La deuda externa es un problema de seguridad nacional para Cuba. Así la catalogó José Luis Rodríguez, exministro de Economía y Planificación, quien la incluyó entre los cuatro horizontes más urgentes que debe enfrentar el país, junto a la necesidad de un plan antiinflacionario global, la producción de alimentos y la generación de energía. Son horizontes estrechamente relacionados, pues del pago de la deuda dependen en gran medida también los otros.
Por ejemplo, la puesta en marcha de un Programa antiinflacionario que permita enfrentar el control de precios y contribuya a la estabilización macroeconómica a mediano plazo, requiere restablecer flujos financieros externos, con los que no podemos contar hoy debido al nivel de deuda externa.
Cuba ratifica al Club de París su intención de cumplir con sus obligaciones financieras
Por otro lado, del aumento de la credibilidad financiera del país —que solo puede alcanzarse mediante la negociación y pago de la deuda— depende el acceso a créditos nuevos, que son la principal fuente para garantizar importación de recursos y materias primas, tanto para la producción de alimentos como para la generación de energía.
Cuba no tiene más alternativa que lidiar con su deuda, entendiéndola como lo que es: una carga indeseable, pero imprescindible.
La deuda envejece, pero no muere
Al cierre de 2020, la deuda externa del país se calculaba en unos 28.671 millones de dólares (USD), conformada por un adeudo pasivo o de largo plazo y uno activo o corriente.
La deuda de largo plazo de Cuba comenzó a incumplirse en 1986, con la interrupción de pagos y negociaciones de la llamada “deuda oficial o bilateral con otros países” (nuestros acreedores mayoritarios) reunidos en el denominado Grupo de Acreedores de Cuba dentro del Club de París.
También se detuvo el pago de la deuda comercial con entidades bancarias y acreedores privados aunados en el Club de Londres. La interrupción se materializó en ajuste a la postura del gobierno cubano, que las reconocía como impagables.
No obstante, la posición se vio moderada en los años 90 por la necesidad de acceder a créditos en mejores condiciones, como un asunto de primer orden para la reanimación del financiamiento externo, tan necesario para la economía doméstica.
A lo largo de la década se realizaron esfuerzos por restablecer el diálogo con los miembros de ambos Clubes. Pero no fructificaron.
No fue hasta 2015 que se logró un acuerdo multilateral entre La Habana y sus acreedores del Club de París. El entendimiento fue descrito como “histórico”. Con razón. Lo pactado cubrió la vieja deuda oficial impaga desde 1986, tras casi treinta años desde el último reembolso y más de diez de negociaciones.
Se renegociaron 11.100 millones de USD. Del débito total se perdonó a la isla el 100 % de los importes por intereses de demora; es decir, 8.500 millones. La decisión final fue que La Habana honrara la cifra de 2.600 millones de USD.
La deuda activa o corriente quedó excluida del arreglo. Esta refleja las transacciones financieras y comerciales, y su saldo se calcula en función de los nuevos financiamientos recibidos por el país.
Al cierre de 2018, según datos oficiales de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI) esta deuda ascendía a 18.441 millones de pesos, y la conformaban en más del 50 % adeudos bilaterales con Venezuela y China.
Sobre la deuda vencida con el Club de Londres aún no se logra un entendimiento. Esta proviene, en lo fundamental, de préstamos desembolsados antes de la declaración de la moratoria por parte del Gobierno cubano en 1986. Se estima que asciende a 6.400 millones de dólares.
La falta de un acuerdo con los acreedores bancarios y privados ha llevado al país a enfrentar dos demandas ante el Tribunal Superior del Reino Unido: una por 100 millones de dólares, impuesta por CRF I Limited —el mayor tenedor de deuda cubana que forma parte de este Club— y otra de la filial británica del Banco Industrial y Comercial de China.
Un juicio presencial se ha programado para dar solución al caso y su inicio se ha previsto para enero de 2023. En palabras de John S. Kavulich, presidente del Consejo Económico y Comercial Cuba – EEUU, si el veredicto no favorece al Gobierno cubano y este se niega a pagar, podría enfrentar un embargo internacional.
Cuando del pasado depende el futuro
Para cumplir lo acordado en 2015, la isla está saldando a su Grupo de Acreedores del Club de París su deuda externa pasiva.
Sin embargo, desde el segundo semestre de 2019 el país tiene un default de deuda, es decir, no ha podido pagar.
Las primeras causas de este incumplimiento fueron el agravamiento de la crisis económica y política en Venezuela —principal socio económico de La Habana; y la aplicación de sanciones estadounidenses por parte del gobierno de Donald Trump —aún vigentes— que intensificaron el bloqueo económico y limitaron los vínculos comerciales y financieros de la Isla con otros países.
Desde 2020 a estas condiciones adversas del entorno internacional se sumaron los costos adicionales a la economía cubana y el retraso de su recuperación debido a los efectos de la pandemia —que aún no se superan; y al incremento en los precios de las materias primas y el combustible tras el inicio del conflicto ruso-ucraniano.
Como agravante añadido dentro del contexto de pandemia, Cuba no fue incluida en el acuerdo del G-20 para extender una moratoria en el pago de la deuda a las 74 naciones más pobres en apoyo al enfrentamiento de la COVID-19.
La sumatoria de factores obligó a la isla a solicitar una nueva renegociación de pagos a sus acreedores del Club de París.
Se logró un acuerdo que estableció un plazo suplementario para el pago de la deuda, aunque se desconocen los detalles. De modo adicional, se conoció que fue aceptada la posposición de los pagos del servicio de la deuda con Rusia y China hasta el 2027, aunque se aplicarán intereses moratorios.
A pesar de ello, nuestra credibilidad financiera terminó seriamente afectada. En noviembre de 2021, la agencia Moody’s Investors Service (“Moody’s”) bajó la calificación de riesgo de Cuba a Ca la cual, en esencia, refleja la confianza financiera en el país.
Y las cosas no pintan para mejor. Tanto el bloqueo de EE. UU. como la presencia de elevados niveles de endeudamiento influyen de forma negativa en el parámetro, y recibir una calificación desfavorable se traduce en dificultades para el acceso a créditos externos y en la captación de montos superiores de inversión extranjera directa.
La cuestión de la deuda externa transciende la esfera financiera y afecta el desenvolvimiento integral de la economía. Del mismo modo, de su adecuado enfrentamiento depende en gran medida la normalización del flujo crediticio procedente del exterior en el grado y condiciones que necesita el país, como ha enfatizado Mercedes García, investigadora del Centro de Investigaciones de Economía Internacional.
En pocas palabras: la renegociación de la deuda no pagada resulta esencial. Sin créditos foráneos se ve comprometida la capacidad de importar y, para alcanzar un crecimiento del 1 % en Producto Interno Bruto (PIB) en las condiciones de Cuba, se requiere un aumento en las importaciones de entre 2 % y 3 %.
Pero, revertir la crítica situación del endeudamiento externo tiene otra arista preocupante para el desenvolvimiento integral de la economía: los recursos financieros corrientes que se requieren para honrar el servicio de la deuda.
Entre 2008 y 2014, se estima que se pagaron 19.554 millones de dólares en servicio de deuda. En esa etapa, este indicador ascendió del 2,9 % al 3,8 % del PIB, y su punto más alto se alcanzó en 2013 con 5,4 %, según cifras ofrecidas por el exministro Rodríguez.
Al cierre de 2020 el monto de la deuda cubana alcanzaba “alrededor del 27 % de los 106.343 millones de USD en que se calcula el PIB, de acuerdo con estimaciones de la revista Economist Intelligence Unit”, referidas por el economista cubano Omar Everleny. Cumplir con nuestros compromisos de pago, en medio del que Everleny ha catalogado como “el peor momento” de la economía cubana implicaría el sacrificio de diversas necesidades esenciales de consumo e inversión que no pueden satisfacerse con recursos propios.
En un escenario macroeconómico de contracción del PIB, Cuba presenta serias limitaciones para enfrentar sus compromisos de pago. Es lo que podría definirse como un “asunto de prioridades”.
Una buena noticia relacionada con el tema de marras ha sido la condonación por parte de Argelia de los intereses pendientes de la deuda de Cuba y el aplazamiento de su reembolso “hasta nuevo aviso”. Lo que se debe a Argelia, principal proveedor de combustibles a Cuba en el continente africano, forma parte de la deuda activa de La Habana, en particular, la deuda con proveedores, que en 2018 ascendía a 7919 millones, según cifras de la ONEI.
A pesar de ello, el exministro Rodríguez insiste en que “se requiere que se reactive el financiamiento externo de alguna manera, logrando pagar algo o algún acuerdo con los acreedores que no sea solamente posponer el pago, porque eso no nos da financiamiento fresco”.
Las alternativas que propone el experto son “nuevas formas de pago —con un mínimo de liquidez— tales como swap (intercambio) de deuda por inversiones, pagos en moneda nacional con tasas de cambio preferenciales, emisión de bonos de deuda pública, recompra de deudas con descuentos, cancelación de deudas bajo el principio de obligaciones mutuas y pago de deudas con flujos de ingresos de determinadas exportaciones de bienes o servicios”.
En medio de tan complejo panorama, en el que se acumulan múltiples problemas internos y externos, el empleo de estas variantes podría significar una válvula de escape, una vía de restauración de flujos financieros externos de los cuales depende inevitablemente el desarrollo de Cuba.
quiten el bloqueo y la deuda se paga háganlo y verán
eres muy ingenuo piensas que con un par de tynelol es la solución