Si caminas por la Avenida de las Américas, en el Parque Central de Nueva York, podrás encontrar las esculturas de los libertadores americanos Simón Bolívar y José de San Martín y, junto a ellas, la de José Martí, encargada por el gobierno cubano a mediados de los años 50 del siglo pasado a la artista estadounidense Anna Hyatt Huntington.
Se trata de la única escultura que representa al Apóstol en el momento en que, mortalmente herido, cae en Dos Ríos, una de las escenas más conmovedoras de la Historia de Cuba. La estatua proyecta la fuerza del héroe y, a la vez, logra representar mediante el movimiento y la expresión en el rostro de Martí: ternura, serenidad, convicción, en el momento en que entregaba su vida a la causa de la libertad cubana. Al pie del monumento, entre otras inscripciones, reza: “su genio literario fue tan alto como su vocación política y su espíritu de sacrificio”.
Cincuenta años después de emplazada en el Parque Central de Nueva York (1967), llega a La Habana la única réplica de la escultura ecuestre de Martí, un regalo al pueblo cubano, financiado con las contribuciones de ciudadanos de los Estados Unidos y de cubanos residentes en ese país, quienes lograron recaudar 2.5 millones de dólares para hacer realidad un gesto que expresa la persistencia de ese afecto de profundas raíces.
La réplica de la escultura se encuentra ubicada, desde octubre de 2017, en el jardín frente al antiguo Palacio Presidencial. La preciosa ofrenda, venida del país que sirviera de refugio a Martí, donde pasó los 15 años más fructíferos de su vida y del que recibiera una gran influencia para la forja de sus bien delineados ideales, nos hace sentir el afecto y el respeto que despierta el pueblo cubano en los hombres y mujeres de buena voluntad que allí viven y sueñan y trabajan por un futuro mejor para ambos países, al tiempo que nos devuelve la imagen sagrada de quien va grabado con letras indelebles en la esencia misma de la nación cubana.