Durante décadas el arbolado público ha sido descuidado en La Habana. Años de talas y podas indebidas lo han dejado en un estado deplorable. La siembra obligatoria de cinco árboles por cada uno talado, establecida en la Resolución 479/1996 del Ministerio de la Agricultura, no se cumple. La selección de las plantas que se siembran, tanto en los espacios públicos como privados, suele responder a criterios arbitrarios. Mientras, no se atiende a estudios relacionados con el suelo, el paisaje o la importancia biológica de las distintas especies. Desde el cierre de la Escuela para Jardineros Rosalía Abreu, en 1976, el problema se ha ido agravando.
Esta ha sido una preocupación para Juan Carlos Sáenz de Calahorra, fundador y coordinador del proyecto Nativa: Red de Microviveros, quien a sus 46 años es también cineasta y editor.
“Trabajé en el equipo de comunicación del proyecto Iniciativa Planta. Ahí me fui familiarizando con la flora autóctona. Luego vino la pandemia y me quedé sin trabajo, pues la Muestra Joven Icaic fue censurada y nos cerraron la oficina. Todo coincidió con el auge de un movimiento fuerte en contra de la tala y poda indiscriminada de árboles en la ciudad. Las personas encerradas en sus casas miraban el mundo a través de las redes sociales y se fijaban en su pedacito, creó conciencia de la protección de la flora de la ciudad”.
Así surge el grupo Habana Verde —hoy Cuba Verde—, proyecto en el cual Sáenz de Calahorra fue coordinador y cuyo objetivo es la protección del arbolado urbano y el medioambiente.
“Como tenía interés en la flora nativa empecé a descubrir algunos árboles autóctonos dentro de la ciudad. Vas recorriendo los espacios habituales y descubres aquello a lo que no le prestabas atención antes. Me encontré con unos sabicúes, el jubabán y el roble prieto. Recibí la ayuda de varios botánicos a quienes conocía de la Iniciativa Planta. Ellos me brindaron información y empecé a sembrar las semillas que fui encontrando”, agregó.
Nativa: Red de Microviveros
Nativa surge en un momento en que, debido a la pandemia, las comunicaciones eran virtuales y la movilidad algo limitada. El encierro y la relación con Habana Verde —hoy Cuba Verde— motivó a Calahorra a crear un plan que se transformaría en el proyecto Nativa: Red de Microviveros. Inicialmente el emprendimiento pretendía ser un subproyecto, la Red Microviveros Habana Verde, pero su amplitud hizo que necesitara autonomía.
Mientras el objetivo de Cuba Verde es más abarcador y se centra en promover el cuidado del medioambiente, Nativa tiene el propósito específico de sembrar y desarrollar posturas encaminadas a la reforestación. Aunque ambos proyectos se desligaron, mantienen miembros en común, como explica la productora de 39 años Alexandra Lleonart, coordinadora y fundadora de Cuba Verde.
“Aunque nos hemos enfocado en el tema del arbolado, el objetivo general es promover el cuidado del medioambiente. Las actividades fundamentales que realizamos son el activismo y las acciones medioambientales. Esto implica cuidar los árboles existentes, que deben ser atendidos. Para esto tenemos una ciencia, la arboricultura, que en Cuba está apenas llegando. Es necesario que sea extensiva. La otra parte es pasar a la acción ciudadana de sembrar. Lo hemos hecho fundamentalmente en parques y buscando el apoyo de las autoridades locales. Lo que más nos detiene es la falta de posturas, algo que es necesario solucionar. Sembramos las posturas disponibles, donadas por la mipyme Jardinería Real, que no cumplen los requisitos necesarios para un ambiente urbano; muchas no sobreviven”, explicó Lleonart a OnCuba.
Calahorra explica que el borrador del proyecto, con cinco áreas de trabajo, salió de un tirón una noche. “Luego lo compartí con José Enrique Mateo y más tarde con el equipo de Habana Verde. Desde esa plataforma teníamos conciencia de la necesidad de sembrar para responder a la tala acelerada. El equipo consideró que la estructura que les presentábamos era afín a ese gran proyecto Cuba Verde que soñábamos, con distintos frentes; entre ellos comunicación, educación ambiental y un vivero propio. Pero la Red se desarrolló más rápido que esos otros frentes, y en ese proceso de trabajo, con muy poca ayuda, empezó a hablar un lenguaje distinto, menos técnico, más personal si se quiere.
“Como estaba ligado al conocimiento botánico, a proyectos de conservación de especies en peligro, me interesaba aviverar no solo árboles sino toda la flora, y específicamente la flora nativa. No podía imponer esa camisa de fuerza a Cuba Verde. Ni esperar de Cuba Verde el rápido desarrollo de frentes imprescindibles para el trabajo de la Red cuando se hacía todo sin remuneración, en medio de la inflación y despidiendo continuamente a miembros del equipo que decidían emigrar. Llegó el momento de separar ambos proyectos, también buscando coherencia entre el discurso y el hacer que pudiera atraer a otros colaboradores para hacer más eficiente el trabajo”.
Nativa ha creado una red en crecimiento que opera a pequeña escala, pero de forma constante. Los miembros activos son 26 personas, y muchos más los colaboradores y donantes.
Un arbolado sano para una ciudad saludable
Los árboles conforman la base del ecosistema de la ciudad; son elementos funcionales de su arquitectura. La biodiversidad del entorno urbano se enriquece con el aumento en número y calidad de los árboles, que actúan como refugio y fuente de alimento para la fauna.
La disminución de la contaminación es otro beneficio del arbolado urbano. Según estimaciones de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO, un árbol maduro y sano es capaz de absorber hasta 150 kg de CO2 al año, por lo que una ciudad con un arbolado público en tales condiciones podría ser capaz de absorber la mayor parte de sus emisiones contaminantes, según las estimaciones de la FAO.
Los árboles garantizan la absorción del agua en el terreno, lo que evita inundaciones y deslizamientos de tierra superficiales. Además, su correcta ubicación puede contribuir a la disminución de la temperatura de la ciudad entre un 20 % y un 50 % según la FAO.
Para conseguir estos efectos es necesario conocer qué especies son las adecuadas y cuál debe ser su ubicación.
Las especies nativas se adaptan mejor al entorno: resisten sequías, huracanes, fuertes lluvias y altas temperaturas, características propias de nuestro clima.
Algunos especialistas han alertado que uno de los principales problemas que enfrenta la reforestación es la escasez de posturas, pues para un vivero comercial no es rentable esperar tanto tiempo para poder vender. El crecimiento de una postura de árbol puede tardar varios años dependiendo de la especie.
Solución voluntaria
El voluntariado y el trabajo social sin fines de lucro son una solución a la escasez de posturas adecuadas. Al ser la siembra de posturas de árboles un proceso lento y costoso, suele ser poco lucrativo para los viveros comerciales. Los miembros de Nativa, por su parte, no esperan obtener beneficio económico del extenso trabajo de siembra y cuidado de las plántulas.
Calahorra se ha dedicado desde el principio a la siembra de semillas y el cuidado de las posturas. En un principio trabajó solo en su balcón; pero es un lugar poco adecuado para plántulas de mayor tamaño, por lo que creó un vivero en casa de María Llorente, también miembro de Cuba Verde.
Una de las voluntarias que han transformado su casa en un pequeño bosque habanero es la psicometrista de 59 años Victoria Bravo. Vicky, como la conocen los miembros de Nativa, llegó al proyecto después de leer sobre él en una publicación de Facebook de Alexandra Lleonart.
“De mi casa salieron varias posturas, como las que se emplearon en la siembra del círculo infantil Amiguitos de Polonia. El cuidado de las plantas en esta etapa es un trabajo reconfortante, aunque difícil. Debes atender que el viento no vire las bolsas y regarlas a diario si no llueve”, comenta.
Orestes Jesús Valdés de 21 años ha participado en todas las siembras desde su incorporación a Nativa en septiembre de 2022. Su trabajo en el vivero de la Quinta de los Molinos, está relacionado con su labor como voluntario de nativa.
“Mi exnovio David había asistido a algunos recorridos junto a Nativa antes de irse a España. A través de él me acerqué al proyecto y me presenté como voluntario. Me concentré en fotografiar las plantas que cariñosamente llamamos natimínimas, que son las que no son árboles. En diciembre conversé con mi mamá sobre la posibilidad de tener posturas en la casa y en enero traje las primeras”, relató a OnCuba.
Los insumos y el financiamiento de Nativa se adquieren gracias a donativos. La mano de obra voluntaria ha transformado el proyecto en una solución viable frente al déficit de posturas; aunque es aún incipiente y no logra satisfacer esta necesidad.
El crecimiento de esta red o el surgimiento de otras con objetivos similares, así como el apoyo institucional, contribuirían a la reforestación paulatina de La Habana.
Las plantas nativas de mi ciudad
No siempre el trabajo con las instituciones ha sido satisfactorio, refiere Calahorra. “Hicimos un microvivero en un círculo infantil en Ciudad Libertad. Fue el primer lugar en el que establecimos posturas. Cuando recibimos autorización, la directora del círculo nos puso en contacto con el director municipal de educación de Marinao. El director dijo que garantizaría apoyo, pero luego no fue a esta siembra siembra; y todo se perdió porque no se regaron las posturas, solo sobrevivieron las que se habían emplazado. Por eso somos mucho más cautelosos ahora respecto a qué lugares llevamos las posturas”.
“Tenemos interés en que las personas se cuestionen: ¿Dónde están las plantas nativas de la ciudad que vivo?”, expresa Juan Carlos. Es por esto que Nativa ha encaminado siembras y viveros en espacios públicos como escuelas, círculos infantiles y casas para niños sin amparo familiar. Esto permite no solo la recuperación de la flora, sino también la creación de una conciencia colectiva. “Los niños participan con nosotros en las siembras, ellos serán los responsables de proteger la flora nativa dentro de unos años”, agregó.
Calahorra explica que debido al proceso de oficialización del proyecto para darle personalidad jurídica, las instituciones municipales tienen conocimiento de sus acciones, pero no existe un vínculo directo o asesoramiento de parte de estas.
En las redes sociales se ha visto la relación del proyecto con la Embajada Británica en Cuba. “Llegamos de forma azarosa. El embajador Sir George Hollingberry asistió a una cena en casa de Laura Llópiz, una diseñadora que tiene un microvivero. Hollingberry lo vio y tuvo interés en tener uno en su residencia”, relató Calahorra. “Hasta el momento este es el único vínculo que tenemos con la embajada”, agregó, pero no descarta la posibilidad de otro tipo de colaboración en el futuro.
Nativa ya ha concretado 100 bolsas con plántulas y espera lograr 150 en la residencia del embajador. Su aspiraciones no era tener microviveros en embajadas, pero son espacios bien provistos, con grandes patios y buenas condiciones de humedad e iluminación, además de contar con atención y seguridad. La del Reino Unido, además, se ubica cerca de un huerto.
“Las residencias de diplomáticos también son casas y hay familias ahí. No violamos el precepto de que los microviveros se organicen en casas al cuidado de familias; no son personas pagadas para que cumplan esta función. Nos han ofrecido casas en zonas muy lejanas o patios que no cumplen las condiciones y no hemos podido hacerlo”, agregó Juan Carlos, quien explicó que el primer microvivero en una sede diplomática fue en la residencia de Juan Garay, representante de la Unión Europea en Cuba.
“Para nosotros fue un honor porque él nos contactó y establecimos un microvivero en esa gran casona en 3ra y 22, Miramar”, continuó.
El objetivo es, explica Juan Carlos, realizar una siembra semanal, para lo cual necesitan mayor financiamiento. Los ingresos actuales se destinan a comprar tierra y al transporte, pues las semillas son recolectadas por los voluntarios. No contar con el apoyo de empresas agropecuarias o pequeños agricultores (más allá de los propios voluntarios) ralentiza la labor de Nativa.
El pasado 23 de mayo Nativa: Red de microviveros se convirtió en un Proyecto de Desarrollo Local. Esto le brinda personalidad jurídica y la posibilidad de acceder a fondos y donativos de instituciones.
“Este tipo de proyecto no sobrevive sólo con donaciones”, expuso José Enrique Mateo de 39 años, coordinador y economista jubilado por peritaje médico. “Al ser una persona jurídica podemos acceder a fondos auditables que permitan mayor solvencia económica”.
“Aún falta mucho para ser una verdadera red”, concluye Calahorra. “Hasta el momento solo yo he podido hacer germinar semillas, mi interés es que otros miembros puedan hacerlo, para acelerar la producción de plántulas. También hemos tenido microviveros que no han tenido éxito, porque los voluntarios no han podido atenderlos de forma adecuada. Este es un proyecto ambicioso que necesita seguir creciendo”.