...tremendo rato una pila de posiciones,
casi gastamos una caja de condones.
El Chacal
Los hombres cubanos han sido, históricamente, bastante reacios al uso del condón por alegaciones como falta de lubricación, incomodidad e interferencia en el placer sexual. Pero también por un componente machista que hacía y aún hace recaer sobre la mujer la tarea de la contracepción, y que implica un rechazo visceral a la palabra “vasectomía” debido a una supuesta afectación de su virilidad.
El cuadro se completa si se considera que en varias generaciones de varones sexualmente activos antes de 1985, lo más que podía esperarse de un “enganche” desprotegido eran enfermedades venéreas combatibles con antibióticos como la penicilina.
Pero la irrupción del VIH-SIDA en Cuba comenzó a cambiar el cuadro, y desde entonces su empleo ha ido describiendo una curva ascendente, aunque no sin contradicciones, paradojas, resistencias y zigzags. Por ejemplo, en 2006 una encuesta aplicada en un policlínico del municipio Centro Habana a adolescentes de 10 a 19 años y a jóvenes de 20 a 24, encontró que el 61% tenía vida sexual activa; que el inicio de las relaciones sexuales había ocurrido en un 44% en las edades comprendidas entre los 15 y los 19; y en el 55% antes de los 20.
El 30% de los encuestados no había utilizado nunca el condón, y el 49% solo ocasionalmente. Ese mismo año, un estudio llevado a cabo en diez provincias entre personas de 15 a 35 años (subdivididas en de 15 a 29 y de 25 a 35) arrojó un resultado parecido: solo el 35,7% lo habían utilizado en su primera relación sexual, a pesar de tener información sobre sus usos y beneficios. La pesquisa concluía identificando un problema: “La actitud hacia el uso del condón […] está siendo afectada por la no adecuada relación entre oferta y demanda, y por la inestabilidad en el mercado de todas las marcas que se comercializan”.
La labor de varias instituciones de salud cubanas, a menudo asistidas por organismos internacionales, así como el empleo de técnicas de mercadeo, la difusión de spots en la TV, la propaganda gráfica en consultorios del médico de la familia, policlínicos y hospitales, más la venta a precios muy módicos de condones no solo en las farmacias sino también en cafeterías, bares, clubes nocturnos, etc., parecen haber surtido efecto en esa lucha contra lo que los especialistas llaman “las barreras psicológicas y culturales” contra el uso del condón.
Ya en 2011, según la Encuesta sobre Indicadores de Prevención de Infección por el VIH de la Oficina Nacional de Estadísticas, el 62,9% de los hombres y el 65,9% de las mujeres menores de 20 años se habían protegido con el condón durante su primer contacto sexual. Datos más recientes indican que en el 72% de la población de 15 a 49 años se reporta su empleo, y que en los últimos años sus niveles de venta se han incrementado de manera significativa.
Sin embargo, no solo se trata de la aceptación del uso de este método de prevención. En Cuba los problemas con la oferta de condones no constituyen un fenómeno nuevo o extraordinario, sino recurrente; una especie de piedra de Sísifo que solo se resuelve al cabo de una crisis para después volver a caer en otra.
Veámoslo muy brevemente.
Hace siete años, el 1ro. de enero de 2013 en “Acuse de recibo“, de Juventud Rebelde, el periodista José Alejandro Rodríguez informó de escasez e irregularidades con los condones en Santa Clara y Holguín debido al agotamiento de las marcas Twin Lotus y Love Guard, que se vendían a un precio de 15 centavos, y su reemplazo “por otros de mayor calidad, a un peso”. Apareció aquí una figura hasta entonces inédita: el “síndrome del etiquetado”.
Según el doctor Manuel Santín Peña, director nacional de Epidemiología, el producto se encontraba “en un proceso de rectificación de su fecha de caducidad, mediante el etiquetado del mismo en los talleres de la Unión Nacional de Industrias Ligeras (UNIL)”. “Dicho proceso de etiquetado” –continuó– “no se desarrolló al ritmo que se esperaba; las cantidades entregadas fueron insuficientes para satisfacer la demanda. Y por parte de la empresa no se buscaron alternativas en el retiquetado, ni se actuó con la celeridad requerida”.
Un año más tarde, el 30 de marzo de 2014, el periódico Trabajadores dio cuenta de otra crisis, esta vez en Santiago de Cuba, situación que según el doctor Ramón Suárez Ramírez, director del establecimiento provincial de suministros médicos, debía estabilizarse a partir del segundo trimestre de ese año con la llegada de un nuevo lote del exterior. Aquí emergió, de nuevo, el síndrome del etiquetado. Aparentemente, cambiar la fecha de expiración del producto, por un error del fabricante allá en la lejana Taijing, China, era bastante más complicado que controlar un accidente en una central atómica después de un tsunami.
Se trataba, de hecho, de una apelación a que los santiagueros pusieran a hibernar sus libidos o se tiraran cuesta abajo. Cuentan que una cubana le puso luz roja a su pareja: “¡Tranquilito, hasta que haya!”.
Según datos oficiales, en Santiago de Cuba el consumo de condones asciende a 1,440 tiras de 3 unidades al mes, es decir, 4,320 preservativos cada treinta días. De acuerdo con el último Censo (2010), la ciudad tiene una población de 226,092 varones (vs. 238,087 hembras), lo que significaría 52 condones al mes por cada santiaguero, a pesar de la percepción de que los condones chinos son muy chiquitos, lo cual también se escucha, a veces con razón, en otras regiones del país.
El mes siguiente, el 3 de abril, Vanguardia de Villa Clara publicó “Ausencias peligrosas“, texto sobre la estampida del condón en un territorio que, según autoridades sanitarias, había experimentado un cierto repunte de sífilis.
Algunos testimonios juveniles fueron más allá, con látigo y cascabel: “Dicen que lo inventaron los egipcios, quienes para el año 1000 a.n.e. ya usaban una tripa de animal anudada en un extremo para socavar los bríos de la fecundidad. Casanova, el legendario conquistador del siglo XIX, lo utilizó con regularidad en sus incontables aventuras, y a lo largo de la historia se pueden encontrar interesantes anécdotas sobre este método anticonceptivo”.
Agregando: “Sería bueno que los jóvenes villaclareños repasaran la milenaria historia del condón, así podrían elegir con más facilidad entre la tripita egipcia del pasado milenio o el caparazón de tortuga ideado por los japoneses. Ante la escasez, valen todas las iniciativas”.
Los villaclareños no se quedan atrás en el consumo de la llamada “capucha inglesa”. De acuerdo con cifras también oficiales, en esa provincia se compran 5,000 condones diarios en una población de 397,253 varones (vs. 386,455 hembras), lo cual arroja la interesantísima cifra de 150,000 condones mensuales.
La misma historia se reportaba en Bayamo en noviembre de 2017, con el correlato inevitable: la emergencia de una bolsa negra de condones, a cinco pesos el paquete de tres, que el Estado vende a uno. Una gentil bayamesa de 75 años dijo entonces con toda la razón del mundo: “Me preocupa que mis nietos, ahora en edad sexual, no cuenten con los medios para proteger su salud o evitar un embarazo no deseado. Creo que se está justificando el mal trabajo de los encargados de la salud del pueblo, con respuestas que pueden traer males mayores”.
En marzo de 2019, en La Habana y otras zonas del país se reportaron problemas con el abastecimiento de los condones. Varias fuentes señalaban que se habían perdido de las farmacias. Una joven de Centro Habana me lo confirmaba entonces en Facebook: “He ido a tres farmacias y no hay condones”. Añadiendo: “Según lo que investigué, dan igual número por zona en los médicos de familia y ellos se encargan de repartirlos, sobre todo a los jóvenes sin pareja estable y en edad sexual activa o a quien los vaya a pedir. Los grupos que hacen campañas publicitarias contra el SIDA sí tienen, pero en el mercado no hay”.
A fines de enero de 2020 se está reportando una nueva crisis, de nuevo en La Habana y también en otras provincias. “No hay”, les dicen a los usuarios que van a las farmacias o llaman por teléfono. Un artículo reciente del periódico Juventud Rebelde llamaba la atención sobre el hecho: “En cuanto a las marcas ya registradas en Cuba, Vigor y Momentos” –escribe la periodista–, “todos [los encuestados] coincidieron en mencionar la primera como su preferida porque el producto es más fuerte y está mejor lubricado, pero no pueden escoger porque ambas marcas escasean en farmacias y otros puntos alternativos, como cafeterías y bares, preocupación que también llega a esta Redacción desde otras provincias”.
Y luego: “Algunos afortunados contaron experiencias con preservativos foráneos y los de la marca Clímax (que actualmente entregan en sus acciones de prevención los voluntarios de Prosalud), diseñados para incrementar el placer al incorporar sabores y texturas irregulares. ¿No es posible una venta alternativa de estos productos en las TRD?, nos preguntan”.
Cierta prensa europea llegó a afirmar una vez que se trataba de una operación oficial para aumentar la natalidad. Uno de los tantos disparates que hay que leer sobre Cuba, y ciertamente no solo de vez en cuando. El problema, sin embargo, es bastante más pedestre: una mezcla letal de falta de previsión e ineficiencia, un rayo que no cesa. Dicen algunas guías turísticas –y en esto no mienten– que en Cuba el sexo es un pasatiempo nacional, acrecentado en épocas de crisis.
Los responsables del problema tienen entonces la palabra ante legrados excesivos y una posible pandemia –esa palabreja que en griego quiere decir “enfermedad del pueblo” –, compuesta esta vez por males venéreos y SIDA.
Hacen falta muchos analisis como este a ver si alguna vez el cantaro se rompe, de tanto ir a la fuente. Felicidades al autor y a OnCuba por publicarlo.
Gran articulo!
Wow, esto es un seboruco contra la burocracia…