Una semana, un mes, un año… A ciencia cierta, nadie puede predecir cuándo ocurrirá el próximo accidente protagonizado por algunos de los camiones privados que en Cuba se dedican a la transportación de pasajeros. Lo que sí todo el mundo da por sentado es que un hecho así está más cerca de lo que pudiera suponerse.
“Es como una ruleta rusa que tú juegas cada vez que subes a uno de esos carros. Cuando no es porque tienen malos los frenos o cualquier otra cosa, es porque los choferes son unos vejigos que le pagaron al dueño para tirar unos cuantos viajes y les importa un carajo la gente que llevan atrás. Pero fuera de ellos no hay muchas opciones, o te montas en uno, y pagas lo que te pidan, o te añejas sin poder llegar a ninguna parte”, asegura Lizardo Rivero, un residente en el municipio camagüeyano de Santa Cruz del Sur y quien al menos una vez por semana recorre los más de ochenta kilómetros que median entre su pueblo y la capital provincial.
Precisamente el día anterior al último accidente masivo ocurrido en la carretera hacia Santa Cruz (el 10 de octubre pasado: 16 muertos y más de una treintena de lesionados) Rivero estuvo en el camino, de regreso a su casa. “Fue un viaje súper cómodo, en una guagua que cogí en la misma esquina de la Colonia (el Hospital Pediátrico provincial, uno de los principales punto de “botella” –recogida– de la capital agramontina). Viajes como ese son los que uno quisiera hacer siempre, pero son oportunidades que se dan de Pascuas a San Juan. La mayoría de las veces te encuentras como hoy, esperando pa’ agarrar lo primero que aparezca”, comentó a OnCuba desde la “parada” que cada día improvisan decenas de personas en una esquina de la Carretera Central, al amparo de un par de árboles sembrados en la sede de la Dirección Provincial de los Joven Clubs de Computación y Electrónica.
Allí se congregan los que desean trasladarse hasta comunidades del sur de la provincia, en tanto los que tienen como meta el centro o el Occidente se ven las caras en las inmediaciones del Hospital Oncológico, y los que van hacia el Norte y el Oriente acuden hasta la tradicional terminal Ferro ómnibus, que desde hace años se dedica casi de forma exclusiva a los equipos privados.
“Sin los particulares esto se pararía”, reconocen dos de las despachadoras de la estación, aunque a una voz ambas piden no dar sus nombres. “Yo trabajo aquí desde hace casi treinta años y te lo puedo decir con fundamento”, apunta la mayor. “Antes del Período Especial teníamos un montón de salidas de ómnibus; incluso, pueblos como Vertientes o Florida contaban con carros cada 20 o 30 minutos y en las madrugadas las confrontas. No se descansaba un minuto. Y no te hablo de los trenes locales, que circulaban en varios horarios y con coches de verdad. Mira ahora como están las cosas: hoy mismo solo hemos anunciado cinco carros estatales y ya son más de las dos de la tarde. Hay lugares de esta provincia de los que –sinceramente– yo no sé cómo sale o entra la gente… y mucho menos cómo vive”.
De combustibles, inspecciones y precios
A seis pesos cubanos (unos 25 centavos de dólar estadounidense) se puede comprar el litro de petróleo en el mercado subterráneo, “y más barato si me lo pides en cantidá después que empiece la zafra”, aclara uno de los suministradores a la red de transportistas privados de la ciudad de Camagüey.
La documentación oficial que deben presentar los titulares de licencias para justificar la adquisión del combustible es solo una de las muchas ficciones que conforman el imaginario “oficial” de la actividad. “Este es un negocio de mentiras”, señala Manuel, chofer de un auto arrendado por 500 pesos diarios. “Se meten cuentos con el combustible, que el Estado sabe que no podemos comprar en los ServiCupet porque no da la cuenta; se meten cuentos con las inspecciones del Somatón –inspección de tránsito–, que se compran entre cincuenta y cien pesos (CUC) en dependencia del tipo de carro; se meten cuentos con los chequeos en la carretera, que cualquiera puede pasar con solo aflojarle algo a los inspectores o la Policía. Olvídate de lo que salga en el noticiero, a la hora de la verdad solo importa el dinero, tanto pa’ viajar como pa’ mantenerte en el negocio”, asegura.
Dinero es la palabra más repetida por quienes mantienen en marcha el complejo mecanismo del transporte privado en Cuba. Se trata de una red en la que forman filas los propietarios de los equipos, que en muchos casos no los trabajan, los operarios y todo un ecosistema de proveedores, “controladores” estatales y otros implicados de forma tangencial en un negocio que cada año mueve miles de millones de pesos.
La cifra no es exagerada. Solo los pasajes Habana-Santiago, en camiones particulares de porte nacional, pueden superar los 300 pesos cada uno fuera de las llamadas “temporadas altas” (verano, y comienzos y finales de año). En cada viaje pueden moverse más de 50 personas. La suma crece con solo unir los ingresos de los miles de autos y otros vehículos similares que cubren cientos de rutas intermunicipales y regionales y que mantienen en comunicación a casi la totalidad de la isla.
Los cambios en las políticas que regulan el trabajo por cuenta propia abrieron la puerta a nuevos actores, sobre todo a muchos que invertían con fondos obtenidos en otras actividades (la agricultura y la colaboración en el exterior, por ejemplo) y también a aquellos que lo hacían en nombre de personas residentes fuera de Cuba.
Pero más transportistas no han traído por consecuencia una mejora de los servicios. Hasta ahora, el incremento en el número de porteadores ha tenido sus mayores efectos en la elevación de los precios de los pasajes y la mortalidad provocada por los accidentes masivos que de tiempo en tiempo protagonizan.
Solo unos días antes del desastre ocurrido en la carretera a Santa Cruz del Sur, el 6 de octubre, otro hecho similar había dejado tres fallecidos y 16 lesionados en las cercanías de Santiago de Cuba.
Precisamente la mitad oriental del país, con carreteras en peor estado técnico y mayor dependencia del transporte privado, es la que sufre de forma más aguda el problema, que en algunas regiones alcanza niveles crónicos. Un caso representativo lo constituye la Carretera Central, que en tramos como la Curva de Ignacio (al este de la ciudad de Camagüey) o el ramal Las Tunas-Bayamo archiva una larga cadena de hechos trágicos, sin que las medidas oficiales hayan podido revertir la situación.
De acuerdo con estadísticas de la Dirección Nacional de Tránsito solo en 2014 los accidentes masivos dejaron 81 muertos y 786 heridos, cifra que equivale a la décima parte del total de ambas estadísticas, pese a que el número de incidentes representa poco más del 0,4 por ciento de los hechos reportados.
“No creo que sea algo que vaya mejorar”, reflexiona José Luis Sawyer, un mecánico de larga experiencia, especialmente con vehículos estadounidenses. “Haría falta que cambiaran unas cuantas cosas. En primer lugar, el estado técnico de muchos de esos carros, en segundo las condiciones de las vías en que circulan, en tercero que controlaran más a los que manejan y cómo lo hacen. No creo que el Estado esté ‘puesto’ para eso o tenga cómo cambiarlo, y la gente no puede darse el lujo de esperar. Cuando la necesidad aprieta no hay quien crea en la mala suerte”.
He leído completamente el comentario y me parece que hay cosas traídas por el pelo, incluso hasta el título. Y sobre todo, lo de los jóvenes choferes como responsables de los accidentes. No creo que la juventud sea la causa de los accidentes esos, que cuestan decenas o cientos de muertos cada año. Las causas son otras, entre ellas que no puede ser seguro un vehículo de 1950 0 1960, incluso de antes, tirando pasaje. Los choferes, mientras más jóvenes, más habilidades tienen, mejores reflejos, pero esas cosas no valen de nada si el vehículo sobre el cual va no responde. Hace unos años. Ocho o 10 tal vez, en la autopista, sobre la monumental, se desintegró un panel cargado de personas y hubo una gran cantidad de muertos. Las causas nunca se hicieron públicas, pero alguien bien informado me dijo que había sido por fatiga física del vehículo. Unos años antes, en el central azucarero Habana Libre, una voladora -una especie de rueda dentada enorme- se rompió también por fatiga física y dejó algunos muertos. Nada, que el hierro, aunque sea hierro, no es eterno. Llega un momento que dice hasta aquí y ya.
Estoy seguro de que si la población pudiera decidir en qué montar, incluso si tuviera opciones cada tiempos prudenciales -10, 15, 20 minutos o hasta una hora- no pagaría por subir a uno de esos camiones. ¿Y por qué no hay alternativas para la población? Alguien puede decir que es un problema del bloqueo, pero no, porque en China se pueden comprar buses, minibuses, incluso mejores que los famosos Yutong con los cuales pensamos alguna vez que se resolvería todo de un plumazo. Estoy en funciones de trabajo en Bolivia y acá hay ómnibus chinos por miles. Los importan y se los venden a la gente común, que los compra a plazos y los pone a funcionar en el transporte públicos, sin contaminar tanto como los camiones nuestros, o como los almendrones. Incluso, sin necesitar petróleo robado.
Me he adentrado en este comentario y quisiera seguir, porque todos en Cuba -y cuando digo todos, es todos, desde el más humilde habitante hasta el más alto dirigente del país- sabemos que el combustible que usa el transporte privado es robado. Se lo roban al Estado. De lo contrario, a nadie se le ocurriría pensar que un auto pequeño iba a cambiar su motor de gasolina por unos de petróleo, cuando la diferencia de precios entre ambos es mínima.
La Habana da pena por la contaminación. Caminas un rato por las calles y llegas a casa con la camisa negra de humo y con ardor en las mucosas de la nariz. Y no hay controles. Y todos esos autos pasan por el somatón y luego te pasan por el lado y frenan en una sola goma.
En fin, sobre esto pudiera hacer un tratado, pero termino con una propuesta: ¿Por qué el gobierno no vende buses y minibuses a precios normales, como en todo el mundo, para que la gente se dedique a trabajar con ellos? Y cuándo digo precios normales, me refiero a los 16 mil dólares que puede valer un minibús Toyota, cero kilómetro, o a los 80 mil que puede valer un ómnibus Mercedes Benz, Scania, incluso de hasta dos pisos. Claro, si los precios son los irrisorios que tienen en los lugares donde venden ahora, jamás habrá transporte público en Cuba y muchas capitales provinciales seguirán con los ya vencidos caballos como único medio. Porque da pena ir a Santa Clara, Sancti Spíritus u otra capital cualquiera y ver los crímenes con los pobres jamelgos.
Es hora de terminar con los accidentes de una vez, pero no creo que la culpa la tenga la palabra “particular”, ni los jóvenes detrás de los timones, sino la edad de los vehículos. Que el responsable haga algo, que ya es hora.
Así que camiones “privados” y viajes hacia la muerte. Debe de ser que el Granma que leo y los datos de la DNT no son de Cuba; “Cinco muerto y seis heridos en Artemisa, (empresa estatal), “Dos muertos y 19 heridos en las Tunas”, un camión Maz-700, perteneciente al Ministerio de la Construcción se volcó, según la AIN. “Descarrila un tren de carga en Sancti Spíritus”, etc, etc, etc.
Si, debido al pésimo estado del transporte en Cuba se ha tenido que utilizar camiones privados, la gente se tiene que transportar no solo en ellos, sino también en tractores, vehículos tirados por animales, o en lo que sea. Pero ¿cuales son las causas y quienes son los responsables del viaje hacia la muerte?, ¿la propiedad privada? ¿No serán causas mas lógicas como, el exceso de velocidad, conducir bajo los efectos del alcohol, el mal estado de las carreteras y de los vehículos, la falta (o robo ) de piezas de repuesto y otras razones que no tienen absolutamente nada que ver con “lo privado” ?
El numero de muertos por accidentes en Cuba es algo verdaderamente espeluznante. Según la Dirección Nacional de Tránsito en lo que va de primer trimestre han habido 5,300 accidentes de transito, con un saldo de 346 muertos. De continuar así este año habrán unos 1,384 muertos. , La ultima cifra que leí del parque móvil de Cuba era de 700,000 vehículos, de los cuales 300,000 son estatales. Ahora bien, consideren por ejemplo un país como España con un parque automovilístico de 24 MILLONES. Sin embargo el numero de muertos por accidentes en el 2014 fue de 1,128. Otros países que tiene aun mas millones de carros privados que España, están por debajo de España en muertes por accidentes de tráficos y tienen 300 veces mas tráfico en las carreteras y ciudades que Cuba.
No hace mucho un periodista uruguayo “analizaba” la situación de los vagabundos que duermen en la calles de la Habana. Decía que esa situación había empezado con las “reformas raulistas”. Es decir, esas tímidas y minúsculas reformas que produjeron la pequeña propiedad privada en la isla, (peluquerías, vendedores de mangos callejeros, los paladares, etc), tenían que ver con la aparición de los vagabundos de la Capital. Ahora este articulo como aquel, nos quieren vender la idea que la culpa de todo es del “capitalismo” y de la propiedad “privada”.
¿HASTA CUANDO ABUSARÁN DE NUESTRA PACIENCIA ESTOS PERIODISTAS?
Este del transporte es un tema que tiene “tela por dónde cortar”, yo coincido con Héctor, el estado técnico de los medios de transporte público, ya sean particulares o estatales es pésimo, también el de los viales, y se incluye la Autopista Nacional. Este mismo domingo viajaba por esta vía, llovió mucho y el agua acumulada tapaba baches y huecos, de modo que el viaje se tornó incómodo y peligroso. Mi hijo viaja cada viernes desde Santa Clara hasta Cienfuegos y viceversa los lunes en la madrugada, estudia en la UCLV y yo, qué decir, me quedo en vilo, pues lo hace en uno de esos camiones particulares, que va repleto de estudiantes, una valiosísima “carga”, hasta que no me timbra al cell, señal de que llegó, no estoy apta para nada, de sólo pensar que será así durante cinco largos años… Le cobran 20.00 pesos en cada viaje, pero es más cómodo que el tren, en fin. Que para hablar del transporte público en Cuba hay que ir más a las honduras y no quedarnos en la superficie
El del transporte público en Cuba es un tema lleno de aristas, que como decían varios lectores no puede resolverse solo con culpar a uno u otro implicados. Coincido en que son necesarios nuevos equipos, que muy bien podrían venderse a precios de costo, incluyendo garantías y piezas de repuesto; pienso también que resulta urgente la necesidad de mejorar el estado de las vías (tanto nacionales como locales) y establecer todo un sistema de mantenimiento que evite en el futuro niveles de deterioro como los que hoy existen en la casi totalidad de la Isla.
Todo eso está muy bien, pero no pueden perderse de vista varios puntos:
1) De acuerdo con las propias estadísticas que citaba Tony, la inmensa mayoría de las muertes y lesiones ocurridas en los accidentes masivos está relacionada con equipos particulares, prácticamente autónomos en cuanto a chequeos técnicos y de otro tipo (dudo que en Cuba quede alguien que confíe en la fiabilidad del llamado Somatón). Los camiones particulares, por su propia estructura, son una caja de metal diseñada para cualquier cosa menos para transportar de forma segura a personas.
2) Héctor refiere acertadamente que en todo este proceso influye la “edad” de los equipos. Mas buena parte de los camiones “americanos” que hoy circulan en Cuba lo son solo en cuanto a la cabina y algún otro componente. El resto de su estructura está conformada por piezas y partes provenientes de los más diversos orígenes: desde motores de último modelo comprados en entidades estatales o conseguidos por diversas vías, hasta chasis y otros elementos obtenidos de vehículos de la era soviética. En suma, no todos los camiones están en un estado técnico tan adverso como pudiera pensarse; de hecho, en proporción los camiones particulares presentan una situación más favorable que el parque de añejos ómnibus Girón y a pesar de eso protagonizan muchos más accidentes y tienen en su “haber” un número mucho más alto de pérdidas humanas.
3) En esa misma cuerda conviene hablar de los conductores de los camiones. Accidentes tan terribles como el de Santa Cruz del Sur, el de la Autopista Nacional a su paso por Cienfuegos en julio del año pasado, o los más recientes de este 2015, tienen un común denominador: la irresponsabilidad de quienes conducían. Así, lo mismo se encuentran conductores sin licencia para operar ese tipo de equipos, menores de edad (pues ya casi ningún dueño maneja sus camiones) o que realizan acciones tan temerarias como conducir a exceso de velocidad (en el caso de Santa Cruz el carro transitaba a más de cien kilómetros por hora en una carretera diseñada para no superar los setenta y, además, lo hacía compitiendo con otro transporte similar). Otro dato, los camioneros hacen el viaje de La Habana a Camagüey en solo seis horas, cuando los ómnibus estatales necesitan hacen entre nueve y diez horas. ¿Tal “ahorro” de tiempo será siempre conseguido de forma segura?