El golpe fue seco, rotundo. Corre-corre, gritería. En un segundo la hija única, la única nieta, casi muere. Maribel Canela Reyes no tiene ni que cerrar los ojos para recordar a su pequeña de siete años cayendo del segundo piso de la casa.
Hace 16 años Azhari Jamis Canela hubiera muerto. No hubiera estudiado, ni llenado el hogar de alegrías, ni el vecindario, ni estuviera hoy embarazada de un varoncito. La salvaron unas manos negras que llegaron lo más rápido que dieron los pedales de su bicicleta china al hospital donde pretendían mandarla de regreso a su casa.
“La niña no veía, vomitaba, se quedaba en letargo así… y volvía otra vez. Sin embargo, el médico que la examinó decía que no tenía nada, que nos fuéramos para la casa.
“A mi hija la salvó un vecino, que no hacía mucho tiempo se había mudado para el barrio. Apenas se enteró, vino para el hospital. Es neurocirujano, por eso enseguida le indicó una placa y se vio la fractura frontal del cráneo. Fue ingresada de inmediato en terapia intensiva. Si él no hubiera actuado así de rápido, a ella se le hubiera podido hacer un coagulo en el cerebro, y se hubiera muerto, mijo”, dice Maribel y hace la señal de la cruz, como quien busca espantar toda desgracia.
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Para que sus manos aprendieran a espantar desdichas, y no solo las moscas de los cubos de leche de vaca ordeñadas en la finca, los padres de José Montejo Montejo lo mandaron desde muy niño a estudiar becado.
“Quise ser médico desde pequeño, y me tocó una época muy competitiva para cumplir mi deseo. Recuerdo que dieron 90 plazas de medicina para toda la provincia, cuando Ciego de Ávila formaba parte de Camagüey”, recuerda el hoy jefe del servicio de neurocirugía del Hospital Pediátrico Eduardo Agramonte Piña, de Camagüey, que también sirve a pacientes de Las Tunas y Ciego de Ávila.
Montejo se ha vuelto de repente famoso en su provincia y en los medios de Cuba, por ser el primer médico latinoamericano que obtuvo una beca de entrenamiento e intercambio en el Neurology Children’s Hospital, en el sur de la Florida, Estados Unidos.
Pero para llegar allí, el doctor ha debido sacar garra varias veces en su vida, una de ellas cuando tres décadas atrás no le concedían la especialidad porque en la provincia habían otras prioridades, como ser médico de los guardias en un comité militar y médico de familia en un municipio alejado .
“La universidad insistió y el ministro me dio una dispensa. A los meses de graduarme empecé en neurocirugía. El último año lo hice en el Hospital Clínico Quirúrgico Hermanos Ameijeiras, de La Habana; allá me ofrecieron quedarme, y yo quise, pero no pude por razones familiares. De regreso, me asignaron al hospital pediátrico, donde inauguré el servicio de neurocirugía”.
Osadía. Ese ingrediente ha sido crucial para mantener por años la jefatura del Grupo Provincial de Neurocirugía y la membresía de la Federación Latinoamericana de Neurocirugía Pediátrica. También la ha necesitado para ubicar, con suma decencia y elegancia, a los pocos que se han sobrepasado con algún comentario racista.
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“No es muy expresivo, pero sí muy amoroso. Nunca tiene mal carácter, aunque sí que tiene su genio. Que yo recuerde solo una vez lo vi salirse de sus casillas, y fue cuando era chiquita. Bobeando, me caí de las escaleras. Se puso frenético. Él estaba lejos de la casa, pero ‘voló’ y al momento estaba allí”, recueda Alina Montejo Ticí, la primogénita.
No es impoluto, ni perfecto. La hija y la esposa le recogen en la casa la ropa regada, los zapatos, y la temperatura subió con su hijo de 16 años, cuando supo de una indisciplina escolar que este le había ocultado. Pero nadie lo es.
“De todos los premios que me han dado el que más aprecio es uno a la Dedicación y el Sacrificio, dado por el Ministro de Salud Pública, porque esas cualidades son las que más valoro en una persona, y en un médico son necesarias tanto como que no mienta, ni maltrate a sus pacientes, ni haga una mala aplicación”, asegura el doctor.
A pocos les acepta regalos. Fue así incluso en los fieros años ’90. No por altanería ni orgullo, sino por profesionalidad y respeto. Y no es que no se líe con sus pacientes, bien lo sabe Nereida Pouza Ramírez, una rubia ojiverde que lo tiene como hermano:
“La amistad de nuestra familia con él y Berta, su esposa, empezó después que él le salvó la vida a un primo mío que se metió en una bronca en el preuniversitario, le dieron un cabillazo y le fracturaron el cráneo por la frente. Su dedicación, porque le daba vuelta todos los días, nos conmovió. Él empezaba a operar en aquel entonces, ¡era un niño! De allí para acá somos como familia”, dice Nereida.
“Un hombre como él podría creerse cosas, sentirse importante, pero nunca lo he visto mirar por encima del hombro. Siendo tan ocupado siempre busca un chance para llegar aquí a la casa y conversar un rato. Es muy sencillo. Antes tenía una bicicleta que mi yerno se la arreglaba hasta que no dio para más. De ahí anduvo a pie, ¡en guagua he visto yo a ese hombre ir al hospital provincial para atender algún caso allá!”, comenta Francisco Canela Ciurana, que además de vivir a seis casas del Dr. Montejo, es el abuelo de la jovencita Azhari.
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“Me he propuesto superarme todos los días, no importa la edad. Quiero seguir salvando vidas y enseñando a las nuevas generaciones”, dice este hombre serio, pero fácil de sonrisa, regordete y ágil. “Cuido mi salud porque los médicos no se retiran a menos que se enfermen, y yo quiero seguir hasta que cierre los ojos”, agrega.
Aún no logra lidiar con todo el impacto que tuvo su “International Traveling Fellowship Award”, la beca anual de la Sociedad Americana de Neurocirugía, con la cual pudo viajar a Miami por segunda ocasión. Antes, en 2002, había estado allí como participante de un evento de neurociencias auspiciado por la Universidad de New York.
“Me sentí como en mi casa”, asegura el especialista. Allá le llovieron afectos. Compañeros y pacientes que tuvo en Cuba trataron de verlo, pero no pudo compartir con todos por la agenda apretada que lo mantuvo laborando de 6:00 a.m. a 7:00 p.m, casi a diario.
“Aprendí cosas maravillosas que me faltaban en mi formación”, reconoce y suma a sus esperanzas renovadas por este viaje, la posibilidad de tener a esos doctores norteamericanos algún día en Camagüey. Ahora todo parece más fácil.
Felicitaciones y reconocimiento para el Dr. Montejo. Fruto de la medicina cubana.
Para el autor del artículo mi reconocimiento también por hacer manifiesto el honor a quien honor merece. Aunque no obstante debo de reconocer que sentí un velado reproche al sistema de Salud Pública al describir la manera en que este meritorio cubano llegó a formarse como neurocirujano infantil. Para los que vivimos acá, y no nos dejamos encandilar por los fogonazos mediáticos, sabemos que el sistema de salud está dirigido por el Estado, y que este planifica las estrategias para garantizar la salud de manera gratuita para toda la población. Los Médicos de la Familia fueron, en aquellos momentos de carencias extremas, un eslabón primordial para la salud de la población, y al igual que los Médicos de la Familia, los “médicos de los GUARDIAS de un Comité Militar”, actuaban también garantizando la salud de aquella parte del pueblo que nos daba garantía de tranquilidad ciudadana e independencia nacional (nada despreciable ninguna de las dos). Pero en fin, si hoy Cuba cuenta con las expertas manos del Dr. Montejo ha sido gracias a que el Sistema (que no es solo Salud Publica) funcionó, y fue capaz de hacer una dispensa para un caso como el de este Dr., que de haber salvado solo la vida de Azhari Jamis Canela, ya era razón más que suficiente para calificar de positiva la decisión, pero no, no solo la ha salvado a ella, ha salvado también a muchas otras sonrisas en muchas otras familias que hoy también son sus familias.
A parte de esta muletilla de Oncuba, reitero mi afiliación al reconocimiento al Dr. Montejo y mis en hora buena a las relaciones entre médicos de Cuba y de todo el mundo, (incluyendo EEUU) no cabe dudas que tenemos mucho que aprender y, porque no, que enseñar también.
Jajajs las cosas de mi pais un tremendo medico q va a trabajar en bicicleta ,dios hasta cuando
Conozco a Montejo dese niño opero a una tia mia y dese entonces hasta aca es una amistad de mi famiia. siempre sencillo y un tipo de verdad super elegante y buena gente, lo mismo te puedes tomar uan cerveza con el que hablar de politica y recuerdo los tioempos ern que andaba en bicicleta, cosas de Cuba.
Esperemos que de los 200 autos que piensan o anunciaron que darían a los médicos, a este neuro fuera de liga le entreguen uno. Gracias Dr. Monteho por su entrega y profesionalidad
Pues sí, tengo noticias de que le otorgaron un carro. Estoy segura de que ese no era su objetivo, pero se lo ganó como otros del país y la provincia. Que lo disfrute.
Entonces para mi ya no se llama doctor Montejo sino manos milagrosa cubana mil Bendiciones doctor
Mis respetos para el Dr. Montejo, mis repetos para todos mis compatriotas, y saludos al autor del artículo. Honor a quien honor merece…, así es, los grandes no necesitan demostrar su grandeza no mas que con su sencillez…
Honor a quien honor merece , bien merecido este articulo que destaca una vez mas la preparacion y el amor con que nuestros medicos enfrentan las realidades del mundo en que vivimos, un digno ejemplo a seguir.
Como este gran cirujano hay miles de médicos cubanos que más allá del dinero y las dificultades causadas a ellos por el comunismo, se entregan a su linda profesion para poder hacer lo que mejor hacen, Salvar vidas humanas sin interés monetario, felicidades Doctores cubanos en especial al Neurocirujano Montejo
Felicitaciones al Dr, un ejemplo de humanidad
Para pepito,mi gran satisfacción q le hayan hecho este reportaje_se lo merece,quizás sea el medico más modesto q pueda existir sobre la tierra,y cubano 100%, saludos hermano_no te imaginas la alegría q he sentido. Al leer este articulo
MI FE[ICITACION AL DR MONTEJO, POR SU ABNEGADA LABOR Y POR SU CONDUCTA COMO GALENO, LO QUE DEMUESTRA QUE HAY HOMBRES POR LOS CUALES INCLINAMOS NUESTRA FRENTE, MI RESPETO PARA UD Y EL DESEO DE QUE RECIBA LO MERECIDO, UN LUGAR EN LA HISTORIA DE LA MEDICINA EN CUBA Y EL MUNDO, SOY UNA CUBANA QUE ESTA FUERA DE CUBA, PERO LA VICTORIA DE UN CUBANO ES MI REGOCIJO, HONRAR HONRRA, TODA LA GLORIA DEL MUNDO PARA UD, DIOS LE BENDIGA.
A mi profesor Montejo todo el amor que se merece; su sencilles, disciplina y dedicación han sido su principal premisa, de el nuestro aprendizaje merecidas felicitaciones por tantos reconocimientos.
Felicidades colega! Usted pone en alto el prestigio de nuestra medicina y de nuestro pais, y me confirma que las personas mas sabias son las más humildes.
A pie a trabajar jejeje que grande y justa es la Revolucion jejeje mejor es ser botero jejejeje
Aunque Rogelio no lo diga, también allá compartió sus experiencias maravillosas, como neurocirjano pediatra formado por la Revolución en Cuba, por la Escuela Cubana de Medicina. Solo así un negro humilde se pudo hacer médico, y especialista en una rama tan exigente, sin pagar un centavo por los estudios.