Me saluda de frente y me ripea por detrás
tengo que decirte, asere, ¿qué bolá?
La Gozadera, Yoruba Andabo
Obama estaba a su aire en Cuba. Quizás no lo reconozca públicamente, porque al final aún andamos averiguando si somos amiguitos o no, pero lo demostró con un sutil gesto: al subir al Air Force One, Obama pareció darle una cariñosa nalgada a Michelle…
El gesto, que escapó al escrutinio de politólogos y eruditos, no pasó desapercibido para el sujeto de a pie, cuya primera conclusión fue que Obama se estaba cubanizando: no solo echaba una data con Pánfilo, encima decía qué bolá y acariciaba en público a su mujer.
Para la mayoría de los cubanos, ese tipo de escenas dieron sentido a una visita que, por lo pronto, no influye directamente en sus vidas, pero los entretiene. Cada gesto, cada cosa del presidente americano, alimentó el choteo. La gente lo mismo le sacaba lascas al hecho de que anduviera con su suegra a retortero, que a la magia de que su visita hiciera aparecer los recursos para arreglar el Latino, un par de calles y muchas fachadas…
El bonche fue especialmente duro en las redes sociales, donde los memes convirtieron al buen Barack en yabó, repa, hippie guevariano, mula o botero. Lo vimos planeando rumbones, tirándose los caracoles, bailando el guachineo, retratándose en el Capitolio…
No hizo nada de eso, pero igual lució feliz. En definitiva, no todos los días llega a un lugar donde nadie lo trata como al presidente de Estados Unidos, si no como a una persona más, uno de esos mulatos que te encuentras en cada esquina, y con sonrisa de oreja a oreja te suelta un “no es fácil”. Bien asesorado estuvo el presidente para despertar en el cubano una de las cosas que más aprecia en la vida: el sentido del humor.