Si la normalización entre Cuba y Estados Unidos fuese una ecuación, no se podría comprender sin el factor América Latina y mucho menos sin un subfactor llamado México. Entenderse con La Habana supone una reconciliación con el resto del continente (Canadá incluido) y con cualquier otro socio regional que comparte fronteras, intereses y problemas. Por esa razón, el presidente mexicano Enrique Peña Nieto conversó telefónicamente con Raúl Castro un día después del 17 de diciembre.
La diplomacia comercial con el sello del águila y serpiente azteca empezó a trabajar en su vecino caribeño con antelación, cuando todavía un supuesto boom económico del posbloqueo era un imposible político. La promotora de comercio e inversión ProMéxico abrió una oficina en mayo de 2014, cuando el secretario mexicano de Economía, Ildefonso Guajardo, viajó a la capital cubana en compañía de empresarios de su país, pocos meses después de la aprobación de una nueva política cubana para atraer al empresariado internacional.
Ya un año más tarde, el consejero comercial de Pro México en la isla, Luis Cabrera, pudo alardear en una entrevista de que su país tenía más proyectos de inversión en negociación que ningún otro país: un total de 19, siete de ellos en la Zona Económica Especial del Mariel.
“Con la nueva Ley de Inversión Extranjera y el anuncio de la cartera de proyectos prioritarios, las empresas mexicanas buscan aprovechar estas oportunidades de inversión y tener presencia en la isla para poder enfrentar la competencia que sin duda vendrá de empresas de otros países” explica el sitio web de la presidencia azteca al describir la relación económica entre ambas naciones.
Enrique Peña Nieto puede decir que con la visita de Raúl Castro a Mérida se “generan condiciones para que más empresarios mexicanos inviertan en Cuba”, además de restablecer un diálogo político de alto nivel que sobrevivió a la Guerra Fría, pero no a los gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón, del ahora opositor Partido de Acción Nacional (PAN), quienes deterioraron las relaciones con La Habana.
En su lista de prioridades como parte de los vínculos bilaterales, la presidencia mexicana remarca en el primer lugar que “el relanzamiento de las relaciones de México y Cuba coincide con la profundización del proyecto de actualización del modelo económico y social, impulsado por el Presidente Raúl Castro en su país.”
El gobierno de Peña Nieto ha tenido gestos a lo largo de los últimos dos años, como condonar una deuda de 340 millones de dólares o invitar a la ministra cubana de Finanzas, Lina Pedraza, al Foro Económico Mundial para América Latina, donde la titular explicó a empresarios los caminos de la actualización económica de su país isla, en compañía del entonces canciller mexicano, José Antonio Meade, y del secretario de economía, Ildefonso Guajardo.
Por su parte, el gobierno de La Habana otorgó en agosto de 2014 ventajosas preferencias arancelarias a cientos de productos mexicanos.
Este acercamiento diplomático-económico se puede simplificar en una metáfora muy sencilla: cuando los Estados Unidos hayan terminado de abrir la puerta hacia Cuba, los mexicanos ya estarán dentro… y en muy buenos términos con el anfitrión.
La línea roja
Pero no todo es negocio. La ley de Ajuste Cubano y sus estímulos para la trata de emigrantes representan también un problema para las autoridades mexicanas, que deben manejar este caso especial de tráfico humano donde participan los únicos latinoamericanos que no son deportados a sus países si son capturados al norte del Río Bravo.
Por cada balsero que se hace a la mar, unas seis o siete personas cruzan con éxito la frontera entre México y Estados Unidos, como indica información de la Guardia Costera de los Estados Unidos y del servicio de Aduanas y Protección Fronteriza norteamericano. En los primeros nueve meses de este año, más de 27 mil cubanos emigraron por esa vía terrestre, mientras que 4 462 lo intentaron por mar entre octubre de 2014 y el pasado septiembre.
La firma de un nuevo acuerdo migratorio buscaría desestimular esta migración irregular por la vía mexicana: si caen en manos de las autoridades de ese país, los cubanos serán deportados de vuelta a la isla.
Febrero de 2018
México y Cuba consagran su propia normalización, pero a juzgar por los reportes de prensa todo lo que parece importar es que el período de cinco años de Raúl Castro terminará en dos años y unos meses, como ratificó en unas declaraciones frente a Peña Nieto.
“Por cierto, ya como dije que en el último Congreso de nuestro partido y cuando tomé posesión de mi primer mandato de cinco años…el 24 de febrero del 2018 y me retiraré. Tal vez tendré más tiempo de venir por acá nuevamente, empezando por Mérida”
La fecha marcada para su salida de sus cargos de gobierno coincide con la conclusión de la actual Legislatura de la Asamblea Nacional de Cuba. El 24 de febrero de 2018 deberá quedar constituido un nuevo parlamento y se prevé que Raúl Castro no vuelva a ser elegido como presidente del Consejo de Estado, máximo órgano de gobierno en el país, cuyo sistema político no es presidencialista.
Sin embargo, muchos analistas prevén que pueda conservar sus cargos en el Partido Comunista de Cuba, y por otra parte, muy pocos se atreven a asegurar quién podrá ser su sucesor, aunque el primer vicepresidente Miguel Díaz-Canel, encabeza la lista de posibles candidatos, según la vox populi.
Escuche estas declaraciones de Raúl Castro en el minuto 15,08 de esta grabación:
Muy buena noticia, pues Cuba y Mexico ,han tenido muy buenas relaciones.Los malos momentos pasan y quedan para la Historia. Vendrán nuevos tiempos de Paz, Confraternidad, Colaboración, y Respeto Mutuo. Gobernantes, con vision de futuro, para trabajar en el sentido de que un Mundo Mejor si es posible, son los que hacen falta ahora.