Hace pocas horas se conocieron noticias sobre la decisión del expresidente James Carter, de 98 años, de recibir cuidados paliativos en su domicilio, tras una serie de ingresos hospitalarios recientes.
OnCuba desea recordar, con esta publicación, el discurso que pronunciara Carter el 13 de mayo de 2002 en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, durante su primera visita a Cuba. El texto a continuación fue tomado del sitio web del Centro Carter.
Con una frase resumía su posición, expresada hace más de 20 años, sobre cómo debían enrumbarse las relaciones entre los dos países para un escenario de normalización: “Debido a que los Estados Unidos es la nación más poderosa, somos nosotros quienes debemos dar el primer paso.”
Estados Unidos y Cuba: Una visión para el siglo 21
Aprecio debidamente la invitación extendida por el Sr. Presidente Castro para que yo visite Cuba, y estoy encantado con la hospitalidad que hemos recibido desde nuestra llegada.
Es un gran honor tener la oportunidad de dirigirme al pueblo cubano.
Hace un siglo, y después de una larga y agonizante gesta, Cuba alcanzó su independencia, y comenzó a desarrollarse una compleja relación entre nuestros dos países. Las grandes potencias de Europa y Asia consideraban al “imperialismo” como un orden natural de la época y esperaban que los Estados Unidos colonizara a Cuba, en la forma en que los europeos lo habían hecho en el África. Sin embargo, Estados Unidos prefirió apoyar para que Cuba fuera independiente, pero no totalmente. La enmienda Platt le dio a mi país el derecho de intervenir en los asuntos internos de Cuba, hasta que, en mayo de 1934, el presidente Franklin Roosevelt tuvo la sabiduría de revocar esta enmienda.
Hace más de 43 años, se derrocó al dictador Fulgencio Batista, y unos pocos años después, durante la guerra fría, la revolución cubana se alineó con la Unión Soviética. Desde entonces, nuestros dos pueblos vecinos han seguido rutas filosóficas y políticas distintas.
La dura realidad es que ni los Estados Unidos ni Cuba han logrado definir una relación que sea positiva y beneficiosa. ¿Será posible que este nuevo siglo pueda encontrar a dos pueblos vecinos que vivan en paz y armonía? He venido aquí en busca de una respuesta a esta pregunta.
Hay algunos en Cuba que piensan que la respuesta sencilla es que los Estados Unidos termine el embargo, y hay otros en mi país que creen que la respuesta es que el presidente de Cuba deje el poder y permita elecciones libres. No hay duda que este asunto merece una evaluación mas profunda.
He vuelto a revisar la compleja historia (preparándome para mis conversaciones con el presidente Castro) y he comprendido que no hay respuestas sencillas.
No he venido acá a interferir en los asuntos internos de Cuba, sino a extender una mano de amistad hacia el pueblo cubano y ofrecer una visión del futuro para nuestros dos países y para las Américas.
Esta es una visión que incluye a una Cuba totalmente integrada en un hemisferio democrático, que participa en el Área de Libre Comercio de las Américas y, con ciudadanos que viajan sin restricciones, para visitarse entre sí. Quiero ver un programa masivo de intercambio estudiantil entre nuestras universidades. Quiero que los pueblos de los Estados Unidos y Cuba compartan mucho más que su afición por el juego de pelota (béisbol) y la maravillosa música. Quiero que lleguemos a ser amigos y nos respetemos unos a otros.
Durante 42 años, nuestras dos naciones se han encontrado atrapadas en un dañino estado de beligerancia. Ha llegado la hora en la que debemos cambiar nuestras relaciones y la forma en la que pensamos y hablamos uno del otro. Debido a que los Estados Unidos es la nación más poderosa, somos nosotros quienes debemos dar el primer paso.
En primer lugar, tengo la esperanza de que el congreso de los Estados Unidos pronto actuará para permitir viajar sin restricción entre los Estados Unidos y Cuba, establecer relaciones de comercio abiertas y revocar el embargo. Debo también añadir que este tipo de restricciones no son la causa de los problemas económicos de Cuba. Cuba tiene intercambio comercial con más de 100 naciones, y, por ejemplo, puede comprar medicinas a mejor precio en México que en los Estados Unidos. Pero el embargo congela el presente impasse, induce a la ira y al resentimiento, restringe la libertad de los ciudadanos de los Estados Unidos y dificulta el que podamos intercambiar ideas y mostrar respeto.
En segundo lugar, tengo la esperanza de que Cuba y los Estados Unidos puedan resolver, con alguna creatividad, las disputas relativas a derechos de propiedades antiguas, que han durado cuarenta años. En muchos casos estamos debatiendo reclamos sobre ingenios azucareros decrépitos, una empresa de teléfonos que es una antigüedad y muchas otras pertenencias obsoletas. La mayor parte de las compañías norteamericanas, ya han absorbido sus pérdidas, pero hay otras compañías que todavía quieren ser compensadas, y muchos cubanos que huyeron de la revolución mantienen un apego sentimental por sus casas.
En 1979, cuando, como presidente, normalicé las relaciones con China, resolvimos un problema similar. Yo propongo que nuestros dos países establezcan una comisión de ciudadanos notables para examinar, en una forma positiva y constructiva, las preocupaciones legítimas de todas las partes involucradas.
Tercero, algunos de aquellos que abandonaron esta hermosa isla han demostrado claramente que la clave para alcanzar una economía boyante es el uso de las capacidades empresariales individuales. Pero hay unos cubanos en el sur de la Florida, que siguen molestos en relación a su salida y a sus familias divididas. Tenemos que definir un futuro que pueda servir como un puente de reconciliación entre Cuba y los Estados Unidos.
¿Es posible establecer este tipo de relaciones normales?
Yo creo que sí. Con la excepción de la estancada relación entre Cuba y Estados Unidos, el mundo ha cambiado mucho, especialmente en América Latina y el Caribe. Hace relativamente poco tiempo, en el año 1977, cuando asumí la presidencia, en América del Sur había solamente dos democracias y en América Central apenas una. En la actualidad, casi todos los países en las Américas son democracias.
No uso la definición de “democracia” de los Estados Unidos. El término se halla consagrado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que Cuba firmó en 1948 y éste ha sido definido muy precisamente por los demás países de las Américas en la Carta Democrática Inter-Americana en el pasado mes de septiembre. Se basa sobre premisas muy sencillas: todos los ciudadanos nacen con el derecho de escoger sus propios líderes, de definir su propio destino, de hablar libremente, de organizar partidos, sindicatos y grupos no gubernamentales, y de tener procesos legales abiertos y justos.
Solamente esos gobiernos pueden ser miembros de la OEA, pueden ingresar en el Área de Libre Comercio de las Américas o participar en las cumbres de las Américas. En la actualidad, cualquier régimen que tome el poder en forma inconstitucional estará sujeto al ostracismo. Esto fue demostrado con el rechazo al golpe de estado suscitado en Venezuela el mes pasado.
La democracia es un marco que permite a las personas acomodarse a los tiempos cambiantes y corregir los errores del pasado. Desde nuestra independencia, Estados Unidos se ha librado de la esclavitud, ha otorgado el derecho de voto a la mujer, ha concluido con casi un siglo de discriminación racial legal, y justamente en este año ha reformado sus leyes electorales, para corregir los problemas que enfrentamos en la Florida hace diez y ocho meses.
Cuba ha adoptado un gobierno socialista donde no se permite que su pueblo organice ningún tipo de movimientos de oposición. Su constitución reconoce la libertad de expresión y de asociación, pero otras leyes niegan estas libertades a aquellos que no están de acuerdo con el gobierno.
En cuanto a los derechos humanos, tampoco podemos decir que mi nación es perfecta. Un número de nuestros ciudadanos se halla encarcelado en prisiones, y hay poca duda que la pena de muerte se impone más duramente sobre aquellos que son pobres, negros o se encuentran mentalmente enfermos. Durante más de un cuarto de siglo, no hemos logrado garantizar para nuestro pueblo el derecho básico al cuidado universal de la salud. Sin embargo, las garantías de las libertades civiles ofrecen a todo ciudadano la oportunidad de cambiar estas leyes.
Este derecho fundamental también ha sido garantizado para los cubanos. Es grato ver que los artículos 63 y 88 de su constitución, facultan a los ciudadanos para presentar una petición ante la Asamblea Nacional para autorizar un referéndum que cambie las leyes si 10.000 o más ciudadanos la firman. He sido informado que tal esfuerzo, conocido bajo el nombre del Proyecto Varela, ha logrado suficientes firmas y ha presentado una petición de esta naturaleza ante la Asamblea Nacional. Cuando los cubanos ejerzan este derecho para pacíficamente cambiar sus leyes mediante un voto directo, el mundo verá como son los cubanos y no los extranjeros, quienes decidirán el futuro de este país.
Cuba tiene un extraordinario sistema de cuidado de la salud y de educación universal, pero el mes pasado, la mayor parte de los gobiernos de América Latina se unieron a la mayoría de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas para solicitar a Cuba que cumpla con las normas universalmente aceptadas, referentes a las libertades civiles. Quisiera pedir que ustedes permitan al Comité Internacional de la Cruz Roja que visite las prisiones y que reciban al Comisionado de Derechos Humanos de las Naciones Unidas para que examine temas como el de los prisioneros de conciencia y el trato a los reclusos. Estas visitas podrían ayudar a refutar una serie de críticas injustificadas.
Las encuestas de opinión pública indican que la mayoría de las personas en los Estados Unidos quisiera ver que el embargo económico termine, que los viajes entre nuestros dos países sean normales, que exista amistad entre nuestros pueblos, y que Cuba sea bienvenida dentro de la comunidad de democracias en las Américas. Al mismo tiempo, la mayor parte de mis conciudadanos considera que los asuntos relativos a la libertad económica y política tienen que ser definidos por el pueblo de Cuba.
Después de 43 años de sentimientos llenos de animosidad, esperamos que en el futuro cercano, ustedes puedan extender su mano sobre esta gran división que separa a nuestros dos países y digan: “estamos listos para unirnos a la comunidad de democracias”, y espero que pronto, el pueblo de los Estados Unidos, también pueda abrir sus brazos y decir: “les damos la bienvenida como nuestros amigos”.