En los últimos tiempos se ha hablado bastante de bienestar animal (BA) en Cuba, sobre todo a partir de la implementación del Decreto Ley No. 31/2021. Sin embargo, cabría preguntarse si sabemos de hecho de qué se está hablando cuando se hace referencia al BA, que no es lo mismo que “bienestar de los animales”. El BA es un concepto —y también una ciencia— desarrollado dentro del campo de la medicina veterinaria y ramas afines por organizaciones relacionadas con la salud de los animales productivos, tras haberse comprobado que el estado y el bienestar de estos influyen en la salud de quienes consumen su carne, su leche, sus huevos y otros alimentos que de ellos se extraen.
La nueva ciencia del BA se propone, pues, garantizar la mejor calidad de vida posible a los animales destinados al consumo humano. Lo hace previniendo sus enfermedades, administrándoles tratamientos veterinarios apropiados, manejándolos y alimentándolos correctamente, y sacrificándolos de manera compasiva (si tal cosa existe), parámetros todos que descansan en las evaluaciones, las recomendaciones y los estudios científicos que se realizan con ese propósito.
La propia OIE (Organización Mundial de Sanidad Animal) —a la que Cuba pertenece desde 1972—, principal impulsora y reguladora de las normas de BA en el planeta, afirma que “El concepto de BA se refiere al estado del animal. La forma de tratar a un animal se designa con otros términos, como cuidado de los animales, cría de animales o trato compasivo.”
Queda en evidencia, por tanto, que BA es un concepto limitado a los animales que se crían y emplean para el consumo, el trabajo u otras funciones a favor de los humanos. Mientras, cuando hablamos del bienestar de los animales nos referimos a todas las especies, y lo hacemos movidos por un sentido ético y humanista, y no utilitario.
Cuando todo comenzó
La idea del bienestar animal (BA) surgió en Gran Bretaña a partir de la publicación, en 1964, de Animal Machines (Máquinas animales), libro escrito por la periodista inglesa Ruth Harrison. El volumen resultó un verdadero escándalo, porque exponía públicamente el alto nivel de crueldad y maltrato que sufrían los animales en las granjas, centros de cría y mataderos. Fue tal el impacto y el rechazo que provocaron estas revelaciones en la sociedad británica que no le quedó otro remedio al gobierno que emprender una investigación, la cual confirmó todo lo expuesto por Harrison y concluyó en la creación de un Comité Asesor para el Bienestar de los Animales de Granja, que luego sentaría las bases para que se firmara, en 1976, el Convenio Europeo para la Protección de los Animales en las Ganaderías.
Allí se esbozaron, por primera vez, “Los 3 Principios del BA” (todos los animales tienen derecho a disfrutar de salud y estar en buenas condiciones; a sentirse contentos; y a vivir una vida natural) y las “Cinco Libertades del BA” (todos los animales tienen derecho a: 1. Estar libres de hambre y sed. 2. Estar libres de incomodidades. 3. Estar libres de dolores, lesiones y enfermedades. 4. Disfrutar de libertad para manifestar su conducta normal. 5. Estar libres de miedo, angustia y sufrimiento).
Así, el concepto de BA, y la ciencia que se desarrolló a partir de él, fueron diseminándose por Europa y otros países de Occidente, gracias, también, a la influencia que ejerció la DUBA (Declaración Universal de Bienestar Animal, creada y promovida por la Sociedad Mundial para la Protección de los Animales, actual WPA) sobre la OIE (Organización Mundial de Sanidad Animal), entidad que terminó asumiendo el liderazgo del BA y publicando, a inicios de este siglo, sus primeras normativas referidas a los animales productivos.
Las batallas cubanas a favor de los animales
Puede decirse que la isla, a lo largo del último siglo (e incluso un poco más allá), no ha sido indiferente al bienestar de los animales, si bien la maduración de una verdadera consciencia ciudadana mayoritaria en ese sentido puede tomar, a veces, mucho tiempo (todo depende de la cultura y la educación ciudadanas). Pocos saben, sin embargo, que en una fecha tan remota como 1888 se fundó en La Habana una Asociación para la Protección de los Animales y las Plantas, de carácter industrial y benéfico. La imagen que la identificaba era la de un carretonero maltratando a un caballo mientras un ángel con espada lo reprendía.
El propósito de esta asociación era: “Proteger al hombre contra su ignorancia y malos sentimientos, proteger a los animales útiles, evitándoles todo maltrato y sufrimientos, y fomentar la industria pecuaria y agrícola, promoviendo su desarrollo y perfección, y removiendo cuantos obstáculos puedan impedirlo”. No puede negarse que este fue, sin dudas, un significativo primer paso hacia la consolidación de una consciencia de Bienestar Animal.
Dos décadas más tarde, ya liberada Cuba de España y en ocasión de fundarse la República, por petición de un prestigioso grupo de patriotas de la independencia, fueron abolidas las peleas de gallos, uno de los pasatiempos favoritos en zonas rurales cubanas durante la etapa colonial. Lamentablemente, al poco tiempo volvieron a ser autorizadas bajo la presidencia del general José Miguel Gómez (1909-1913) y, con sus altibajos, han conseguido mantenerse hasta hoy a pesar de ser contrarias al BA y al deseo de la mayoría de los cubanos.
No ocurrió lo mismo, por suerte, con las corridas de toros, tan caras al talante español, que sí fueron prohibidas en la isla gracias al empeño de sectores progresistas e intelectuales de la sociedad cubana, los cuales se opusieron a ellas sistemáticamente a lo largo de la primera mitad del siglo XX, cuando una parte de los españoles residentes en el país se empeñaban en reimplantarlas.
A estas batallas a favor de los animales se sumaban, por entonces, las asociaciones dedicadas a su defensa y protección, como el famoso Bando de Piedad (en realidad se llamaba Sociedad Protectora de Niños, Animales y Plantas), fundado por la estadounidense radicada en Cuba, Jeannette Ryder, el 27 de octubre de 1906, junto a un grupo de cubanos motivados por el asunto. El Bando de Piedad, justo es decirlo, era sostenido por las donaciones de los ciudadanos que deseaban ayudar no solo a los animales sino también a los niños y a las madres solteras que el Bando protegía.
Pero los tiempos cambian y, al cabo de varias décadas, el Bando de Piedad terminó por perderse en el olvido y el abandono; sin embargo, no ocurrió igual con el interés de los cubanos por defender y proteger a los animales. Es por eso que, en 1987, a raíz de aprobarse la Ley de Asociaciones, se crea inmediatamente, impulsada por la famosa (también, por su amor a los animales) Alicia Alonso, una nueva Asociación para la Protección de los Animales y las Plantas (ANIPLANT), que casi enseguida comenzó a trabajar por la promulgación de una ley favorable a ellos. Por falta de experiencia, y quizá también por las dificultades propias de los años 90, ese empeño no resultó exitoso, pero la intención que lo animaba nunca llegó a extinguirse.
Es, sin embargo, en el nuevo siglo, cuando se produce un auténtico salto en la consciencia animalista de los cubanos, como parte, quizá, del gran salto de consciencia que sobre temas animales y ambientales se venía (y se viene) produciendo, igual y paralelamente, en gran parte del mundo. Muchas de las personas que antes eran indiferentes al trágico destino de los animales comenzaron a expresar mayor preocupación hacia ellos, una mayor cantidad de cubanos se hicieron veganos o vegetarianos, y casi de la noche a la mañana brotaron en todo el país numerosos grupos dedicados a la protección y la defensa de los animales. Con renovada fuerza creció, igualmente, la demanda por la tan anhelada ley de protección, y tanto se pidió y pidió, que terminó por aprobarse el Decreto Ley 31/2021 “De Bienestar Animal” en el año 2021.
Pero el bienestar de los animales, que es la otra cara —inseparable— del bienestar humano (aunque muchos no se den cuenta de ello) solo se hace realidad mediante la voluntad y la acción diaria y sostenida de una gran cantidad de personas que no se rinden ante las dificultades cuando de ayudar a los animales desvalidos y maltratados se trata.
Estas personas que no se rinden, estos cubanos, están todos los días en las calles, en los centros de acogida (casas particulares puestas al servicio de los animales necesitados), en los parques, en las consultas veterinarias, brindando su esfuerzo, su amor, sus recursos (más bien pocos que muchos), su escaso tiempo libre, a favor de “los que no tienen voz”, y convirtiendo el bienestar de los animales en un hecho incontestable. Porque el caso es que pueden existir muchas leyes que defiendan estas u otras causas, pero al fin y al cabo son las personas las que hacen, las que actúan, las que marcan la diferencia entre un papel, un anhelo y la realidad.