El proceso electoral parcial en Estados Unidos de hoy 6 de noviembre de 2018 va a ser importante no sólo para ese país, sino también para Cuba. Como observador durante varias décadas, estas son mis reflexiones:
La primera pregunta que se responderá este noviembre es si los expertos, especialistas y encuestadores que en 2016 pronosticaron la segura victoria de Hillary Clinton, recuperarán la credibilidad perdida en 2016.
Ninguno de los que miramos las elecciones desde Cuba tiene la organización o la estructura para hacer encuestas o pronósticos medianamente seguros. A lo que nos dedicamos es a interpretar las encuestas hechas por esa industria, que en Estados Unidos es gigantesca. Y siempre partiendo de que muchas no son neutras, aunque algunas sí.
Las encuestas, en este caso, parecen pronosticar que va a haber ganancias demócratas en toda la línea en el voto popular, lo que no se traducirá necesariamente en resultados electorales definitorios. Recuérdese que la estructura electoral no los favorece y sí es un activo republicano.
Es probable que los demócratas recuperen el control de la Cámara, pero no lo lograrán en el Senado, donde quizás hasta pierdan terreno. Debe haber también avance en las gobernaciones, pero no se quebrará la actual mayoría republicana, por las mismas razones.
Esto es lo que dicen las encuestas. Pero no sabremos si acertaron hasta que no conozcamos el resultado de las elecciones.
Un segundo tema que nos interesa es cómo les irá a los candidatos de origen cubano y cómo interpretar los resultados, cualesquiera sean. Esto es importante este año por el hecho de que, contrario a la racionalidad política que aplicó el presidente Obama, es obvio que su sucesor cree que el voto de ciudadanos de origen cubano sigue siendo clave en la Florida, y que ese voto será tradicional –como lo fue hasta 2004.
Las encuestas no parecen indicarlo, pero si hay resultados interesantes en estas elecciones, incluso en la campaña para gobernador de la Florida, entonces podremos hablar de escenarios favorables con vistas a 2020.
La última interrogante que se nos plantea es si las elecciones serán realmente un referéndum sobre el presidente Trump.
Creo que a estas alturas nadie duda que mientras Donald Trump ocupe ese cargo hay pocas esperanzas de un retorno al proceso de normalización iniciado en 2014 por el acuerdo entre Raúl Castro y Barack Obama. No obstante, habrá que esperar para interpretar los números finales.
Más allá de las elecciones, está el “problema Trump” y cómo dejará el país cuando se vaya.
¿Qué pasará con el realineamiento partidista? ¿Se convertirá el Partido Republicano en un partido trumpista? ¿Qué es el trumpismo? ¿Es sostenible? ¿Se podrá reproducir el “trumpismo” sin Trump como presidente? Esas preguntas son importantes, pero hoy es difícil darles respuesta.
¿Qué pasará con los demócratas? ¿Seguirá una deriva socialdemócrata con características norteamericanas? ¿Esa deriva les posibilitará ganar elecciones y eventualmente llevar un candidato viable para las elecciones de 2020?
Esas son las grandes cuestiones. Si los demócratas en Florida derrotan a Curbelo o María Elvira le gana a Shalala o viceversa, hay que ver esto como episodios anecdóticos dentro de un cuadro mayor.
La única certeza que tengo es que Donald Trump hará mucho daño antes de irse; pero eso no quiere decir que revierta todo lo de Cuba.
Recomendación: no caigamos en la trampa de creer todo lo que se filtra de la Casa Blanca o lo que insinúan personajes como John Bolton. Casi todo eso son maniobras politiqueras con los ojos puestos en las elecciones. Trump no ha logrado drenar el pantano del deep state.