Georgina Fonseca siempre consumió el arroz cultivado por su esposo. “Pero ahora que él ya no cosecha, tenemos que comprar el de la bodega y yo, sinceramente, no lo soporto. ¡Cuando tenemos que comer el criollo mis tardes en la cocina son un tormento, porque sacarle los “machos” y las piedras me lleva dos horas!”, nos cuenta en la intimidad del comedor de su casa, construida en el “casco urbano” de un pueblo de campo como Aguada de Pasajeros, en la provincia de Cienfuegos.
Este dilema de Georgina no es insustancial. El cereal de origen asiático es el plato básico en la alimentación de la familia cubana. Los 11,2 millones de pobladores de este archipiélago consumimos 11 libras (lb) como promedio mensual, lo cual suma más de 60 kilogramos (kg) per cápita y casi 700 mil toneladas anuales. Solo el 45 por ciento de la gramínea que ingerimos sale de los campos nacionales. El resto viaja en barco hasta nuestro país por unos 560 dólares cada tonelada.
Un proyecto de colaboración entre Cuba y Vietnam pretende impulsar desde 2010 el autoabastecimiento arrocero en varios municipios del país con potencialidades para alcanzarlo. Su propósito fundamental era lograr en un plazo quinquenal un rendimiento superior a las cinco toneladas por hectáreas (t/ha), aunque el tiempo pasó y ese tope promedio entre todos los cosecheros está lejos de ser alcanzado.
En el municipio Aguada de Pasajeros, principal centro agricultor de arroz de Cienfuegos se centraron esfuerzos bilaterales. De un grupo inicial de 13 campesinos vinculados la cifra hoy asciende a 77 afiliados, aunque en el territorio el total de arroceros supera la centena. También la cantidad de terreno creció de 144 hectáreas a 542 y las producciones ascendieron de 656 toneladas a más 2 757 en 2013; pero eso solo supone el 11,8 por ciento de las necesidades de consumo.
Lo llamativo es que tanto en 2014 como lo que va de 2015 los rendimientos de los campos lejos de crecer experimentaron una disminución.
Orlando Díaz Valdés, Director de la Empresa Agroindustrial de Granos de Cienfuegos aseguró que el programa resulta muy beneficiado con la entrega de equipamiento; pero reconoció que la falta de disciplina y de interés por la preparación que ofrecen los asesores asiáticos ha menguado las expectativas.
Desde 1898 se cultiva arroz en campos aguadenses. En la actualidad, más que un sustento económico, forma parte esencial de la identidad de sus habitantes. Cada mes de junio desarrollan la “Fiesta del Arroz”, una celebración donde participan cosecheros privados y empresas estatales. Pero ni siquiera en Aguada, con tanta tradición como el Sur del Jíbaro, en Sancti Spíritus, y las zonas de Granma y Pinar del Río tradicionalmente arroceras, el despegue productivo acaba de producirse.
Luis Morejón Santos ubica en 1942 sus primeros recuerdos de las plantaciones. Morejón es el principal productor de semillas de Aguada y recibió ayuda para incrementar el rendimiento en sus 20 hectáreas.
“Antes del asesoramiento asiático todo el proceso de preparación de la tierra y fertilización lo hacíamos, pero de forma desordenada, sin considerar su necesidad en los distintos momentos de una cosecha”, afirma. En cinco años sus niveles de producción ascendieron de tres a nueve toneladas por hectáreas. En 2014 consiguió 270 toneladas del cereal y para este año espera ganancias también, a pesar de la sequía.
Pero no todos los arroceros aguadenses reciben beneficios del proyecto de colaboración Cuba-Vietnam. Solo los productores con grandes rendimientos se beneficiaron. Al resto ni siquiera le imparten cursos de superación para preparar la tierra, nivelarla y emplear el agua en la medida justa.
Miguel Rosario Estrada y su hijo, Miguel Rosario Liyo, se inclinaron por el cultivo de arroz con la esperanza de mejorar su situación económica. “Desgraciadamente nosotros no recibimos beneficios del proyecto con Vietnam. Pertenecemos a una cooperativa de créditos y servicios (CCS). Allí, las cosas son muy diferentes. Los insumos nunca nos llegan en tiempo y los precios cada vez suben más”, explica Rosario, padre.
Lograr una cosecha cuesta entre 60 y 70 mil pesos por caballería. El saco de semillas vale 340 CUP, el de abono 75 pesos y la utilización de cortadoras, tractores o cosechadores se estima a 151 pesos por una hora, sin petróleo, el cual se compra aparte a tres pesos el litro. “Y no te hablo de los pesticidas, herbicidas, insecticidas y funguicidas que nunca encontramos en la cooperativa a tiempo y tenemos que resolverlo en el mercado negro, donde una mochila cuesta 2500 pesos en moneda nacional” aclara Miguel, el hijo.
La Empresa estatal de Granos subió el precio de compra del quintal de arroz hasta los 175 pesos, pero, comentan los Rosario, los gastos también aumentaron entre el 40 y el 60 por ciento. Según estos campesinos vender el mismo quintal “por la izquierda” les deja una ganancia de 100 pesos por encima, pero si los agarran podrían perder la membresía en la cooperativa y hasta la tierra.
Desde octubre de 2014 y como parte de la inversión vietnamita funcionan en el pequeño caserío de “La Paquita” dos molinos del cereal, una báscula de pesaje para más de 500 toneladas y tres silos de almacenaje con una capacidad superior a las 3000 toneladas.
Los molinos permitirían entregar un grano más limpio y fresco. “Pero -vuelve Rosario Liyo- cuando nos dijeron que cada 100 quintales nos descontarían diez de impurezas nos sentimos engañados. Los que entregan poco no sufren mucho pero para quienes llevan a estas instalaciones cosechas superiores a los 500 quintales las pérdidas sí son considerables”.
“Es que además, el manejo que hacen de los desechos también atenta contra las plantaciones cercanas”, denuncia. “El desperdicio de arroz lo arrojan en uno de los afluentes del regadío y provocan la extensión de lo que aquí conocemos como arroz “barbú” (granos de coloración roja) que destruye parcelas enteras”, insiste.
A pesar de la avanzada tecnología de “La Paquita”, los efectos de su puesta en marcha no son percibidos con alegría por los cultivadores… ni por los habitantes de Aguada, casi la primera línea de consumidores del arroz local. Entre ellos se cuenta Georgina Herrera, una mujer que desde la cocina puede medir la temperatura de las cosechas anuales o valorar con precisión el efecto que tiene sobre la economía nacional el deber de recurrir a millonarias importaciones.
La escena de un arroz primoroso, limpio y de buena calidad está aún lejos de su mantel. Allí se le seguirán acumulando, por el momento, piedras y machos.
me parecio muy bueno. como para ponerlo en granma y propiciar discusion sobre el tema.
Que bien estamos, cada día mejor…………………………………………………………………………………………
Realmente me asombra muy positivamente la objetividad de vuestros comentarios, On Cuba se ha convertido en una lectura obligada todas las mañanas.