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Para millones de cubanos, 2025 ha sido otro año cuesta arriba. Parecía difícil superar el muy duro panorama de los 12 meses anteriores, pero en la Cuba de la postpandemia las dificultades y malas noticias siguen siendo el pan de cada día, sin que por ahora no haya indicios de un cambio de escenario.
Con el agravamiento de la crisis económica y social, la vida cotidiana se ha vuelto aún más difícil en un país donde la escasez, los apagones prolongados, la inflación sin freno, la caída productiva y el deterioro de los servicios públicos se agudizaron con el paso de los meses.
La cada vez más deficitaria situación electroenergética no ha dado tregua a los cubanos, a pesar de los planes gubernamentales para intentar revertirla. Mientras, más allá del discurso, las autoridades no han logrado dar con la tecla para “reimpulsar la economía”, y su apuesta redoblada por la dolarización ha profundizado las ya importantes brechas sociales existentes en la isla.
Por si fuera poco, el huracán Melissa asestó un golpe devastador a la zona oriental y ahondó un panorama ya de por sí crítico. En tanto, la expansión por toda la isla de una epidemia de dengue y chikungunya, todavía en marcha, no solo ha cobrado vidas y ha afectado a buena parte de la población, sino que también ha puesto más al descubierto las carencias del sistema de salud.
A la par, el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca trajo de vuelta la retórica confrontacional —de lado y lado— y un regreso a la máxima presión de Washington sobre la isla, con indiscutibles repercusiones en la economía y en el día a día de los cubanos. Súmese a ello la actual campaña contra Venezuela que amenaza con cortar el ya bajo suministro de combustible a Cuba.
Tampoco han faltado medidas impopulares como el tarifazo de Etecsa, quejas y protestas ciudadanas tanto en las redes como en las calles, casos con resonancias dentro del Gobierno como el juicio a Alejandro Gil y la destitución de la exministra de Trabajo, y campañas gubernamentales contra las drogas, la corrupción y la basura, que no han logrado cortar estos problemas.
A punto de cerrar diciembre, OnCuba se acerca a varios de los temas y hechos que marcaron el acontecer de la isla en 2025, un año en que la crisis se profundizó y la resiliencia social volvió a ser puesta a prueba.
2025: Lo que quedó, lo que se fue, lo que llegó para la economía cubana
Apagones sin fin y un sistema eléctrico al borde del colapso
La generación de electricidad en Cuba tocó nuevos mínimos en 2025. Lejos de recuperarse, el Sistema Eléctrico Nacional (SEN) continuó su deterioro progresivo para agobio de los cubanos, frente a la inefectividad de los planes gubernamentales para paliar la severa crisis energética —que se extiende ya por varios años— y el impacto de las sanciones estadounidenses.
Tras cerrar 2024 con tres desconexiones generales, este año volvieron a ocurrir varias caídas totales o parciales del SEN. Mientras, las afectaciones diarias marcaron nuevamente récords negativos, que superaron incluso los 2100 MW —un umbral impensable poco tiempo atrás—, y los apagones llegaron a extenderse por 20, 30 y más horas consecutivas en distintas localidades del país.
Como el año pasado, las añejas termoeléctricas siguieron siendo el eslabón más frágil, con roturas frecuentes y mantenimientos atrasados o incompletos. La obsolescencia tecnológica y la falta de piezas de repuesto convirtieron cada salida de servicio en una amenaza de colapso mayor.
Por si fuera poco, la crónica escasez de combustible agravó más el panorama y ha llegado a restar más de 1000 MW, en particular en la generación distribuida. A ello se sumó la partida de centrales flotantes turcas, que durante años habían sido un parche clave para sostener el sistema.
En este contexto, el Gobierno aceleró su programa de parques solares, presentado como una solución estratégica, y amplió los mantenimientos a las termoeléctricas. Sin embargo, los avances han quedado por debajo de lo esperado y no han podido disminuir los apagones, y para el próximo año no se esperan mejoras significativas, de acuerdo con las propias autoridades.
Alejandro Gil: juicio, condena y silencio oficial
La figura de Alejandro Gil, ex vice primer ministro y exministro de Economía, volvió a ser noticia en el año que termina. Su destitución y encarcelamiento en 2024 tuvo ahora su desenlace judicial. Tras meses de silencio oficial, el exfuncionario fue juzgado y condenado por delitos asociados al espionaje y la corrupción, en juicios de los que se conocieron escasos detalles.
El manejo informativo del caso estuvo marcado por el secretismo y el mutismo institucional. El proceso, celebrado en noviembre sin acceso público ni una necesaria información oficial sobre pruebas y fundamentos jurídicos, alimentó debates y especulaciones dentro y fuera del país.
Finalmente Gil, quien lideró reformas económicas polémicas en años recientes, fue condenado a cadena perpetua por espionaje y otros delitos graves, además de recibir una sanción adicional de 20 años de cárcel por corrupción, según notificó a posteriori el Tribunal Supremo de la isla.
El caso se inscribió en una campaña gubernamental más amplia contra la corrupción, que ha derivado en la remoción de otros funcionarios a distintos niveles, lo que también han generado suspicacias, cuestionamientos y llamados a la transparencia por parte de opositores y la ciudadanía.
En paralelo, se produjeron otros cambios en la estructura del Estado y el Gobierno que, aunque no ya vinculados a la corrupción, contribuyeron a una cierta reconfiguración del estamento oficial en medio de la crisis. El caso más sonado, sin dudas, fue el de la exministra de Trabajo Marta Elena Feitó, forzada a renunciar tras negar públicamente la existencia de la mendicidad en Cuba.
Díaz-Canel promete “guerra sin cuartel” contra la corrupción tras condena a exministro Alejandro Gil
El Tarifazo de Etecsa, entre protestas y concesiones parciales
El aumento de las tarifas de la Empresa de Telecomunicaciones de Cuba (Etecsa) fue, sin dudas, uno de los episodios de mayor controversia para los cubanos de dentro y fuera de la isla, y una de las medidas más impopulares del año. Anunciado como necesario para sostener la infraestructura y los servicios, el llamado “Tarifazo” impactó de lleno en el acceso a internet y la telefonía móvil.
Como parte de las medidas, Etecsa impuso un límite de 360 pesos cubanos —cifra que, ahora mismo, no llega al dólar según la nueva tasa oficial flotante— para las recargas nacionales durante un mes. Además, estableció nuevos planes en pesos y en divisas, a precios prohibitivos para la mayoría de la población.
La reacción social fue inmediata, con un protagonismo inusual de los estudiantes universitarios, quienes articularon críticas públicas y demandas de revisión. Los cuestionamientos y protestas —que llegaron hasta a la convocatoria de un paro estudiantil— pusieron en evidencia el malestar acumulado en el país y el valor estratégico de la conectividad.
El Gobierno respondió con una mezcla de justificaciones, llamados al diálogo y advertencias, al tiempo que Etecsa introdujo pequeñas modificaciones en los planes tarifarios. Estas concesiones —como un paquete adicional y otros cambios pensados para los universitarios—, intentaron maquillar el golpe del Tarifazo, pero en la práctica no supusieron cambios sustanciales.
La fuerte controversia sobre las nuevas tarifas de Etecsa expuso no solo el costo del acceso a telecomunicaciones en Cuba, sino también la creciente dolarización —explícita o encubierta— de servicios básicos en medio de una economía cada vez más dependiente de divisas externas.
Etecsa multiplica sus ingresos diarios por encima del 5 000 % luego del tarifazo
El golpe funesto de Melissa
El huracán Melissa azotó con fuerza el oriente de Cuba a finales de octubre. El fenómeno meteorológico, categoría 3 en la escala Saffir-Simpson, atravesó el extremo oriental del país con vientos de hasta 200 km/h, lluvias torrenciales, inundaciones y marejadas ciclónicas. Sus intensas precipitaciones provocaron desbordes de ríos y presas, y severos daños en zonas ya vulnerables.
Aunque las autoridades no reportaron fallecidos como consecuencia del meteoro, las cuantiosas afectaciones se extendieron a más de 100 mil viviendas y unas 150 mil hectáreas de cultivos, e incluyeron daños significativos en las redes eléctricas y de telecomunicaciones, la infraestructura vial, e instituciones públicas, entre ellas unos 600 centros médicos y 2 mil escuelas.
En consonancia con la devastación causada por Melissa y el complejo escenario socioeconómico de la isla, el proceso de recuperación ha sido especialmente difícil, no exento de dificultades y quejas ciudadanas. Miles de personas debieron ser evacuadas y otras muchas movilizadas hacia los territorios golpeados por el huracán para contribuir con las arduas tareas recuperativas.
En este proceso, las autoridades y fuerzas del país han contado con el acompañamiento y la ayuda humanitaria proveniente de gobiernos, organismos internacionales y agencias de Naciones Unidas. A ello se han unido iniciativas desde la sociedad civil, las iglesias y organizaciones religiosas y la comunidad cubana en el exterior, con donaciones y asistencias directas a los damnificados.
Recién, a casi dos meses de Melissa, la Defensa Civil decretó la vuelta a la normalidad de Santiago de Cuba, la provincia más afectada. Aun así, sigue restando mucho por hacer en territorios donde el ciclón puso en evidencia las carencias y vulnerabilidades acumuladas por años de crisis y desamparo.
Programa Mundial de Alimentos asistirá por un año a más de 900 mil afectados por huracán Melissa
Una epidemia en medio de la crisis
Cinco años después de la llegada de la COVID-19 y en medio de un agravamiento de la crisis socioeconómica en la isla, otra epidemia a asolado Cuba. La aparición en Matanzas de casos de chikungunya y su posterior expansión por todo el país, a la par de otros virus como el dengue y el oropuche, desencadenaron una compleja situación epidemiológica que se extiende hasta hoy.
Las autoridades tardaron en declarar la epidemia y hacerle frente como tal, mientras las arbovirosis tenían un terreno fértil para propagarse. La acumulación de basura, los problemas de abasto de agua y el deterioro higiénico se confabularon para favorecer la proliferación de los mosquitos.
A este panorama propicio para las enfermedades, también han contribuido las carencias de medicamentos, pruebas diagnósticas, personal médico y suministros hospitalarios, lo que ha tensionado aún más un sistema sanitario profundamente afectado por los efectos de la crisis.
Meses después de los primeros casos, el Ministerio de Salud Pública (Minsap) cifra en más de 48 mil los contagiados por el chikungunya y en cerca de 29 mil los enfermos de dengue, en tanto los fallecidos por ambas enfermedades sobrepasan oficialmente los 50. No obstante, muchos estiman que los números reales, tanto de infectados como de muertos, son en realidad muy superiores.
Por su parte, las propias autoridades reconocen sus estadísticas como un subregistro, debido a muchos enfermos no acuden a los centros médicos. A la par, han comenzado a realizarse ensayos clínicos y consultas especializadas, en particular para pacientes con secuelas crónicas del chikungunya, mientras los pronósticos oficiales apuntan a una mejoría y un posible control.
Más dolarización: nuevo mercado cambiario y polémicas
Aunque la dolarización no comenzó en 2025, en el año que termina el Gobierno cubano redobló su apuesta por un proceso que acota como parcial, pero que ha ido extendiéndose por todo el entramado económico. La expansión de las tiendas en divisas y la autorización de las transacciones en dichas monedas consolidaron un modelo con indiscutibles repercusiones sociales.
Tras meses de espera, el Banco Central de Cuba (BCC) estableció finalmente en diciembre una nueva tasa oficial flotante, pero lo hizo sin eliminar las otras dos existentes, que se mantienen fijas y benefician a las empresas estatales. Ello fragmenta aún más el mercado cambiario oficial y, en opinión de analistas independientes, acentúa las distorsiones que el Gobierno dice querer eliminar.
Por demás, la nueva tasa para las personas naturales y negocios privados confirmó oficialmente la significativa devaluación del peso cubano ante las divisas, visible en las transacciones del mercado informal, al fijar sus valores en el mismo rango de este. Ello, pese a la campaña contra el medio opositor El Toque, acusado por el Gobierno de manipular la tasa informal por motivos políticos.
Poco antes, el propio Gobierno aprobó un nuevo sistema para la gestión, el control y la asignación de divisas, que da luz verde a las transacciones bajo su autorización en monedas extranjeras, valida la circulación de estas en la isla, y establece un mecanismo para asignar divisas a actores económicos que no las generan, pero “las requieren para actividades económicas priorizadas”.
Las autoridades cubanas aseguran que estas medidas de dolarización son “temporales”, que la intención es establecer una única tasa unificada —aunque de manera “gradual”—, y que estas reformas buscan “ordenar la economía y fortalecer el sistema financiero”. Mientras, expertos advierten de su impacto directo en el poder adquisitivo de la población y su alto costo social.
Los impactos prácticos de las últimas medidas de la dolarización parcial en Cuba
