los Trump. Fred no solo fue “más apretado que culo de pato” para su familia, sino -y sobre todo- para el fisco: construyeron por un valor inferior al del subsidio federal y se embolsaron el dinero que sobraba.
Eso lo aprendió muy bien el Pato Donald Trump, quien no solo aprendió la trampa, sino también como apoyarse en la Mafia para extorsionar al Congreso y la Justicia y salir limpio de cualquier escaramuza judicial, como la que se saltó Fred en 1954 en un show de falsa interpelación que le montó el Congreso, cuando el precoz mitómano Donald tenía solo ocho años; después sería un insuperable experto en brechas fiscales.
También Donald se hizo experto en altruismo utlitario, como Fred, pidiendo subsidios para “ayudar” a minorías pobres o vulnerables, y después no devolver al fisco lo correcto ni ayudar al supuesto beneficiario final, a aquel negro que un día en los años 70 se cansó de su cinismo y acusó a Fred por discriminación, al negarse a admitir inquilinos negros y puertorriqueños en los apartamentos que él había construido. Donald lo defendió al padre de aquel abuso real, como mismo defiende hoy a los policías asesinos de negros. Ese suceso de racismo sirvió de estreno a Donald ante los medios; por lo que tiene 40 años de entrenamiento para patear a los negros y someterlos al escarnio público quedando Donald como víctima y no el victimario.
Todo el Imperio inmobiliario de los Trump se levantó sobre estructuras mafiosas, criminales y corruptas bajo el paragua que abrieron Fred y Lansky en La Habana de 1936. Los Trump fueron parte de la gran lavandería de la Mafia neoyorkina y sus apéndices cubano, colombiano y ruso de la droga, las apuestas, la prostitución, el juego y los sindicatos de extorsión, chantaje y blanqueo del transporte camionero, la construcción, el cemento, guardia privada, entretenimiento, carga aérea y alimento y bebida. El imperio Trump está sustentado sobre columnas hechas con cemento fundido de las familias Genoveses y Gambinos de NY y la Corporación cubana de Florida a la cabeza de los Battle.
Fred se lo advirtió a Donald tempranamente: tienes que adaptarte al ambiente en Nueva York para poder hacer negocios en la ciudad; solo trabajando con la mafia tendrás paz y dinero fácil.
Los Trump ganaron todas las licitaciones de cemento por un túnel expedito controlado por la mafia; es el caso de su sociedad con S&A Concrete, que proveyó materiales para la Trump Plaza en el East Side de Manhattan, por cortesía de los dueños de S&A Concrete, Anthony “Fat Tony” Salerno, jefe de la familia Genovesa y Paul Castellano, jefe de la familia Gambino, quienes vendían a los Trump el cemento a precios inflados que luego recuperaban todos sacándoles a los inquilinos y contratistas un 20% de sobreprecios en todas las construcciones en NY. Los “arreglos” legales y fiscales los hacía el abogado de Salerno, Roy Cohn, quien terminó de amigo y abogado ocasional de los Trump.
Esa sociedad con la Cosa Nostra mantuvo a salvó a Trump de los atentados en NY y Florida en la década de los 80, ejecutados por La Corporación mafiosa del cubano y ex policía de Batista, José Miguel Battle,. Fred y Donald estaban a salvó porque no eran la competencia, sino socios de la Mafia y Donald era amigo de Salerno y Battle y tributaba a ambos, al rey y el verdugo, por si acaso.
La mafia controlaba durante las décadas de mayor auge del imperio inmobiliario Trump el “Club del Cemento”, un cártel de contratistas que arreglaban contratos, torpedeaba la competencia y controlaban los sindicatos de trabajadores cementeros.
Los proyectos de construcción grandes de Manhattan durante ese periodo fueron construidos con participación de la mafia y el lavado de dinero ,como lo fué la emblemática Trump Tower en 5a avenida y los casinos en Atlantic City.
Fred se mantuvo siempre en los límites provincianos de Brooklyn y Queens, pero Donald conquistó Manhattan, Florida, Washintong, California, Las Vegas, Bedford, Charlottesville y todo el mundo hasta la India y Turquía, amasando una fortuna de cerca de 4.000 millones de US$. Pero aún falta el sueño cubano de Fred.
Lo que no se explica es que un magnate inmobiliario tan favorecido por las mafias neoyorkinas y por figuras influyentes como senadores y representantes, alcaldes y presidentes de barrios de NY cuyas campañas políticas financió Donald y Fred más allá de lo legalmente establecido; que tánta sangre verde chupó del presupuesto federal y que tánto ganó por fraude tributario, haya “sufrido” múltiples y estridentes bancarrotas. Él, que es tan egocéntrico, presumido y jactancioso representante del éxito personificado, y que un fracaso equivaldría al suicidio según los códigos que le impuso Fred.
Pero Donald jamás dejó de fanfarronear porque en el fondo ha sido un pillo , cuyas bancarrotas han chupado pingües beneficios a su bapuleada y mil veces violada reserva fiscal. Y el pillo, mientras se sepa pillo, tiene la aprobación de su maestro Fred.
Pero ni la mafia neoyorkina es ya la misma Madrina omnipotente de antes, ni los prestamistas públicos son ya tan crédulos de la pillería y muchos bancos prestamistas privados tampoco quieren ser cómplices y les cerraron las puertas al pillo. Por eso Donald decidió explorar los alcances de su mayor cualidad: el narcisismo pedantezco; vendiendo su nombre a la humanidad anciosa de su sombra de prosperidad y abundancia. Entonces Trump se convirtió en franquicia en latitudes más permisivas de lo delincuencial.
En su búsqueda de dinero sucio y fácil, Donald comenzó a vender su marca Trump a delincuentes extranjeros urgidos de blanquear su dinero negro, y Trump les facilitó la tarea mediante proyectos inmobiliarios de alta gama para festín de criminales del narco colombiano, brasileño, ruso, panameño y de todo el mundo. La mesa para el banquete fue la Trump Ocean Club International Hotel y Tower en Panamá. Las ganancias del narcotráfico de los cárteles colombianos, se lavaron a través del Trump Ocean Club mediante la compra de unidades hoteleras; y Donald ganó como lavandero decenas de millones de dólares rápidos y por anticipo, porque Donald requería preventas voluminosas para asegurar el financiamiento del proyecto, que a fines de 2010 le costaría 75,4 millones de US$.
Puso a su hija Ivanka al frente del emprendimiento en Panamá.
Del lado panameño se hicieron cargo varios criminales, pero destacaron David Eduardo Helmut Murcia Guzmán -quien posteriormente fue sentenciado a nueve años de prisión por un lavado de millones de dólares- y el brasileño y panameño Alexandre Henrique Ventura Nogueira, quien vendió unidades en el Trump Ocean Club y más tarde admitió que hacía negocios con mafiosos de varios países y con Íbamos Trump que era su enlace norteamericano. Dijo Ivanka que no recuerda a Ventura Nogueira, ahora prófugo de la justicia panameña.
Hasta hombres íntimo de Donald, como su bogado hoy preso Michael Cohen, afirma que Trump es inescrupuloso y dado a negocios mafiosos y al aniquilamiento hasta físico de quienes se le oponen o puedan delatar sus ilegalidades. Cohen afirma que fue la compañía más íntima y de confianza del magnate en clubes de ‘striptease’, reuniones de negocios turbios y en los momentos de descuido, cuando revelaba quién era realmente: un tramposo, un mentiroso, un farsante, un matón, un racista, un depredador, un timador», aseveró.
Concluyendo, volvamos al sueño cubano de Fred que Donald le quiere cumplir. Varios amigos y emisarios, directos e indirectos, de Donald han explorado y conversado en Cuba la posibilidad de que la Organización Trump invierta en la Isla de los Castro, y en verdad han vuelto muy animados por semejante pragmatismo de los caribeños que allana el camino a Trump. Más de una docena de viajes de este tipo se han y sigue realizándose y el resultado es el mismo: “Todo es posible”.
El único problema es el Cuándo? Y la respuesta está en la cancha de Donald. Pero el inició ya está cimentado. Salga o no reelegido Donald, el 2021 será público el anuncio de un apart hotel, un cayo con marina y un campo de golf Trump en Cuba, los terrenos están reservados y la obras iniciadas. Los cubanos las tienen frente a sus narices, y los Trump tienen las garantías y pruebas aportadas por los emisarios de Donald: Edward Russo, Paul Manafort, Alfonso Fanjul y otros.
Por qué no antes? Porque perdería los votos anticubano y antivenezolano y, por tanto, Trump no puede hacerlo antes de abandonar la Casa Blanca o de iniciar su último período, momento en el que sí le vale madre lo que diga la Florida y el lobby cubano-americano de Miami con su extorsionador Marco Rubio a la cabeza.
Pero lo que sí es seguro es la Torre, el cayó y el campo de golf Trump que soñó Fred en Cuba que no le cumplió Meyer, lo logrará Castro. Deseo de Fred, es orden para Donald.
En diciembre de 2020, habrá viaje privado de Jared Kushner e Ivanka Trump a La Habana.
como todo cubano,miguel esta muy enterado de los entretelones en s EEUU…..y por que Miguel no da una tan pormenorizada opinion del por que los cubanos llevan tanto tiempo en la inopia ,en la miseria?? Casi tanto tiempo como lo que lleva Cuba sin el yugo Yanqui ??Aun apoderandose de todo lo Yanky y de todo lo cubano,por que no han prosperado ??