Con la elección, el 24 de febrero último, del nuevo Consejo de Estado para los próximos cinco años, las cinco vicepresidencias, y el vicepresidente primero de los Consejos de Estado y de Ministros, se demuestra cómo el relevo generacional responde al gran pragmatismo de la generación histórica, al incluir como sustituto de Raúl Castro a una persona nacida después de la Revolución, con alrededor de 50 años.
Y quedó evidenciado el papel preponderante que seguirá teniendo la actualización del modelo económico en los años siguientes. Es decir que, a pesar del alcance temporal de los lineamientos hasta el 2015, las transformaciones para el cambio estructural requerirán mayor tiempo, si se quiere convertir a Cuba en un país en desarrollo.
La ruta 2013-2014 está diseñada con cierta definición: se debe contar con una nueva ley de empresa estatal; haber arribado a una conceptualización del modelo económico deseado; las cooperativas urbanas deberán estar funcionando en el resto de la economía y no de forma experimental; haber eliminado la dualidad monetaria (junto a lo cual se dispondrá de una mejor tasa de cambio, más cerca a la distancia que existe entre las tasas de cambio de las entidades jurídicas y las naturales); se habrá definido un nuevo modelo de gestión agrícola, promulgado normas jurídicas que hagan atractivo el país a la inversión extranjera directa, y garantizado mercados mayoristas para todas las formas de producción, entre otras.
Asimismo, las nuevas formas no estatales deberán tener mayor participación en el empleo, considerando que durante el 2012 se incrementó el empleo no estatal en un 23 %, en detrimento del estatal que decayó en un 5 %.
Por lo que esas transformaciones económicas requerirán una continuidad en el mediano y largo plazo; para eso una parte importante de los dirigentes cubanos han sido elegidos previendo que, por la edad que poseen, estén presentes en un período más largo.
Los retos futuros son complejos: Cuba deberá moverse en un equilibrio entre necesidades macroeconómicas vinculadas al crecimiento económico (con eficiencia y elevada productividad), a la vez, intentando conservar la equidad alcanzada, junto a los indicadores sociales que la ubican como país de referencia internacional.
Deberá tenerse en cuenta el concepto “cubanos” –no necesariamente residentes en el país–, interesados en participar para que Cuba sea próspera y genere oportunidades a todos, lo que pasará indispensablemente por eliminar rencores, dejar atrás elementos que han enturbiado las relaciones entre ambas orillas (si nos referimos al vecino más cercano, que no perdona que Cuba haya logrado definir su propio camino con total independencia). Es inmensa la urgencia de capital para frenar la descapitalización productiva y de infraestructura, y el ahorro interno de los próximos años resulta insuficiente para el logro de esos objetivos, de ahí que sea ineludible atraer recursos externos pero, para que eso suceda, deben clarificarse temas que faciliten la llegada de capitales al país.
En general, Cuba ha creado bases que permitirán un cambio generacional en las máximas figuras gubernamentales en los próximos cinco años, un cambio que represente la continuidad del proyecto nacional que se intenta reformar, donde todos los cubanos sientan que se puede obtener crecimiento económico junto a equidad social. Falta camino por recorrer para lograrlo, y presupone el compromiso de los cubanos con su nación, hasta que individualmente vean su prosperidad. Y la prosperidad incluye mejores opciones de vida, de trabajo, que el salario juegue el papel que le corresponde, y que los ingresos de la sociedad se incrementen constantemente. Lo que puede llevar a estos resultados es solamente el trabajo, es decir que aumente la economía nacional.