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El intercambio cultural entre Cuba y Estados Unidos ha sido uno de los primeros blancos de la Administración Trump respecto a la isla.
En agosto de 2024 la Embajada estadounidense en La Habana había reactivado la posibilidad de tramitar visas de trabajo e intercambio, incluidos los de programas de intercambio cultural internacional. En febrero de este año, un mes después de la entrada de Trump a la Casa Blanca, su Gobierno devolvió decenas de pasaportes sin visado porque habían sido gestionadas por dependencias del Gobierno cubano.
En ese momento el viceministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Carlos Fernández de Cossío, dijo a la agencia AP que con este gesto el Gobierno estadounidense “comunicó que se suspende el mecanismo de solicitud de un grupo de categorías de visas que se utilizan para funcionarios del Estado y sus dependencias”, asegurando que la decisión afectaba “directamente intercambios bilaterales que estaban teniendo lugar en áreas de interés y beneficio mutuo para los pueblos de Cuba y Estados Unidos, como la cultura, la salud, la educación, la ciencia y el deporte”.
Esta medida no solo compromete la posibilidad de que los cubanos visiten Estados Unidos para actividades en esas áreas. Hace dos semanas, el Gobierno federal canceló un viaje a la isla de la banda de jazz de un Colegio de Vancouver, Washington. La Oficina de Control de Activos Extranjeros les comunicó en una carta que recibieron cuando se alistaban para su vuelo que su viaje “sería incompatible con la política del Gobierno de los Estados Unidos”.
Gobierno de EEUU cancela a última hora viaje a Cuba de una banda universitaria de jazz
En este contexto ha resultado una especie de oasis en el desierto el hecho de que la agrupación Pacific Standard Time, principal coro de jazz del Conservatorio de Música Bob Cole de la Universidad Estatal de California en Long Beach, haya conseguido llegar a Cuba y desarrollar aquí un programa de presentaciones, intercambio con artistas y estudiantes de música cubanos.
Hacer realidad la visita estuvo en las manos de Royce Smith, decano de la Facultad de Artes de dicha universidad, y para quien los intercambios culturales se han convertido en un objetivo de vida hace más de una década.
“Creo que mi interés empezó con la prohibición. Cuando alguien te dice que no tienes derecho a ir a un lugar, provoca el interés, tiene el efecto opuesto en el alma de una persona creativa y curiosa”, dijo Smith a OnCuba.
Una semana para cambiar de óptica
“Realmente siento que mi perspectiva de la vida ha cambiado”, resume su experiencia Maggie Robertson, una de las cantantes del Pacific Standard Time, integrado por 13 voces, una base musical con bajo, piano y batería y dirigido por la maestra Christine Guter.
Durante su semana en la isla, la agrupación ofreció cuatro conciertos en escenarios muy diversos, un programa de presentaciones concebido para llegar a distintos públicos: el Hotel Claxon, la Universidad de las Artes, el Teatro del Museo Nacional de Bellas Artes y la Fábrica de Arte Cubano.

La elevada calidad de la propuesta musical que trajeron es incuestionable y está avalada por 14 años consecutivos mereciendo los DownBeat Student Music Awards, los premios más prestigiosos en la educación del jazz en Estados Unidos.
“Me gusta elegir un repertorio que sea inspirador, edificante y curativo. Es importante que los músicos también seamos sanadores, porque el mundo es tan conflictivo en este momento, que queremos aportar algo bueno”, declara Christine Guter, quien como el resto, visitaba Cuba por primera vez.
El grupo estuvo en la escuela elemental de Música Manuel Saumell, intercambió con el Coro Nacional de Cuba en su sede, asistió a un concierto de Issac Delgado y recibió clases magistrales de música popular y percusión cubana con músicos de la orquesta Los Van Van y Yaroldy Abreu.

Cada minuto fue aprovechado al máximo para que este fuera un recorrido de verdadero reconocimiento de Cuba y su cultura.
“Nos encanta la música latina, y la música cubana y el jazz son muy adyacentes. Tenemos mucho que aprender sobre la música y la cultura cubanas. Pensé que sería una oportunidad realmente maravillosa para aprender de ustedes y para compartir nuestra música con ustedes. Ha sido increíble, nada que hubiéramos podido imaginar”, aseguró Guter.

El suyo es un criterio colectivo que a la vez se manifiesta de formas diversas, pues cada miembro se lleva a casa una vivencia personal.
A Ace Homami, una de las voces de PST, lo que más le impresionó fue “la gente, la música, el arte en general, que no solo está dentro de la escena artística en sí, sino en toda Cuba. Ha habido tantos momentos en los que he mirado a mi alrededor y he pensado que soy increíblemente afortunado de estar aquí para experimentar esta cultura, esta atmósfera”.
“Estar en Cuba ha sido una de las experiencias más enriquecedoras de mi vida. Ha sido una locura la cantidad de cosas que han ocurrido que son tan diferentes no solo de lo que sucede en los Estados Unidos, sino de lo que pensé que podrían ser. Y no solo fue enriquecedor musicalmente, que lo fue, sino enriquecedor para mi alma, para mi personalidad, para mí socialmente”, explica Robertson a propósito del cambio de perspectiva que mencionaba.
Tal vez uno de los sentimientos más fuertes los vivió Max Smith, nieto de cubanos que emigraron a Estados Unidos en los años 60. Él es el primero de su familia que viaja a Cuba desde entonces. Su historia fue compartida en cada uno de los escenarios en que se presentó.
“Es increíble estar aquí, experimentar esto y conectar con mis raíces y la cultura con la que nunca antes había estado en contacto. La gente aquí es muy generosa y ha hecho posible esa conexión para mí, me han hecho sentir bienvenido”, comentó Max a OnCuba.
La visión de la isla con la que aterrizó aquí y lo que tiene para decir a su regreso tal vez sea lo más significativo para él.
“Es muy diferente a lo que me han contado sobre Cuba, creo que es muy diferente a lo que era en los años 60. He podido aprender mucho sobre la gente, la comida y la música. Les diré que vengan y lo vean por sí mismos”.

Dar y recibir
En 2011 Royce Smith llegó a Cuba con un grupo de estudiantes para visitar la Bienal de La Habana. Desde entonces ha incluido el contacto con la isla en su carrera como profesor y curador.
Actualmente es el decano de la Facultad de Artes de la Universidad Estatal de California y ocupó el cargo también en la Facultad de Artes y Arquitectura de la Universidad Estatal de Montana-Bozeman; es profesor de Historia del Arte y su trabajo como curador lo ha hecho parte de importantes bienales, como la de Asunción en Paraguay, la de Curitiba en Brasil y la de La Habana.
“Empecé a hablar español con 12 años, y mis padres me enseñaron que hay mucha más gente que tiene derecho a llamarse americanos, que viven en otras partes de las Américas, que es plural. Y desde ese momento, nació un interés en explorar ese mundo, y Cuba también”, cuenta Smith.
“Hablé con mis estudiantes, y descubrimos que utilizando el vínculo de la música, las artes plásticas, siempre tuvimos el derecho de pasar de Estados Unidos a Cuba. Las artes siempre han sido el puente entre los dos países. Y utilizando eso, hemos intentado, con colaboraciones con cubanos, con instituciones cubanas; crear más vínculos, más oportunidades para intercambios”, asegura.

Como profesor y decano, hace lo posible por permitirles a sus estudiantes vivir experiencias como esta.
“Una universidad es un espacio dedicado al desarrollo de la sabiduría de varias disciplinas, porque los artistas tienen que ser maestros de sus propias técnicas. Pero la cuestión es cómo traducen esa sabiduría a un contexto cultural completamente distinto, que tiene sus encantos, su historia, sus prácticas y costumbres específicas.
“Y los estudiantes aprenden flexibilidad, se adaptan al ritmo cubano. Eso es súper importante, porque tienen que encontrar, descubrir otra parte de su alma artística para tener éxito. Hay algo que se ha despertado, que veo en sus caras, en su forma de presentarse, de expresarse. Y eso es realmente el regalo que Cuba les ha dado a ellos”.

Pero es un intercambio, se trata de dar y recibir.
“Siempre quiero dedicarme a crear un mundo en el que podamos colaborar. Somos vecinos. Compartimos historias, experiencias, opresiones, éxitos, metas, visiones, y ha sido así durante cientos de años. Tenemos que respetarnos, ser sinceros, abiertos, escuchar, tener paciencia.
“Mi meta es que a través de las artes podemos suavizar un poquito esa relación. Tenemos la responsabilidad de ser líderes en paz, en conversación y diálogo. Y yo estoy comprometido a hacer eso con mis estudiantes, con mis propias prácticas profesionales. Y por eso amo a Cuba”, concluye Smith.