Marisel Cedeño, cubana de 34 años, acomoda el pañuelo azul cielo que cuelga sobre el cuello de su hijo Elías, de seis, mientras el colegio se llena poco a poco para la ceremonia del inicio del ciclo escolar.
Ella viajó unas diez horas en el coche de un desconocido —muchos cubanos viajan con autoestop— desde la provincia oriental de Granma hasta La Habana, a más de 800 kilómetros, para que el pequeño iniciara este curso en un colegio para niños con discapacidad a las afueras de la capital.
“El transporte está malo, nos quedan lejos las salas de rehabilitación (en su provincia), por eso nos vinimos para acá”, comenta a EFE.
Ahora vivirán, como lo han hecho muchas personas del oriente del país en La Habana, al menos hasta que su hijo termine la educación básica.
A pesar de las dificultades propias de un país sumido en una grave crisis, y que las autoridades califican como un escenario de “economía de guerra”, Cedeño ve que Elías tiene lo mínimo para iniciar sus clases.
Así como él, 1,6 millones de niños y jóvenes de Primaria, Secundaria y Preuniversitario de todo el país han vuelto este lunes a las aulas.
Sin embargo, el inicio del curso ha sido un rompecabezas para el Gobierno por todo el despliegue económico que significa para el Estado en un sistema socialista donde toda la educación es pública y gratuita.
Según datos oficiales, la demanda es de 4,2 millones de uniformes y la prioridad es de 1,7 millones (para los cursos iniciales de cada ciclo, porque el uniforme es distinto), según el Grupo de la Industria Ligera, perteneciente al Ministerio de Industrias.
En este curso está prevista además la entrega gratuita y “con una norma ajustada” de 13 millones de libretas importadas y 38 millones de lápices, informó el Ministerio de Educación.
“Taparíamos el sol con un dedo si pensamos que no tenemos problemas”, reconoce a EFE Esther María La O, la directora recién retirada de la Escuela Especial Solidaridad con Panamá. A pesar de todo, subraya, este lunes “es un día de fiesta”.
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“Un curso difícil”
La semana pasada, la ministra de Educación, Naima Trujillo Barreto, reconoció que este “va a ser un curso difícil”, pero agregó que “nada va a impedir” que la isla mantenga los “principios de gratuidad y universalidad” y sus “aspiraciones en términos de calidad”.
El principal obstáculo en este curso es la falta de profesores: el 12,5 % de las plazas docentes no están cubiertas. La plantilla es de 156 000 docentes, a la que se han reincorporado otros 12 000 (entre ellos jubilados), pero el país precisaría unos 24 000 más.
Al menos, en el caso de este colegio en el extrarradio de La Habana, ese no ha sido el caso. Aunque se trata de una excepción, especialmente en la capital.
Sobre esta problemática —que se ha agravado en los últimos años— inciden factores como la baja remuneración y la falta de atractivo de la carrera pedagógica para los jóvenes, aunque el principal es la fuerte emigración que sufre el país.
Las autoridades cubanas han reconocido que en los últimos años más de un millón de personas, en su mayoría jóvenes, han abandonado el país, aunque expertos independientes apuntan a que los migrantes en ese período serían más del doble.
El trasfondo de estos problemas básicos en el arranque del curso escolar es la grave crisis económica.
Desde hace cuatro años, Cuba sufre una profunda contracción económica, inflación desbocada, fuertes déficits fiscales, escasez de básicos (alimentos, medicinas, combustible), frecuentes apagones y una creciente dolarización.
El presidente Miguel Díaz-Canel afirmó recientemente en redes sociales que “nada impedirá” la apertura de las escuelas cubanas “en medio de un bloqueo económico (de Estados Unidos) sin precedentes, que daña sin piedad al sistema educativo”.