La economía cubana se identifica por su carácter abierto; es decir, depende en gran medida de las importaciones y exportaciones. De tal suerte, esa condición la hace más vulnerable a las circunstancias internacionales, fundamentalmente respecto al estado de sus socios comerciales más cercanos.
Según explica José Luis Rodríguez, asesor del Centro de Investigaciones de Economía Mundial (CIEM), se trata de una situación en que la mayoría de los países registra valores de crecimiento en 2013 inferiores al año precedente, lo cual confirma una tendencia a la desaceleración.
Así ocurrió en Venezuela, principal destino y origen del comercio exterior cubano. Su PIB aumentó 5,6 por ciento en 2012; sin embargo, cerró diciembre con 1,2 por ciento, sumado a una inflación interna de 54 por ciento. “Sin duda alguna, eso tiene repercusiones en toda su actividad económica y social”, apunta Rodríguez.
Otro tanto sucede con España, que volvió a decrecer durante el pasado año, y durante 2014 se espera un incremento pequeño. En el caso de China, si bien presenta una tasa comparativamente favorable (7,5 por ciento), también muestra niveles de deflación. A ello hay que agregar un cambio en su modelo de crecimiento, más orientado al mercado interno y menos a la inversión, lo cual supone una inferior demanda externa de materias primas y combustibles.
Se ha dicho que el aumento de 2,7 por ciento del PIB cubano fue un resultado inferior a lo previsto, y para 2014 los estimados son aún más pequeños, alrededor del 2,2 por ciento. A juicio del especialista, aquí el impacto fundamental se debe a la caída de los ingresos externos. Por ejemplo, en las exportaciones de bienes, el níquel descendió en volumen, debido al cierre de la planta “René Ramos Latour”, en Nicaro (Holguín), y a la vez hubo una caída violenta de los precios, en 17 por ciento.
Mientras, la cotización del azúcar disminuyó 15,5 por ciento, y aunque crecieron los volúmenes de producción nacional, no se cumplieron los planes establecidos. En este sentido debe mencionarse el tímido aumento del turismo, en 0,5 porciento, además de otros factores antecedentes, como las pérdidas por 7 mil millones de dólares tras el huracán Sandy, en 2012.
Rodríguez señala que para este año los análisis realizados indican un movimiento alcista en diferentes escalas, tanto en el azúcar como el níquel. Asimismo se prevé que baje el precio de los combustibles, fenómeno con consecuencias beneficiosas, si hablamos de importaciones, pero con implicaciones adversas para las exportaciones de derivados del petróleo, uno de los 5 primeros rubros cubanos destinados al mercado foráneo. “Habría que ver en qué medida un efecto puede compensar el otro”, comenta el asesor del CIEM.
También es previsible un despegue en el turismo, a partir del 13 por ciento superior reportado en enero, y se mantiene la ansiada meta de los 3 millones de visitantes, a pesar de que una marcada estacionalidad provoca cierta incertidumbre. En cuanto a la exportación de servicios médicos, la presencia en Brasil y Ecuador aporta nuevos ingresos.
Otro aspecto de significativa importancia es lo relativo a la deuda externa con Japón, Rusia y México. “Cuba ha venido haciendo dos cosas: renegociando, con procesos favorables en 2013, y pagando la deuda ya renegociada. Esto tiene un impacto positivo en cuanto a credibilidad, pero otro negativo en cuanto a liquidez; abre camino para nuevas negociaciones y convenios, pero también hay que cumplir con esos compromisos”, subraya Rodríguez.
Completan este escenario el relanzamiento de la inversión extranjera en el país, con énfasis en la nueva ley que regirá esa actividad a partir de su entrada en vigor próxima, y la Zona Especial de Desarrollo del Mariel; junto a la remesas, de las cuales todos los estimados arrojan números crecientes cada año, con la particularidad de que no se destinan solamente al consumo, sino como capital para el sector privado.
Amén de la compleja situación internacional, el profesor Juan Triana, del Centro de Estudios de la Economía Cubana, vislumbra posibilidades. “Las crisis tienen una gran virtud, y es que nos obligan a cambiar, queramos o no. La historia de las crisis es también la historia del éxito de muchos países que han logrado sustituir a otros en su posición en el mercado mundial”.
Así pues, América Latina y el Caribe, como “ambiente natural” de la Isla, ofrecen notables ventajas comparativas. Triana opina que no se ha sabido aprovechar desde el punto de vista económico los espacios políticos logrados en el continente, por ejemplo, el ALBA y la CELAC.
Algo similar ocurre con la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI), donde se han explotado poco las preferencias arancelarias, el comercio inter industrial y de bienes intermedios; tampoco existen acuerdos de libre comercio ni de complementación económica para la liberalización de servicios.
“Dentro de la política del país está explicitada la necesidad de diversificar nuestros socios comerciales. Creo que lo que está pasando con Brasil en estos momentos es una muestra clara de las intenciones y las políticas dirigidas a ello”.