Uno los ve en medio del mar, después de varias horas de navegación, y lo primero que hace es cruzar los dedos pidiendo que no se forme un mal tiempo. Pero se sabe que las tempestades en el Caribe son tan comunes como las gaviotas o los barcos. Por eso, antes de poner el primer pie en el muelle, ya se tiene la certeza de que quienes habitan esta suerte de pequeños caseríos sobre pilotes, en los bajos de la plataforma insular, no creen ni en marejadas ni en tiburones.
Se llaman centros de acopio, y han estado ahí durante más de 40 años. Son instalaciones indispensables para la pesca de la langosta, que garantizan que estos apetitosos crustáceos con antenas lleguen vivos a la industria, y a veces hasta los restaurantes y mercados de Europa o Asia.
En los muelles y jaulones sumergidos en el agua, los langosteros depositan la captura del día, en espera de “las enviadas”, como se le conoce los grandes barcos encargados de su traslado a puerto. Así los pescadores de La Coloma –la empresa de su tipo más grande de Cuba– no tienen que perder tiempo en viajar a tierra firme desde sus zonas de operaciones, a muchas millas mar adentro.
Ni a simple vista, ni con binoculares se les ve de la orilla. Para llegar a ellos, primero hay que sortear la canal, esa corriente de aguas turbulentas de cuatro millas de ancho, y adentrarse en los bajos de la plataforma, a medio camino entre las costas de Cuba y las de la Isla de la Juventud.
Entre ocho y nueve hombres conviven de forma permanente en cada centro. Todos con la función de pesar la langosta, clasificarla y ubicarla en los jaulones durante el día, y luego pasarla a la enviada durante la noche.
Sea verano o invierno, nada los libra de tener que tirarse al agua para hacer su trabajo. Sin embargo, lo más difícil de su oficio no es el frío o las tormentas, sino la lejanía irremediable de casi todo lo que alguien pudiera extrañar.
Del carajo estar ahí y tener que comer huevo hervido, digo, como la langosta no se puede…
Rafillo, no se debe…. pero si se puede. Lo que pasa es que hasta lo bueno cansa. Creeme que a esos pescadores lo menos que le apetece es una colita.
En otra nota, Ronal Suarez me encantaria si dedicaras un segundo articulo a este tema. Me quede con ganas de leer mas, entrar mas en la historia, conocer un poco de los pescadores y los diferentes motivos que los llevo a estar ahi (aparte de la necesidad).
Saludos!
Agradezco los comentarios. G.Apérez tiene razón, todo lo que se repite demasiado cansa, incluso la langosta. Por eso los pescadores generalmente tratan de variar el menú, con otros productos que a los de tierra nos resultan más habituales…
G.Aperez, sobre este tema, le recomiendo un material que publicamos en OnCuba hace algún tiempo… https://oncubanews.com/sociedad/de-la-langosta-y-otros-asuntos-ilegales/ Saludos