Comienza esta semana en París la 21ra. Conferencia de las Partes, llamada en apócope COP-21, en la que los gobiernos del mundo tratarán de lograr un acuerdo sobre la emisión de gases de efecto invernadero y poner coto a la amenaza de cambio climático. Es un tema sobre el que volveré próximamente, pero lo traigo ahora a colación porque cuando hablamos de los gases que son contaminantes atmosféricos, usualmente los asociamos precisamente al calentamiento global y el cambio climático. Sin embargo, hay contaminantes atmosféricos que, además de aportar al referido calentamiento global, resultan sólo ellos, de por sí, gases extremadamente dañinos por otras razones que veremos más adelante.
Quizás han escuchado ustedes hablar de lluvia ácida, pero quizás no sepa que todos sufrimos sus efectos. El término no se refiere una lluvia de ácido puro caído del cielo; nada de eso, sino que es la lluvia normal que en su caída a tierra desde la nube que la origina, impacta y se mezcla con pequeñas gotas de elementos químicos y gases que se encuentran suspendidos en la atmósfera y hacen que la humedad en ella sea más ácida que lo normal.
La acidez se mide por el pH, que siempre se escribe con “p” minúscula. Esta es una escala que mide la cantidad de hidrógeno iónico que hay en una sustancia cualquiera. Mide la acidez o la alcalinidad en una escala que va de 0 a 14. El agua completamente pura tiene un pH de 7, que es neutro. Pero, si es menor que 7, el agua es más ácida, y si es mayor que 7 entonces el agua es más alcalina. En ambos casos, si la sustancia llega a ser extremadamente ácida o alcalina, entonces ella será corrosiva, e incluso provocar quemaduras a su contacto.
La lluvia que se produce en lugares sin grandes índices de contaminación atmosférica tiene usualmente un valor de pH de entre 5 y 6, o sea, un poco menos ácido que el zumo de un limón, cuyo pH alcanza 2,3. Cuando el aire se vuelve más contaminado con los óxidos de nitrógeno y dióxido de azufre, la acidez puede aumentar hasta un pH de 3.
Y ya casi les estoy contando qué provoca la lluvia ácida. Esta puede ser ocasionada de manera natural en los volcanes, debido a los gases sulfurosos que expulsan, pero su mayor fuente, la que de verdad es preocupante, proviene de las actividades humanas: la industria, el escape de los automóviles, la generación de electricidad, entre otras actividades.
La causa primaria es la emisión de dióxido de azufre (SO2) y de óxidos de nitrógeno (NOX) en las chimeneas de las fábricas y tubos de escape automotor, como un resultado de la quema de combustibles fósiles. Cuando éstos se queman, puede ser carbón de piedra o petróleo, se libera azufre en el aire, que se combina con el oxígeno para formar dióxido de azufre (SO2). El tubo de escape de los automóviles (pensar en los carros viejos humeantes que vemos cada día en las calles habaneras) ocasiona la formación de óxido de nitrógeno en el aire.
De estos gases, con la humedad del aire, se forma ácido sulfúrico (H2SO4) y el ácido nítrico (HNO3) y las partículas o pequeñísimas gotas de esos ácidos quedan en el aire, esperando a que llueva. Los vientos pueden además transportar esas partículas húmedas a cientos de kilómetros de distancia, ya sea convertida en pequeñas gotas de ácido que llegan bien lejos de la región donde se formaron. Cuando llueve en el lugar al que hayan sido transportadas estas partículas, sea sobre lugares poblados o en el campo, la lluvia las arrastra al caer; o sea, caen literalmente con la lluvia, y la lluvia se torna ácida.
El ambiente que nos rodea puede tolerar generalmente una cierta cantidad de lluvia ácida. A menudo el suelo es ligeramente alcalino (con un pH menor que 7) debido a la abundancia de piedra caliza, y entonces este factor tiende a compensar en algo la acidez llegada con la lluvia. Pero en las zonas en que el suelo no esté compuesto por piedra caliza, el suelo se irá deteriorando por la acidez.
¿Se produce lluvia ácida en Cuba?
Las lluvias ácidas constituyen un indicador de la calidad del aire y merecen la máxima atención en cuanto al comportamiento actual de este fenómeno en nuestro archipiélago.
Para responder directamente a la pregunta: sí, en Cuba hay lluvia ácida e incluso se ha registrado un aumento de los contaminantes atmosféricos que la producen.
No existe en realidad país en el mundo que escape a este fenómeno. Las lluvias ácidas son un verdadero desafío para preservar el equilibrio ecológico del planeta desde la Revolución industrial, y se presentan en la mayor parte del mundo. Este tipo de precipitaciones hoy están presentes en casi todo el norte y centro de Europa, Canadá, Estados Unidos, Japón y China, y se extienden a países menos desarrollados como Nigeria, India, Brasil, Colombia, México.
En Cuba, las lluvias ácidas no sólo se producen por la contaminación local de industrias y el escape de automóviles, sino que también se producen por el transporte de contaminantes que llegan desde las zonas industriales de los Estados Unidos. Ello ocurre con la llegada de masas de aire del continente que vienen a influir sobre Cuba detrás de los frentes fríos. También se han encontrado en los ciclones tropicales, debido al transporte de aire que se produce con su desplazamiento.
Según las informaciones publicadas por especialistas del Centro de Contaminación y Química de la Atmósfera (CECONT), perteneciente al Instituto de Meteorología, en los primeros años de este siglo XXI disminuyó la frecuencia del fenómeno, en comparación con los picos reportados en el período de 1990 a 1995, cuando ocurrió un significativo incremento asociado a la quema de mayores volúmenes de biomasa.
Sin embargo, investigaciones desarrolladas en cuatro estaciones de monitoreo de la contaminación atmosférica (La Palma, Colón, Falla y Palo Seco) han mostrado una ligera tendencia al aumento de las emisiones de algunos de los compuestos causantes de la lluvia ácida, atribuido al creciente empleo del crudo nacional con alto contenido de azufre.
Los investigadores de dicho Centro trabajan para determinar las emisiones máximas admisibles para cada uno de los sectores que más contribuyen a contaminar la atmósfera y de las concentraciones permisibles en los asentamientos humanos.
Efectos nocivos de la lluvia ácida
La lluvia ácida tiene una gran cantidad de efectos nocivos en los ecosistemas y sobre los materiales de construcción.
Al aumentar la acidez de las aguas de ríos y lagos, se ocasionan deformaciones en los peces jóvenes e impiden la eclosión de las huevas. A algunos peces y animales, como las ranas, les cuesta mucho adaptarse y reproducirse en un ambiente ácido.
Tales lluvias disminuyen la productividad de los suelos y propician su erosión, provocan cambios en la composición de los suelos ocasionando el desplazamiento de importantes nutrientes para las plantas (como el calcio), e infiltrando metales tóxicos, tales como el cadmio, níquel, manganeso, plomo, mercurio, que de esta forma se introducen también en las corrientes de agua. También destruyen grandes extensiones de bosques, generan daños a la salud humana, y reclaman de los mayores esfuerzos por preservar la salud ambiental.
Algunos de los efectos más dramáticos en los bosques han sido observados en Europa. Una investigación en Alemania mostró que ya en 1983 el 34 por ciento de los bosques habían sido dañados por la contaminación de la lluvia ácida, mientras que en Suiza se había registrado el 14 por ciento.
En cuanto a la salud humana, la lluvia ácida se siente y tiene el mismo gusto que la lluvia limpia. Los compuestos nocivos tienen una pequeña proporción en ella para ser notado por una simple inspección. Hay que decir que tampoco se origina un daño directo a los seres humanos. Puede uno caminar bajo la lluvia ácida o incluso bañarse en una piscina con lluvia ácida, y no pasará nada, aparentemente. Sin embargo, los contaminantes que ocasionan la lluvia ácida, tales como las partículas de sulfato y nitrato que pueden ser transportados a largas distancias por los vientos, al ser inhalados, llegan hasta la profundidad de los pulmones y puede ocasionar daños. También se da el caso de que partículas finas de estos compuestos pueden penetrar en las casas junto con el aire. Hay estudios científicos que han identificado una relación entre un elevado número de partículas y un incremento en los casos de asma y bronquitis.
La lluvia ácida y la posterior deposición seca de las partículas de ácido, contribuye a la corrosión de metales como el bronce y el deterioro de la piedra como el mármol y la caliza. Esto reduce significativamente el valor de los edificios, puentes, automóviles y objetos culturales, como estatuas, monumentos y lápidas y capillas funerarias.
No solo eso, sino que superficies metálicas como la carrocería de los automóviles, situados a la intemperie, pueden sufrir los efectos de la lluvia ácida. La lluvia cae, deposita el ácido en la superficie del carro, el agua se evapora y queda el ácido afectando a la pintura y al metal. Quizás no sea mala idea que después de un aguacero se laven con agua limpia los vehículos y después se sequen a mano.