Cuba está de luto. El trovador Pablo Milanés, una de las figuras icónicas de la cultura cubana, falleció en la madrugada de este 22 de noviembre —noche del lunes 21 en la Isla— en Madrid, España, donde se encontraba hospitalizado.
Nombre imprescindible del movimiento de la Nueva Trova cubana y la canción de autor en iberoamérica, Pablo había sido ingresado días atrás debido a “los efectos de una serie de infecciones recurrentes” derivadas de la enfermedad oncohematológica que sufría desde hace varios años, según informó entonces su oficina artística.
La propia oficina confirmó el deceso del creador de temas inolvidables como “Yolanda” y “El breve espacio en que no estás”, luego de que la noticia comenzara a circular en las redes sociales y, junto a ella, los mensajes de dolor y condolencias por su partida.
Milanés nació el 24 de febrero de 1943 en la ciudad de Bayamo en el seno de una familia de procedencia humilde. Su carrera musical comenzó con su asistencia a concursos locales de radio y televisión. Instalado en La Habana en los años 50, por el empeño de su madre, como tantas veces dijo, estudió durante un tiempo en un Conservatorio Musical, pero su formación fue más autodidáctica que académica.
A principios de los años 60 formó parte del Cuarteto del Rey, grupo emblemático cuya labor musical requiere ser revisitada. Bajo la influencia del feeling, una nueva manera de decir, nacida en un famoso callejón centrohabanero y que daría creadores e intérpretes que forman parte de la cultura cubana y universal, compuso canciones como “Mis 22 años”, un puente natural entre este y un movimiento que sobrevendría poco después: la nueva trova.
A partir de ahí su obra toda queda inscrita en mayúsculas en nuestra historia y nuestra cultura. Fue, en efecto, uno de aquellos fundadores de esa nueva trova, donde la guitarra devino protagonista siguiendo una tradición que se remonta a la cancionística romántica cubana, inaugurada a mediados del siglo XIX debajo del balcón de una joven bayamesa, y también a la labor de cantores analfabetos que componían sus portentos en calles y peñas de Santiago de Cuba.
Pablo Milanés, junto a grandes de su generación, supo fundir todo aquello de manera creadora y ecléctica con tendencias expresivas mundiales, a menudo contra viento y marea, luego agrupadas en la categoría de nueva canción, esa que en España se llamó Paco Ibáñez y Joan Manuel Serrat; en Chile Isabel y Ángel Parra; en Uruguay Daniel Viglietti; en Estados Unidos Bob Dylan y Joan Baez; y en Cuba tuvo dos estandartes: Silvio Rodríguez y Milanés.
Ganó tres premios Grammy durante su carrera (2006, 2014 y 2015) y en 2005 fue reconocido con el Premio Nacional de Música en Cuba. En junio dio su último concierto en La Habana, en el coliseo de la Ciudad Deportiva para cerca de 10 000 espectadores.
Por eso, y mucho más, resulta imposible emprender un breve balance de sus aportes a la historia de la música y la cancionística que, con mucho, superan en límite de lo nacional o iberoamericano. Baste decir que Pablo, ese querido Pablo de todos los cubanos, dondequiera que estén, es y será siempre un clásico como lo quería Juan Ramon Jiménez: simplemente vivo.
La capilla ardiente del legendario trovador tendrá lugar este miércoles 23, por decisión familiar en la sala Cervantes de la Casa América, Madrid, entre las 10:30 y las 15:30 según se ha informado en sus redes.