A 17 meses de su llegada a Cuba, la COVID-19 no da tregua a la nación caribeña. Desde hace varios meses la Isla vive un ascenso constante de sus indicadores negativos y, aún con un amplio proceso de vacunación en marcha, las perspectivas, al menos a corto plazo, no resultan todavía halagüeñas.
Contrario a lo que sucedió el año pasado, cuando el país logró mantener la pandemia a raya, a lo largo de 2021 la curva de nuevos contagios, hospitalizados, casos activos y fallecidos no ha dejado de crecer. Cuando parece que un mes no podría ser peor, el siguiente lo supera con creces.
Solo en enero se reportaron 15.530 contagios, de acuerdo con cifras oficiales, casi 3.500 más que los de todo el 2020. Desde entonces, la pendiente ha seguido empinándose hasta sobrepasar los 50.000 casos en junio, cuando la muy contagiosa variante Delta —detectada por primera vez en la India y con una carga viral hasta 1.200 veces mayor a las cepas anteriores— comenzó a propagarse en la Isla.
En julio, ya con la Delta en plena expansión, el pico dio un salto exponencial por encima de los 200.000 nuevos infectados, mientras los fallecidos alcanzaban la triste cota de 1.543, un número incluso superior al reportado hasta entonces en toda la pandemia. Y en agosto, por lo visto en sus primeros 11 días, la situación no luce mejor.
Hasta el reporte oficial de este jueves, el país registraba 97.561 casos y 912 muertes, lo que situaba la letalidad en un 0.93%, la más alta de 2021. Y de continuar esta tendencia, el octavo mes del año podría finalizar con cerca de 275.000 contagios y más de 2.570 víctimas mortales de la COVID-19, augurios ciertamente desoladores.
Las estadísticas, sin embargo, no bastan para calibrar las dimensiones de la tragedia. Hospitales desbordados, severa carencia de medicamentos, salas de cuidados intensivos a tope, personal médico exhausto, pacientes —incluso jóvenes y sanos— que mueren sin que pueda hacerse más por ellos, cuerpos de guardia repletos, pruebas diagnósticas que no dan abasto, familias enteras que enferman y lloran a más de un ser querido. Tal ha sido el panorama en las últimas semanas, reflejado en las redes sociales, los medios independientes y hasta en los oficiales, que ha conmocionado a muchos dentro y fuera de la Isla, y ha generado campañas de apoyo —algunas con más motivaciones políticas que humanitarias— y donaciones internacionales.
No ha sido esta, ciertamente, una situación exclusiva de Cuba —muchos países, incluso los más desarrollados, la han sufrido en carne propia—, pero sí un escenario inédito en una nación que tiene en la salud pública uno de sus estandartes, aun con las conocidas carencias y dificultades internas y externas, como las derivadas del embargo estadounidense, que lastran su desempeño.
Las autoridades cubanas, que tan orgullosamente habían defendido los éxitos previos del país en el enfrentamiento a la COVID-19, han tenido que reconocer que las capacidades del sistema sanitario fueron sobrepasadas, y han debido cambiar el discurso, alegando que lo hecho hasta ahora logró, al menos, retrasar el pico pandémico. Además, de conjunto con científicos y expertos, han modificado más de una vez las estrategias y protocolos sanitarios en busca de contener la propagación del virus y paliar sus terribles consecuencias.
De igual forma, han apostado a la vacunación en el país como solución a largo plazo, aun antes de que algún candidato vacunal cubano recibiera el autorizo de uso de emergencia. Para ello, a la par de los ensayos clínicos, dieron luz verde a intervenciones sanitarias en grupos y territorios de riesgo que han permitido que hasta el pasado 10 de agosto —ya con Abdala validada como vacuna y Soberana 02 en vías de serlo— más de 4,7 millones de personas hayan recibido la primera dosis anticovid, más de 3,3 millones la segunda y alrededor de 2,9 la tercera.
De esta manera, más del 25% de la población cubana ha completado el esquema previsto, aun cuando no todos los de ese grupo llevan ya al menos 14 días desde la última dosis, tiempo mínimo según los especialistas para considerarse inmunizados.
Las vacunas, ¿sí o no?
El actual escenario epidemiológico de Cuba no solo supone un mayúsculo desafío sanitario. También entraña un cuestionamiento sobre la efectividad de la estrategia cubana para el enfrentamiento a la COVID-19 y, en particular, del programa de vacunación contra la enfermedad infecciosa. ¿Cómo es posible —se preguntan no pocas personas— que los contagios y las muertes no dejen de aumentar en el país, cuando son cada vez más los vacunados? ¿Cuán reales son los porcentajes de eficacia de los inmunógenos cubanos fuera del contexto de los ensayos clínicos en los que fueron calculados?
Esta preocupación, lícita sin dudas, ha avivado el debate sobre el tema y ha hecho que algunos se cuestionen, pública o personalmente, el sentido de vacunarse, aun cuando la gran mayoría de la población cubana —contrario a lo que sucede en otras naciones, donde los movimientos antivacunas han ganado fuerza— parece seguir siendo partidaria de la inmunización. En respuesta, la comunidad científica de la Isla, y en especial la vinculada al desarrollo de los fármacos anticovid, ha puesto sus argumentos sobre la mesa y ha reiterado la necesidad de vacunarse para contener la enfermedad.
Un hecho importante a tener en cuenta es la simultaneidad del avance de la vacunación masiva con la propagación de la variante Delta en la Isla. Se trata de un elemento significativo, no exclusivo de Cuba, que ha cambiado la dinámica de la pandemia en todo el mundo y ha llevado a modificar los pronósticos y restablecer restricciones, incluso en países con elevadas coberturas de inmunización. La variante Delta, que se transmite hasta tres veces más rápido que las anteriores, ha colonizado gran parte del planeta, ha multiplicado los contagios y ha hecho revisar la efectividad previa de las vacunas existentes y el porcentaje previsto para alcanzar la inmunidad colectiva, que de un 70% con las otras cepas ha sido elevada hasta un 85-90%, según explicaron expertos cubanos el pasado martes en una intervención televisiva.
Por si fuese poco, estudios internacionales evidencian que Delta contagia por igual a vacunados y a no vacunados, y que en ambos grupos las cargas virales detectadas son prácticamente las mismas. La diferencia estriba entonces en que, gracias a las vacunas, los primeros tienen muchas menos probabilidades de desarrollar cuadros severos y de morir por causa de la enfermedad, y también pueden dejar de ser positivos al virus con más prontitud que quienes no están inmunizados. Lo anterior impacta en una disminución de la letalidad y de las hospitalizaciones, en particular en las unidades de cuidados intensivos, en los países con una mayor cobertura de vacunación. Y eso es lo que los científicos cubanos esperan que suceda en la Isla.
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“Se sabe de la eficacia que tienen las vacunas y, por tanto, que su efectividad es mayor contra la mortalidad —respondió a OnCuba el Dr. Gerardo Guillén, director de Investigaciones Biomédicas del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB) durante una conferencia de prensa realizada este martes—. Esto es muy importante, porque hay muchos países donde está ocurriendo un incremento de los contagios, sobre todo por la entrada de la cepa Delta. Países que tienen altos porcentajes de la población vacunada han sufrido incrementos de la transmisión de la enfermedad y contagios por causa de esta cepa. Sin embargo, mantienen bajos niveles de letalidad y de personas que pasan a terapia intensiva, de agravamiento de la enfermedad. Y eso es lo que esperamos también en Cuba.”
En su explicación, el Dr. Guillén dejó claro que existen diferencias entre eficacia y efectividad de las vacunas, dos conceptos que, reconoció, “se confunden mucho” y pueden incidir en una interpretación equivocada.
“La eficacia se obtiene en el marco de un estudio clínico controlado, donde hay criterios de inclusión, y por lo tanto no entran en el estudio personas con enfermedades terminales, personas descompensadas de sus enfermedades crónicas de base, etc. —esclareció—. Efectividad, por su parte, es el dato en situaciones ya de aplicación en el terreno, de aplicación masiva de la vacuna, donde entra toda la población. Por tanto, cuando se dice que una vacuna tiene 100 % de eficacia en evitar la mortalidad y en evitar la enfermedad grave en estudio clínico fase III, se refiere a un estudio controlado, que tiene una atención y un seguimiento más directo de los voluntarios que participan y criterios de inclusión, que excluyen a determinados tipos de personas. Esto es así para todos los estudios de eficacia fase III que se hacen en el mundo.”
Además, el especialista dejó claro que, por lo conocido hasta ahora, los niveles de efectividad de las vacunas anticovid “son menores contra la transmisibilidad y menos con la variante Delta. Por eso es que está ocurriendo un incremento de la transmisión, incluso en países que tienen altos porcentajes de vacunación”. Ello se debe, dijo, a la elevada carga viral de esta variante, y a que “el virus entra por la nasofaringe y coloniza la mucosa nasal. Las vacunas administradas por la ruta intramuscular no tienen la misma capacidad de inducir la misma respuesta a nivel de mucosa que a nivel sistémico, es decir, inducen también respuestas a nivel de mucosa, pero son mucho mayores los niveles de respuesta sistémica”. No obstante, el experto reiteró que “las vacunas son muy efectivas y eficaces contra la enfermedad severa y contra la mortalidad”.
¿Cómo marcha Cuba?
Visto lo anterior, aun con las cifras de vacunación diaria que exhibe la Isla, el país está lejos de lograr la añorada inmunidad colectiva. El propósito de sus autoridades es alcanzar sobre un 60% de la población en agosto y culminar el año, si no con la totalidad, sí con la mayor parte de los cubanos ya vacunados contra la COVID-19. Ello incluye grupos poblacionales como las embarazadas, madres que lactan, trasplantados y pacientes de enfermedades nefróticas, que comenzaron a ser inmunizados recientemente, y los niños y adolescentes, cuya vacunación masiva aún no se ha iniciado, aunque sí están incluidos en ensayos clínicos actualmente en marcha.
“Creo que, sin ser chovinistas, tenemos la capacidad de llegar, si no al 100% que es difícil, al 95% de la población inmunizada. En esto, el hecho de tener nuestras propias vacunas es esencial”, señaló este martes en el programa televisivo Mesa Redonda Pedro Mas Bermejo, vicepresidente de la Sociedad Cubana de Higiene y Epidemiología, quien, no obstante, recordó que el país “todavía está lejos de esta meta” y que, aunque “vamos a un buen ritmo de vacunación”, “mantenerlo requiere de aseguramientos” para poder llegar a los porcentajes necesarios para la también llamada inmunidad de rebaño.
Otro aspecto a tener en cuenta es la distribución geográfica de la vacunación. Una semana atrás, en otra Mesa Redonda, a la par de que se anunciaba con optimismo la llegada de la Isla a los 10 millones de dosis anticovid administradas, se reconocía que solo 23 municipios —repartidos entre las provincias de La Habana, Santiago de Cuba y Matanzas, más la Isla de la Juventud— habían concluido la administración de las tres dosis en la mayoría de las personas previstas y mantenían la inmunización de los pendientes por diferentes causas. En ese momento, de acuerdo con la Dra. María Elena Soto, Jefa del Departamento Nacional de Atención Primaria del Ministerio de Salud Pública (Minsap), se desarrollaba la vacunación en otros 32 municipios, los que unidos a los 23 primeros componían una avanzada de 55 municipios de los 168 que tiene la nación caribeña. Dentro de ese grupo, según las autoridades, se incluían todas las capitales provinciales y territorios con una compleja situación epidemiológica.
Tales cifras, aunque deben ser ahora superiores, dibujan un mapa disparejo, pensado inicialmente para una situación sanitaria diferente a la actual y acorde a las posibilidades productivas de la industria biotecnológica cubana en un contexto signado por la pandemia y la crisis económica. Hoy, en cambio, aunque existen provincias y municipios con un escenario epidemiológico más duro que el de otros, la generalidad del país es de una alta dispersión del coronavirus, con instituciones médicas desbordadas y cifras alarmantes en casi todos los territorios —aun cuando tampoco faltan cuestionamientos de las estadísticas oficiales—, lo que hace presumir un difícil panorama todavía por delante, teniendo en cuenta que, aun con el esquema corto de la vacuna Abdala —el más empleado en el país— se necesita de un mes y medio para alcanzar la respuesta defensiva necesaria frente a la COVID-19.
Además, falta también por ver el impacto real de la vacunación en los contagios, agravamientos y muertes por la enfermedad infecciosa, algo sobre lo que apenas se han brindado cifras. Días atrás, autoridades cubanas informaron que más del 70 % de los recientes contagiados con el coronavirus en La Habana —donde ya han sido inmunizadas alrededor de 1,4 millones de personas— habían recibido las tres dosis de los fármacos anticovid cubanos, y que el 42 % de esos pacientes se infectaron tras completar el ciclo de inmunización, o sea, 14 días después de inyectarse la última dosis. Entonces, sin embargo, no se precisó la cantidad de jornadas contempladas en el dato ni se brindaron elementos sobre la evolución clínica de esos pacientes.
En esa propia reunión, la Dra. Ileana Morales, directora de Ciencia e Innovación Tecnológica del Minsap, detalló que en la urbe habanera circulan 16 variantes del SARS-CoV-2, con predominio de la cepa Delta, registrada en el 60 % de los enfermos, y previó que continuará alta la incidencia del virus en la capital cubana. Además, afirmó que el avance de la vacunación en La Habana “ha evitado un mayor incremento de infectados, graves y fallecidos, pero todavía no es suficiente para detener la propagación”, y estimó que ocurra un descenso en las cifras de muertes desde mediados de agosto en los municipios por donde comenzó la inmunización, una tendencia que, dijo, debe extenderse luego al resto de los territorios de la provincia.
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La efectividad en el terreno
De acuerdo con los datos oficiales de Cuba, los inmunógenos desarrollados en la Isla se encuentran entre las de mayor eficacia del mundo, aun cuando no han sido avalados todavía por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Abdala, la primera vacuna anticovid de América Latina, reportó una eficacia superior al 92% en su esquema de tres dosis, mientras la combinación de dos dosis del todavía candidato vacunal Soberana 02 y una de Soberana Plus sobrepasó el 91% tras procesarse los resultados de los ensayos clínicos fase III. Además, la eficacia de ambas para evitar la mortalidad fue estimada en un 100%, aunque como ya se explicó, los porcentajes de efectividad en el terreno no tienen necesariamente que coincidir con los de un estudio controlado.
Y los resultados de la vacunación ya en la realidad, en particular en aquellos territorios con el programa de inmunización más avanzado, todavía no se tienen del todo en la mano, de acuerdo con los especialistas de la Isla.
“En este momento se están procesando los datos y se está preparando la base estadística para poder brindar esa información (sobre la efectividad de la vacuna Abdala en el terreno) de forma sistematizada, igual que se brindan otras informaciones sobre los datos epidemiológicos de comportamiento de la epidemia”, detalló el Dr. Guillén, al responder una pregunta de OnCuba en la conferencia de prensa de este martes.
“Son datos que cuesta un poco más de trabajo procesar porque no es lo mismo el control de más de 40 mil voluntarios en el marco de un estudio clínico, que los datos de toda la población, que hay que depurar, y organizar, y sobre todo porque esos datos empiezan a obtenerse en este momento —añadió el director de Investigaciones Biomédicas del CIGB—. Lo que sí podemos decir es que las cifras preliminares que van saliendo evidencian claramente una disminución de la letalidad de La Habana con respecto al país. Es algo sustancial. Y si vamos a los municipios vacunados, a los cuatro primeros que completaron el esquema en la capital, pues la disminución es más significativa con respecto al resto del país y al resto de la provincia.”
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“A veces se confunde y se le dice persona vacunada a quien en realidad tienen administrada una dosis. Para considerarse inmunizada la persona tiene que tener el esquema completo y 14 días más para dar tiempo a que esa tercera dosis tenga efecto en la estimulación de la respuesta inmunológica. Una parte de la población de La Habana todavía está en ese tránsito, de no haber pasado aún los 14 días de completamiento después de haber recibido la tercera dosis de la vacuna. Entonces, las cifras que se manejan confunden cuando no se tiene en cuenta esos elementos. Estamos generando esos datos, y esperamos que una vez que se depuren sean aún más significativos, puesto que en este momento las conclusiones que vamos teniendo de manera preliminar son en base a cifras globales, donde todo el mundo está incluido, los que están vacunados y los que no, pero sabemos que en la capital no toda la población está vacunada: hay alrededor de 700.000 personas que no han sido inmunizadas, de ellos alrededor de 400.000 niños, y el resto, otras personas que por diferentes motivos tampoco han podido vacunarse”, agregó.
Aun así, si bien en La Habana no existe todavía la inmunidad de rebaño requerida, “la situación es más favorable que antes de iniciada la vacunación” y los resultados obtenidos hasta ahora de manera preliminar “muestran que en los primeros municipios que comenzaron la vacunación hay diferencias en la incidencia por un millón de habitantes de vacunados contra no vacunados”, comentó Mas Bermejo en la Mesa Redonda. Según el experto las tasas de letalidad —número de fallecidos contra el porcentaje de positivos— y de mortalidad —número de fallecidos contra el total de la población— también muestran una disminución. La primera bajó de 0.90 a 0.41 de junio a julio y la segunda de 4.4 a 4.2, “aun cuando es un indicador de más lento movimiento”.
Si se compara a la capital con relación a Cuba, apuntó el especialista, sucede lo mismo: “la letalidad muestra una diferencia sustentada en el proceso de vacunación en la primera semana de agosto”. En el porcentaje de letalidad acumulado, La Habana tiene 0.71% frente al 0.75% de toda la Isla, y en el mismo indicador, pero del 1ro al 7 de agosto, la provincia habanera tiene 0.69% frente a 0.93% del país. “Ello habla del impacto esperado de la vacunación, la vacuna está haciendo su trabajo”, aseveró el vicepresidente de la Sociedad Cubana de Higiene y Epidemiología, quien reiteró que “todos estos datos son preliminares y hay que seguir trabajando en ellos, pero son alentadores, porque son consistentes”.
Recién este jueves, el Dr. Eduardo Martínez, presidente del grupo empresarial BioCubaFarma aportó nuevas cifras en un reporte de la televisión estatal, que fueron luego publicadas en Twitter. Según el directivo, en Cuba ya culminaron el proceso de inmunización —con 14 días o más después de recibir la tercera dosis— 2.5 millones de personas, de los cuales alrededor de 21.000 (el 0.8%), se han enfermado de la COVID-19. Y, a su vez, de ellos han fallecido 99 personas, lo que representa el 0.003% de los inmunizados hasta la fecha.
Basado en estos datos, Martínez afirmó que se puede hablar de un “impacto notable” de la vacunación, en particular en los primeros cuatro municipios habaneros que culminaron completamente el proceso. Sin embargo, es necesario apuntar que se trata de estadísticas aún muy generales, que, en principio, demuestran la diferencia ya explicada entre eficacia en estudios controlados y efectividad en el terreno, y que sería importante desglosar a partir de otros criterios de análisis como el grupo etario y las comorbilidades de los fallecidos, y el tiempo transcurrido desde la última dosis entre quienes enfermaron y perdieron la vida a causa de la pandemia.
De los 2.5 millones, que terminaron el proceso de inmunización completamente, han fallecido 99 personas, que representa el (0.003%). (Fin hilo).
— BioCubaFarma (@BioCubaFarma) August 13, 2021
Entre realidades, previsiones y deseos
Cuba tenía al cierre de este 11 de agosto —17 meses después de la detección de los primeros enfermos de la COVID-19 en la Isla— una tasa de 1.190 casos por 100.000 habitantes en los últimos 15 días. Ello la convierte en el país con mayor incidencia del coronavirus en las Américas y uno de los cinco primeros del mundo. Pero si ampliamos la mirada a los diferentes territorios cubanos, encontraremos provincias como Cienfuegos (4.073,8) y Ciego de Ávila (3.377,7) muy encima de la media nacional —La Habana, con 1.156,7 está apenas por debajo—, y municipios como el avileño Morón y la cabecera de Cienfuegos, ambos por encima de los 5.000 y punteros de una lista que incluye otros de estas propias provincias, así como de Matanzas y Mayabeque.
Solo el Municipio Especial Isla de la Juventud, con buena parte de su población ya inmunizada y la ventaja de estar separado del resto de la Isla por el mar, exhibe una situación favorable, con una tasa de incidencia de apenas 1,2 casos por 100.000 habitantes y ningún fallecido por la enfermedad desde hace varias jornadas. El resto de los territorios cubanos viven día a día la pesadilla de la pandemia, y el hecho de mostrar un mejor escenario que otros no es garantía de que ello se vaya necesariamente a mantener. Así, en los últimos meses el epicentro de la COVID-19 se ha desplazado de una provincia a otra, aunque la tendencia general, espoleada por la propagación de la variante Delta, ha sido al incremento o, en un mejor escenario, a una estabilización en una meseta peligrosamente elevada.
No es de extrañar entonces que el gobierno cubano busque impulsar la vacunación a toda costa, con la mirada puesta en el mediano y largo plazo, a pesar del reto logístico y productivo que ello significa. Aun con las dificultades para el acceso a equipos e insumos, que han impactado en algún momento en la fabricación de los inmunógenos, la industria biotecnológica cubana mantiene el suministro de vacunas al Minsap. “Vacuna que sale de la industria, vacuna que se administra”, aseguró al respecto el Dr. Guillén, quien en la Mesa Redonda señaló que “desde mayo, cuando comenzó la producción masiva, se han ido incrementando sistemáticamente los niveles de fabricación”. De esta forma, ya son más de 14 millones de dosis de Abdala los entregados al programa de inmunización en la Isla.
Por su parte, el Dr. Vicente Vérez, director general del Instituto Finlay, institución encargada del desarrollo de la línea de vacunas Soberanas, informó en la conferencia de prensa que el escalado productivo de las mismas —y particular de Soberana 02 y Soberana Plus, que integran un esquema conjunto con elevada eficacia en los estudios clínicos— “va muy bien, por lo que el autorizo para su uso de emergencia deberá ir acompañado de disponibilidad de una buena parte de las dosis”.
“Con lo que se va a poder entregar en los meses de agosto y septiembre, pensamos que el país estará en condiciones de inmunizar a la totalidad de la población cubana, incluida los niños mayores de 3 años”, afirmó, por su parte, Mayda Mauri, vicepresidenta primera de BioCubaFarma, quien confirmó que la prioridad de las autoridades y el sistema de salud cubanos “es lograr vacunar al 100% de su población”.
Cuba vacunará contra la COVID-19 a los adolescentes y niños hasta 3 años desde septiembre
Este es precisamente el horizonte previsto por expertos y autoridades para que comience a notarse una disminución en la incidencia y la curva de contagios y fallecidos —con los territorios que completen su inmunización como punta de lanza ante la COVID-19—, si bien los pronósticos más favorables han ido desplazándose en el tiempo ante la persistencia de la actual oleada de la enfermedad. Si a finales de julio el Dr. Raúl Guinovart, decano de la Facultad de Matemática y Computación de la Universidad de La Habana, pronosticaba que agosto sería “decisivo”, debido al “mayor impacto” de la vacunación, y esperaba que la Isla pudiera llegar a fines de este mes o inicios de septiembre con una mejor situación epidemiológica, hace apenas tres días precisó que a corto plazo se prevé que continúen siendo elevados los contagios diarios, con cifras por encima de los 7.500 casos, y que no es hasta a finales de septiembre cuando se estima que comiencen a disminuir los nuevos enfermos y casos activos.
Y, partiendo de lo visto hasta ahora, estas previsiones podrían volver a cambiar, debido al complejo panorama actual del país —ya este jueves se sobrepasaron los 500.000 casos desde el inicio de la pandemia—, en el que el programa de inmunización, aun cuando demuestre ser altamente efectivo, no es la única variable a considerar. No en balde los especialistas insisten una y otra vez en mantener todas las medidas higiénico-sanitarias, incluyendo el uso de mascarillas y el distanciamiento físico, aun después de recibir las tres dosis de las vacunas, mientras las autoridades —que en opinión de no pocos han sido mucho más permisivas este año que durante todo el 2020, cuando el escenario era mucho mejor— apelan reiteradamente a la responsabilidad individual y a la implementación de restricciones y estrategias contra el SARS-CoV-2 en correspondencia con la situación de cada territorio.
Sin embargo, las indisciplinas a diferentes niveles, la fatiga psicológica tras un año y medio de pandemia, y la severa crisis económica que atraviesa la Isla —que multiplica las colas, la escasez, la carestía de la vida y las insatisfacciones—, entre otros factores, no juegan precisamente a favor de un combate exitoso al coronavirus y son también elementos de peso a considerar en la compleja ecuación actual del país. El deseo de todos, sin dudas, es poder vencer la enfermedad, o cuando menos controlarla, en el menor tiempo posible, pero lograrlo depende de mucho más que de buenas intenciones. Por el momento, el pico pandémico y la vacunación masiva parece que seguirán siendo todavía las dos caras de la COVID-19 en Cuba.