“A la Inteligencia Artificial (IA) no se le puede tener miedo”, afirmó convencido, en entrevista con OnCuba, el Doctor en Ciencias Roberto Rodríguez, director del Instituto de Cibernética, Matemática y Física, centro subordinado al Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (Citma) que ofrece servicios científico-técnicos.
El experto cubano, recientemente seleccionado editor de dos revistas estadounidenses dedicadas al estudio de esas disciplinas, consideró que se requiere de regulaciones para evitar que la aplicación de la IA tenga efectos negativos.
Por otra parte, criticó el abuso que se hace del término, acuñado en 1956 por el informático estadounidense John McCarthy, para referirse a aplicaciones simples de las matemáticas y otras ciencias.
“Ahora todo se asocia a la IA, pero un sistema es inteligente cuando es capaz de aprender algo y, a partir de ese aprendizaje, realizar predicciones. Además, si no hay base de datos, el sistema no tiene cómo aprender”, opinó Rodríguez, graduado de Física en la Universidad de La Habana en 1978.
En ese sentido, comentó que se requiere de mayor cultura general sobre el tema y destacó el rol formativo que podrían tener los medios de comunicación para lograrlo.
Dijo que es importante entender que la IA no supone un riesgo per se para los profesionales, sino que las políticas públicas deben garantizar la humanización del trabajo en lugar de sustituir el trabajo humano por las máquinas.
Cuba necesita la IA
Roberto Rodríguez, quien ha dedicado su vida profesional al procesamiento y análisis digital de imágenes, es autor de libros sobre el tema e imparte conferencias en universidades de la región, considera que, para Cuba, en medio de una crisis económica, resulta una necesidad el empleo de la Inteligencia Artificial en varios sectores.
Insistió en el valor de la ciencia aplicada en la modelación de fenómenos económicos, sociales y naturales, así como la proyección de escenarios posibles.
“Existe la llamada agricultura de precisión, que agrupa diferentes técnicas y conocimientos asociados a la IA. Con el empleo de drones puede monitorearse plantaciones y detectar el momento en que necesitan plaguicidas, agua u otro tratamiento. El ahorro es evidente y se aprovecha mejor la fuerza de trabajo”, dijo.
Además, ilustró cuán valiosa sería la aplicación de los principios de la cuarta Revolución industrial o industria 4.0, que incluye la integración de tecnologías digitales inteligentes en los procesos fabriles, en el aprovechamiento de las materias primas.
“Con las tecnologías apropiadas, en una producción continua de bienes en una fábrica pueden detectarse desde el principio los productos defectuosos y reincorporarlos al ciclo sin tener que esperar a la inspección final, cosa que genera un gasto”, explicó.
A propósito de la factibilidad de proyectos de este tipo, con altos costos en su ejecución, el científico cubano respondió que deben ser diseñados con la idea de cerrar ciclos o, lo que es lo mismo, que sean rentables para garantizar su permanencia en el tiempo.
En tanto, comentó que en Cuba la aplicación de la IA ha tenido mayores posibilidades y resultados en el sistema de salud pública, debido a la voluntad gubernamental. Por ejemplo, en su condición de investigador asociado al Grupo BioCubaFarma, durante la pandemia participó en estudios dedicados al entrenamiento de sistemas automatizados para detectar la COVID-19 a partir de muestras e imágenes.
Por su participación en estas investigaciones obtuvo Premio de la Academia de Ciencias de Cuba en 2021, que se sumó al recibido en 2009 y a la Orden Carlos Juan Finlay (2013), el mayor galardón otorgado a científicos de la isla.
Necesidad de incentivos
Rodríguez afirma que una de las causas por las que no se logran mayores aplicaciones de la IA en Cuba en ramas más allá de la salud es la falta de incentivos morales y materiales.
“Detrás de un investigador, de un científico, hay un padre, una madre de familia, hay un ser humano con intereses, gustos, que hoy no están cubiertos. La crisis económica tiene un impacto en esto. Es una realidad”, comentó.
“Creo que tiene solución. La mejor forma es buscar un grupo de expertos que viven estas realidades, y que piensen cómo resolverlos. No gente de arriba, sino que los mismos científicos propongan cuáles son las soluciones, cuáles son las formas de incentivar, de estimular”, afirmó.
Esta realidad está pasándole factura a la “masa crítica” de investigadores, reconoce Rodríguez, quien ha visto cómo su propio centro, fundamentalmente dedicado a este tipo de estudios, ha quedado desprovisto de especialistas, con la consecuente pérdida de líneas de investigación y resultados científicos.
“Cuando un joven científico te dice que va para una maestría o un doctorado, no regresa. La gente no lo nota porque no somos artistas o deportistas”, comenta.
Sin embargo, no solo la emigración afecta. Debido a los bajos ingresos que perciben, muchos investigadores, en su mayoría jóvenes, prefieren dejar atrás su profesión para trabajar en otras menos complejas y reconocidas pero más lucrativas, en el escenario de crisis y disparidad salarial cubanas.
Al respecto, Rodríguez comparte con OnCuba la historia de una tutorada, quien alterna un estudio dedicado a resolver un problema de salud con la venta de productos en internet. “Y si no la apoyo ofreciéndole teletrabajo, se va. Sería una pena: es una excelente profesional”, dijo.
Crisis y ciencia en Cuba
De continuar la situación en Cuba, podrían verse menguados los resultados de la ciencia, confirma el experto cubano. Sin embargo, mantiene la esperanza.
“Hemos demostrado que sí se puede salir de la crisis si somos capaces de pensar de forma profunda e inteligente”, dijo.
En ese sentido, elogió la intención gubernamental de crear grupos de expertos para analizar problemas, pero aclaró que se necesitan más mentes en activo. “Gente con resultados en los últimos cinco años, con currículo activo, no que sean llamados solo por tener prestigio”, indicó.
Rodríguez consideró que la aplicación de la ciencia, con responsabilidad, podría sacar adelante a Cuba.
“Tenemos que ser capaces de crear sistemas en los que no tenga que intervenir el ser humano para que sean exitosos. Así le ganamos la pelea a la crisis de hoy. Hay que estimular a la gente para que quiera producir, sin necesidad de que un dirigente tenga que ir al lugar a chequear lo que se hace. Necesitamos un algoritmo que no dependa de una u otra persona para que funcione, sino que lo haga automáticamente”.