En el primero de sus viajes, a Peter Agre, Premio Nobel de Química 2003, le esperaba una sorpresa en La Habana: quedar boquiabierto con los avances de la industria biotecnológica de la Isla hostilizada por Washington.
“Lo hecho por este pequeño país en el progreso de la ciencia y la erradicación de enfermedades es digno de reconocer”, elogió Agre años después, cuando en 2012 participó en un congreso internacional de biotecnología en la capital cubana que reunió a más de 600 científicos de 38 países.
No pocos investigadores de renombre, incluidos otros galardonados por la academia sueca, han pasado por lo mismo que Agre, actual director del Instituto de Investigaciones sobre la Malaria de la Universidad Johns Hopkins, en Maryland.
Exclusividades
Hay justicia en ese asombro colectivo. Salidos de los laboratorios cubanos, por ejemplo, existen cinco medicamentos exclusivos en el mundo, según la empresa noticiosa canadiense Panamericanworld.
Entre ellos el CIMAvax-EGF, una vacuna terapéutica para cáncer de pulmón, que prolonga la calidad de vida de los enfermos, y el fármaco Heberprot-P, capaz de reducir en más de cuatro veces las amputaciones por úlcera del pie diabético en pacientes cubanos.
Se calcula que en la actualidad suman unas 10 mil medicinas en desarrollo en el planeta. Las tres cuartas partes serían potencialmente primeras en su clase, lo que significa que no existe ningún otro medicamento hoy día en la práctica médica que actúe a través de esa condición virtuosa.
Cuba y Estados Unidos tienen “prioridades similares” en salud
“En Cuba hay cien proyectos biofarmacéuticos. El 75 por ciento tiene propiedad intelectual y un 25 por ciento son potencialmente primeros en su clase”, contabiliza el doctor Rolando Pérez, al frente de la sección de ciencia y tecnología del consorcio BioCubaFarma.
Un gigante con I +D + I
Comisionado para dirigir las industrias biotecnológica y farmacéutica, ese grupo empresarial sería lo más cercano a una economía 4.0 y resulta una aproximación al sueño dorado de Fidel Castro de una isla científica.
“No estamos al nivel del mundo desarrollado, pero en Cuba hay un componente importante de investigación científica en los nuevos medicamentos”, pondera el doctor Pérez, quien pide capitales frescos para energizar todavía más la cadena de investigación más desarrollo más innovación.
En un mundo harto dominado por las trasnacionales farmacéuticas, “hay que lograr un tipo de asociación pre comercial, antes de que los productos llegan al mercado”, advierte el directivo de BioCubaFarma y entrega la receta del éxito: “Primero un codesarrollo, un registro y luego la penetración del mercado”.
Hace cuatro años, Salvador Moncada, consultor de la Organización Panamericana de la Salud, reconocía los frutos de la estrategia cubana. “Cuba siempre ha tenido un interés específico en el desarrollo de la ciencia y la tecnología, y en el área de la biomedicina ha sido muy exitosa… Ahora está vendiendo productos en todo el mundo que provienen directamente de la inversión en investigación.”
A la fecha de hoy, la vacuna CIMAvax-EGF prosigue la fase de ensayo clínico por el Instituto para el Cáncer Roswell Park, de Nueva York.
“Continúan las negociaciones y se ha avanzado mucho en un proyecto de una asociación empresarial. Tal vez antes de que concluya el año eso llegue a feliz término”, adelantó el doctor Pérez.
Miriam Palacios-Callender estima que tales exportaciones tienen su origen en los cambios apremiados tras el colapso soviético a principios de los 90, en busca de un posicionamiento en los mercados internacionales de valor agregado. Entonces se dedicaba más del 1 por ciento del presupuesto nacional a la I +D + I.
“Poco después de la caída del bloque socialista, el sistema cubano de ciencia, tecnología e innovación inició una rápida transformación”, dice esta investigadora biomédica cubana que trabaja en la University College de Londres.
Dicotomías, paradojas e insuficiencias
La priorización urgente de la biotecnología la convirtió en el buque insignia de la ciencia cubana, haciéndolo navegar, muchas veces con viento en contra, sobre una economía cruzada de paradojas, asimetrías y desarticulaciones irresueltas hasta el momento.
“Milagrosamente en medio siglo se ha logrado generar una capa de hacedores de ciencia y tecnología muy importante, pero las estructuras económicas y los mecanismos de gestión son disfuncionales”, lamenta el doctor en ciencias Luis Montero, presidente del Consejo Científico de la Universidad de La Habana y miembro titular de la Academia de Ciencias de Cuba.
En tal escenario, la doctora en ciencias económicas Vilma Hidalgo observa una dicotomía entre la alta formación de capital humano y la composición del producto interno bruto de la Isla.
Excluyendo el sector de la biotecnológica y la exportación de servicios médicos, “los bienes y exportaciones son de baja complejidad tecnológica y estamos mal posicionados en ese sentido”, precisa la actual vicerrectora de investigaciones de la Universidad de La Habana.
La doctora Hidalgo visualiza insuficiencias. Entre muchas, la falta de una cultura de la innovación en el sector empresarial, la ausencia de un ecosistema institucional entre empresas, centros de investigación y universidades, y la inexistencia de una estructura de incentivos hacia las instituciones y las personas que palanquee motivaciones.
“Hay que motivar a la gente económicamente a nivel individual para que se meta en esas cosas”, reclama el doctor Ernesto Altshuler, profesor titular de la Facultad de Física de la Universidad de La Habana.
Pionero a fines de los 80 en la síntesis de los primeros superconductores de alta temperatura crítica en Cuba, casi en paralelo a los países más industrializados,el también editor de la Revista Cubana de Física considera que para que funcionen las investigaciones en ciencias básicas “hay que dedicarle un montón de horas y aquí viene el problema de la caja de Pandora del poder adquisitivo de los investigadores”.
“No hay fondos suficientemente desarrollados y nominalizados para la innovación”, calza la doctora Hidalgo, economista miembro del Colegio de México.
El doctor Rolando Pérez coincide: “No tenemos diversidad en fuentes de financiamiento y no han sido creadas las estructuras de interfase entre la academia y la industria. Esa conexión no es un proceso espontáneo”.
Para el dirigente de BioCubaFarma, el primero de los problemas es la carencia de una estrategia financiera para capitalizar el conocimiento, que sería “el primer eslabón de conectar la ciencia con la economía”.
Asimismo, estima, que “la industria nacional tiene baja capacidad de absorción de nuevas tecnologías y no es demandante de ciencia. Por tanto, la ciencia nuestra para ser causa y no consecuencia del desarrollo, precisa tener una estrategia de empuje”.
En 2013, el investigador y profesor Carlos Rodríguez radiografió el estado de las ciencias en Cuba. “Lamentablemente –y es lo que arrojó aquel estudio serio, profundo, integral– tenemos muchas fisuras”, informa la doctora en filosofía Olga Fernández, actual vicepresidenta de la Academia de Ciencias de Cuba.
Además de algunas insuficiencias ya citadas, el estudio detectó “fisuras en las capacidades para trabajar en redes, una subvaloración de la teoría y de las investigaciones básicas frente a las investigaciones de rápida aplicación, soluciones inmediatas frente a lo estratégico (las coyunturas nos dominan), toma de decisiones sin una proyección científica importante y escasa visibilidad mediática, además de muchas trabas organizativas e incluso burocráticas”.
Igualmente, precisa la doctora Fernández, “hay muchas limitaciones con criterios economicistas” e impera “el secretismo y los problemas para acceder a la información”. En el ámbito de las ciencias sociales, tal entorno se torna “crítico”, sentenció.
Trabajar para el inglés
“La situación es extremadamente seria. El recurso más importante que tiene este país es la gente y lo estamos perdiendo”, avisa el profesor Altshuler al referirse a la migración de científicos hacia el extranjero o hacia ocupaciones rentables, muchas veces no calificadas, intra fronteras. “No digo que no haya preocupación en el gobierno, digo que hay que hacer algo y rápido”, requirió.
Citando una investigación de Miriam Palacios –Callender sobre el rendimiento de científicos cubanos en el extranjero, el doctor Montero contabilizó que 30 por ciento de la emigración cubana tiene nivel universitario, mientras que en la población cubana ese indicador cubre 20 por ciento.
“El drenaje del personal de alto nivel es evidente. Lo que nos ha faltado es voluntad para hacer una acción constructiva y proactiva en esa dirección”, estima el académico.
“Desde el punto de vista económico, es un subsidio, una transferencia que hace el país a otras economías, y eso hay que intentar corregirlo”, evalúa, por su parte, la doctora Vilma Hidalgo. “La inversión en educación, los retornos, no se usufructúan por el país, sino que benefician a otros países”.
Según el último informe de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información, emitido hace dos años, en el sector de ciencia y tecnología trabajaban poco más de 85,000 personas, en su mayoría técnicos, los cuales cuentan con el 0,4 por ciento del presupuesto nacional para I+D. Actualmente, el promedio mundial es de 1,7 por ciento.
Participantes en Último jueves, un espacio de análisis y debate de la revista Temas, que abordó el estado de las ciencias, los expertos coincidieron en que todos los actores –los privados aún están excluidos– deben contribuir a reforzar la voluntad política de mantener el desarrollo de la ciencia y la tecnología de la innovación en la isla, “uno de los sectores que no se dejará al mercado”, demarcó la doctora Olga Fernández.
“Todo esto está sobre el tapete y en la búsqueda de soluciones. Díaz-Canel tenía como objetivo, antes de ser presidente, convertir la Academia de Ciencias en un parlamento de la ciencia, para que podamos jugar una función consultiva y de asesoría que pueda ir eliminando paulatinamente estos problemas, sobre todo los organizativos y burocráticos”, manifestó la exdirectora del Instituto de Filosofía y también ex diplomática.
Las primeras lecciones del marxismo demuestran que la superestructura social depende de la base económica. Todo lo demás es novela. Los científicos cubanos hacedores de esos grandes esfuerzos y logros científicos, tienen que ante todo, comer, vestirse, proteger a sus familias, etc. y emigrarán a aquellos países/sectores de la economía nacional que les garanticen sus necesidades.
Asi es Bruno, Cuba ha tenido cientificos y profesionales en cuanta esfera de la ciencia y la tecnologia existen, desde ingenieros en metro subterraneo hasta ciberneticos. La mayoria tuvieron que marcharse o cambiar de profesion pues muchos de los resultados de tanto trabajo jamas fueron aplicados a la economia. Ha sido una perdida de recursos y cerebros tremenda, aunque le digan robo de cerebro. Lo peor de todo es que muchos resultados investigativos quedaron en el olvido por caprichos de los dirigentes
Cuando la política deje de inmiscuirse en el desarrollo de cuba,está saldrá adelante, mientras todo está condenado al fracaso.