Cada vez hace menos frío en Cuba. O al menos, eso parece.
Recuerdo que años atrás, para visitar La Habana entre diciembre y febrero había que “forrarse”. Los que viajábamos desde el oriente cubano cargábamos con abrigos y suéteres en la maleta porque, invariablemente, algún frente frío de los de verdad llegaba a la capital y ponía a tiritar hasta a los más fogosos.
No es que fuera Siberia ni la Antártida, pero para quienes pasan casi todo el año sudando con más de 30 y 35 grados Celsius, que el termómetro bajase de los 20 –y hasta de los 10 en la madrugada– durante varios días, es como ser parte de las expediciones polares de Amundsen.
Los Festivales de Cine, en pleno diciembre, y las Ferias del Libro, comenzando febrero, eran esperados con ansias por muchos –habaneros y no habaneros–, no solo por el valor de sus libros y películas sino también como el momento ideal para estrenar gorros y bufandas. Algo así como una pasarela invernal.
Ahora, en cambio, aunque siempre hay quien las sigue usando, aquellas bufandas son cada vez más anacrónicas, más snob. Ya no es raro que durante esos eventos culturales, y también en el resto de la supuesta temporada invernal, el sol raje las piedras como si fuese agosto.
De tanto repetir con orgullo que “Cuba es un eterno verano”, la frase se nos ha convertido en una realidad inapelable.
Son los efectos del cambio climático, dicen los científicos.
Sin embargo, los cubanos no nos resignamos. Cuando se acerca “el invierno” dejamos los abrigos a mano, por si acaso, y cada noche miramos el parte del tiempo en el noticiero, añorando que vuelvan a aparecer los frentes fríos en la parte superior del mapa.
Y aparecen. Solo que cada vez son más los que se “disipan” en el Golfo de México. O los que llegan a Cuba más flojos que un barquillo de helado al mediodía y apenas si refrescan los termómetros.
Y todavía quienes viven en el occidente tienen suerte, porque la poca energía invernal que les queda a los frentes suele evaporarse camino a la región oriental, y allá la mayoría de las veces ni se enteran.
Y entonces, un buen día sucede: llega el invierno.
El parte del tiempo da la buena noticia y una silenciosa alegría fluye de casa en casa. Los friolentos cruzan los dedos, y comienzan los preparativos. Los abrigos y suéteres –y hasta los gorros y las bufandas– se recuperan, las colchas se desempolvan, y un entrañable olor a guardado sale de clósets y escaparates. Y hasta los turistas, tan acostumbrados a otros inviernos, tienen que abrigarse.
El meteorólogo, no obstante, lo advierte: serán solo dos días de frío, tres a lo sumo –nada de una semana como era antes–, aunque las temperaturas se mantengan “frescas” más tiempo. Al menos en la sombra.
Pero no importa. Bendecimos una y otra vez a la masa de aire seca y fría de origen continental, que combinada con otros factores como la fuerza de los vientos, la poca nubosidad y los procesos de irradiación nocturna, “congela” el termómetro y provoca, como en la madrugada de este miércoles, que más de 30 estaciones meteorológicas cubanas, incluyendo varias de la zona oriental, reporten temperaturas por debajo de los 10 grados Celcius.
Repetimos entonces aquello de que “está chiflando el mono”, evocando –muchas veces sin saberlo– a aquellos dos pobres monos del central Macagua, en Las Villas, que casi se mueren de frío una lejana madrugada, y nos ponemos los abrigos, y los suéteres, y los gorros, y las bufandas, y, a pesar de las infaltables gripes y estornudos, disfrutamos la cada vez más extraña sensación de un verdadero invierno cubano. Así, hasta que a los dos o tres días, cumpliendo con exactitud el vaticinio del meteorólogo, la vida vuelve a la normalidad.
Pero si en vez de dos o tres días, el frente frío “hace la gracia” y se demora más de lo previsto, o llega otro casi inmediatamente y no da tiempo a guardar el abrigo, puede que al principio lo celebremos; sin embargo, poco a poco comenzamos a mirar el parte del tiempo con preocupación, y hasta con cierta angustia, para saber hasta cuándo va a ser esto, qué es lo que piensa el sol para regresar.
Porque, a fin de cuentas, vivimos en Cuba y Cuba, como repetimos con orgullo, “es un eterno verano”.
Si es muy frio ahora..