Cocina Menda: “La escasez te limita, pero también te obliga a ser más creativa”

Como muchos emprendedores, Daniela Leyva dio forma a un proyecto durante la pandemia. Cocina Menda surgió en uno de los tantos momentos de ocio creativo que el encierro promovió entre quienes tuvieron el privilegio de quedarse en casa. Este perfil en Instagram, un recetario virtual donde comparte platos salidos de su cocina en La Habana, ya cuenta con más de 50 mil seguidores.

Ingeniera hidráulica de formación, Daniela descubrió su inclinación hacia la gastronomía casi por azar: en su cuarto año de carrera, se inscribió en un curso de bartending. Fue en la cantina donde comenzó su transición profesional hacia el mundo culinario que, no obstante, había formado parte de su vida desde la infancia.

“Cuando tenía unos 10 años, veía a mis abuelas, ambas mujeres de campo, preparar comida tradicional para toda la familia. Me encantaba ayudarlas y poco a poco me fui sintiendo atraída por el mundo culinario. Mi mamá me compraba libros de repostería y yo intentaba recrear esas recetas en casa. Así empezó todo”, recuerda.

Había terminado recién el curso de coctelería y empezado su servicio social cuando llegó la cuarentena. “Yo daba clases de cálculo en la CUJAE. Cuando nos mandaron a casa, comencé a ocupar mi tiempo probando recetas. Mi esposo y yo cocinábamos y preparábamos cócteles. Incluso teníamos un grupo de WhatsApp con mi cuñada, donde yo compartía todo lo que hacía”, cuenta.

“Fue entonces cuando mi esposo me sugirió crear contenido en internet. Juntos abrimos los perfiles de Cocina Menda en Instagram, TikTok, Facebook y YouTube, además de un blog donde transcribo mis recetas. Teníamos todo listo, pero yo seguía sin animarme a publicar. Hasta que una tarde mi cuñada se ofreció a ayudarme a grabar la receta de unos tostones rellenos. Fue la primera receta que grabé, aunque no la publiqué. Al principio me parecía un proceso espantoso, pero poco a poco le fui tomando la mano y logré construir mi propio espacio en la cocina”, rememora.

Entre las más de 300 recetas que Daniela ha compartido en su perfil, algunos clásicos de la cocina cubana han resonado especialmente entre su comunidad de seguidores. Congrí, crema de vie, mermelada de mango y otras delicias de la cocina criolla —hoy en crisis por la escasez de alimentos que, a su vez, también condiciona la pérdida de una parte de nuestra memoria identitaria— se reproducen una y otra vez en las pantallas de cubanos en la isla y en la diáspora. Muchos las guardan en una carpeta virtual para no perderlas; otros, se lanzan directo a la cocina a poner manos a la obra.

Detrás del producto final está Daniela, cinco años después, con la voluntad de sacar adelante un emprendimiento al que ha entregado grandes aspiraciones, mientras sortea la crisis palpable en las tarimas de los agros, las repisas de los mercados y un ecosistema digital que sigue poniendo trabas a los creadores de contenido cubanos.

¿Cómo ves la evolución de la cocina cubana dentro y fuera de la isla?

La cocina cubana siempre fue criolla, muy de caldero y de tradición. Con el tiempo, gracias a internet y a las personas que han podido viajar y luego regresar, nuestra culinaria ha ido fusionándose con muchas otras influencias. La base tradicional de nuestros abuelos se mantiene, pero hoy en día se ha evolucionado muchísimo, tanto en técnicas como en combinaciones de sabores. Creo que dentro y fuera de la isla la cocina cubana ha cambiado mucho. Muchos cubanos, sobre todos los que están fuera, extrañan lo tradicional, pero también valoran estas nuevas mezclas que llevan nuestra cocina a otro nivel.

¿Cuál dirías que es la esencia de la cocina cubana?

La esencia está en el amor que le pongas. El cubano tiene una capacidad increíble para hacer magia con pocos ingredientes y lograr que una comida quede sabrosa.

¿Hay algún plato o ingrediente que consideres “el alma” de tu cocina?

La sal y la pimienta. Si no tienes sal y pimienta, la comida simplemente no sale bien.

¿Cómo eliges las recetas que compartes en tus redes? ¿Has creado alguna desde cero?

Generalmente, elijo las recetas en función de lo que tengo en casa, lo que puedo conseguir fácilmente o lo que encuentro cuando salgo a hacer las compras del día a día. Trato de armar algo con lo que tengo a mano y pienso: “Esto puede quedar bien”. A veces me inspiro en recetas que veo de otros creadores de contenido, sobre todo internacionales, y digo: “Mira, esto lo puedo adaptar a lo que tenemos aquí en Cuba” y lo fusiono con la cocina cubana para publicarlo.

Siempre intento que sean recetas asequibles, con ingredientes que cualquier persona pueda conseguir, que no sean costosos ni difíciles de encontrar. Si me falta algo, busco la forma de sustituirlo con lo que tenga.

Cuando salgo a comprar, a veces me topo con algo interesante y pienso: “Esto me sirve para una receta”. Entonces, me organizo, anoto ideas en una libreta y planifico según lo que tenga. A veces no puedo hacer una receta en el momento y la dejo guardada para más adelante, cuando consiga todos los ingredientes.

No sigo un plan rígido tipo “voy a publicar 20 recetas este mes”. Muchas veces las cosas cambian, algún ingrediente no aparece, y tengo que improvisar con lo disponible. Pero sí, también tengo algunas recetas creadas completamente por mí, que surgieron de probar combinaciones y resultaron tan buenas que las anoté para repetirlas, grabarlas y compartirlas con mis seguidores.

¿Tienes algún ritual o rutina especial cuando cocinas o grabas contenido?

No sé si se puede llamar ritual, pero sí tengo una especie de rutina. Generalmente grabo de día para aprovechar la luz natural, porque no tengo estudio ni luces profesionales. Cuento con algunas condiciones básicas, pero no todo el equipo es ideal como para grabar de noche, así que intento organizarme para trabajar con la luz del sol.

Mi cocina es pequeña, así que antes de grabar tengo que mover cosas de un lado a otro. Armo mi set, coloco el trípode, preparo el espacio y grabo. También aprovecho para hacer las fotos necesarias. Después recojo todo, vuelvo a colocar los electrodomésticos en su lugar y sigo con las tareas del día: preparo el almuerzo para mí y para mi esposo, limpio, friego…

Crear contenido es solo una parte de lo que hago. También me ocupo de la casa y otras responsabilidades. Pero en cuanto al proceso creativo, soy yo sola: cocino, grabo, edito, tomo las fotos, hago las composiciones… todo.

¿Por qué “Cocina Menda”?

Recuerdo que cuando era niña, tendría unos 5 o 6 años, al regresar de la escuela le preguntaba a mi abuela materna: “¿Quién cocinó hoy, tú o mamá?”. Y ella siempre respondía: “Menda”, refiriéndose a sí misma. Esa forma de hablar se me quedó grabada desde entonces.

Con el tiempo, cuando en casa preguntaban quién había cocinado, yo respondía en broma: “¡Menda, quién va a ser!”. Se volvió una especie de muletilla entre familia y amigos, y todos sabían que “Menda” era yo.

Así que cuando llegó el momento de buscarle nombre al canal, mi esposa me dijo: “Mami, nada de ‘Cocina Dani’ ni nada de eso. Tú eres Menda. Todo el mundo te conoce así. Tú eres la que cocina”. Y así nació “Cocina Menda”: un homenaje a mi abuela, que en paz descanse, y a una expresión que me acompaña desde la infancia. Es como decir: “Cocino yo”.

¿Qué es lo más difícil de emprender hoy en Cuba, desde tu experiencia?

Comenzar, dar el primer paso. Creo que crecemos con un miedo muy grande al fracaso, al qué dirán, al juicio de los demás. Y ese miedo paraliza.

Por eso, a muchas personas les cuesta arrancar un proyecto, iniciar un negocio. Hay dudas, inseguridades, cuestionamientos. Pero una vez que uno se decide y comienza, lo demás se va resolviendo sobre la marcha.

Si tienes una idea clara, si sientes pasión por lo que haces, lo más importante es empezar. Ese es el paso más difícil. Pero cuando lo das, ya no hay vuelta atrás. Sigues adelante y vas encontrando soluciones en el camino.

¿Qué barreras enfrenta alguien que quiera emprender en gastronomía hoy en la isla?

Yo diría que la principal barrera para emprender en gastronomía en Cuba hoy es la escasez de insumos y los precios excesivos. Esas son las dificultades más grandes, tanto para quienes crean contenido como para quienes tienen un negocio gastronómico.

A veces tienes una idea clara, quieres planificar una receta o un menú, y cuando sales a buscar los productos… simplemente no están. O si los encuentras, los precios son tan altos que se salen de tu presupuesto.

Esto le puede pasar igual a un creador de contenido gastronómico que a alguien que hace dulces por encargo, por ejemplo. Hoy quizá no encuentras huevos, o los encuentras carísimos, y eso obliga a subir el precio del producto final. Así que sí, para mí, esas son las principales limitaciones: la falta de productos y los altos costos.

¿Cómo se reinventa una emprendedora gastronómica en un contexto donde a veces falta lo más básico?

Reinventarse en la cocina es el día a día de cualquier emprendedor gastronómico en Cuba. Muchas veces tienes una idea en mente, y cuando vas a prepararla, resulta que te falta un ingrediente. Yo, por ejemplo, intento siempre sustituirlo por algo similar para no dejar de hacer la receta, pero hay veces que simplemente no tengo cómo resolver, y entonces toca cambiar de plan, hacer otra receta o buscar una alternativa.

Ese ejercicio de adaptarse todo el tiempo es parte de nuestro trabajo. La escasez te limita, sí, pero también te obliga a ser más creativa. Terminas probando combinaciones nuevas, creando sabores distintos… A veces no sale como lo esperabas, pero otras veces descubres algo mejor que la idea original.

Así que aunque puede ser frustrante, también salen cosas muy buenas de esa necesidad de reinventarse constantemente.

¿Qué condiciones deberían cambiar en Cuba para que el emprendimiento gastronómico sea más viable?

Creo que lo principal es que exista más variedad de productos y que los precios sean más asequibles. Eso es clave.

Hoy en día, en muchos puntos de venta aquí en La Habana encuentras prácticamente lo mismo: aceite, perritos, picadillo, huevos, pollo… y a veces galletas. Pero si existiera más diversidad —como pasa en otros países, donde hay acceso a una gran gama de ingredientes— podríamos hacer muchas más recetas, probar cosas nuevas, experimentar.

Además, los precios deberían ser más competitivos. Como en cualquier lugar, puede haber productos más caros y más baratos, pero al menos que exista la opción, que uno pueda permitirse ciertos ingredientes aunque sea de vez en cuando. Eso ayudaría muchísimo a ampliar la cultura culinaria y a que más personas se animen a emprender en este sector.

En Cuba, crear contenido enfrenta muchas de las mismas limitaciones que cualquier otro emprendimiento: el embargo, por ejemplo, impide acceder a patrocinios de grandes marcas o monetizar a través de plataformas como Google AdSense. En ese contexto, ¿cómo logras que Cocina Menda sea rentable?

Realmente es muy difícil. Aquí en Cuba enfrentamos muchas limitaciones para generar ingresos a través de redes sociales, sobre todo porque no podemos participar directamente en programas de afiliados de grandes plataformas como Amazon, Walmart, Prozis o Temu. No es que no haya creadores que lo hagan, pero lo hacen a través de terceros o agencias de envío, lo que en realidad viola las políticas porque no contamos con direcciones o teléfonos fuera del país.

Además, conozco creadores que han perdido promociones o colaboraciones simplemente por mencionar su nacionalidad cubana, lo cual pone en riesgo la integridad de quienes solo queremos salir adelante con un modelo de negocio digital.

Ante estas dificultades, trato de mantener el proyecto sostenible aliándome y colaborando con marcas, productos y servicios locales que, aunque a veces pagan en especie o con una remuneración mínima, valoran el contenido y el trabajo que realizamos. Sabemos que muchas veces no se nos reconoce en el ámbito publicitario como merecemos, a pesar de que ayudamos a esos negocios a generar ventas.

Pero, así como está, hay que seguir trabajando duro. Hoy estamos acá, pero mañana no sabemos dónde podremos estar, y por eso es fundamental mantener la perseverancia y la pasión por lo que hacemos.

¿Qué ha sido lo más bonito —y lo más difícil— de construir una comunidad en torno a la cocina cubana?

Lo más bonito de construir esta comunidad ha sido disfrutar mi propio proceso de crecimiento. Poco a poco he ido creando una familia alrededor de la cocina cubana, haciéndole sentir a las personas que, aunque estén lejos, pueden seguir saboreando nuestra comida. A veces me dicen: “Haz cangrejitos de guayaba”, y allá voy, feliz, a prepararlos. Esa conexión, ese ida y vuelta con quienes me siguen, ha sido de lo más especial.

Disfruto ver cómo he evolucionado desde mi primera receta —cuando no sabía cómo grabar un video ni tomar una buena foto— hasta ahora, que ya me animo a hablar en los videos, a explicar el paso a paso, a ponerle voz y emoción a cada receta. Crecí junto a mi comunidad, y eso es algo que valoro muchísimo.

¿Y lo más difícil? No rendirme. Porque han sido muchas las veces que pensé en tirar la toalla. A veces sales con una idea en mente y no encuentras los ingredientes. O peor, los encuentras pero están tan caros que no puedes hacer la receta. También está el tema de la electricidad: tienes todo listo para grabar o cocinar, y de pronto… ¡se va la corriente! Entonces no puedes usar el horno, ni terminar la receta como la planeaste. Es frustrante.

Pero a pesar de todo eso, he aprendido que rendirse no es una opción. Claro que ha sido difícil, pero también ha sido hermoso. Y yo siempre digo: “aunque sea cuesta arriba, hay que seguir tirando pa’lante”.

¿Has recibido mensajes de personas que se reconectaron con sus raíces a través de tus recetas?

Sí, he recibido un montón de mensajes hermosos de personas que han reconectado no solo con sus raíces, sino también con vivencias muy personales de su infancia a través de una receta. Muchas veces me escriben porque comían ese plato cuando eran niños y hace años que no lo prueban. Otras veces son personas que viven fuera de Cuba y extrañan profundamente la comida y los dulces cubanos. Poder acceder a una receta y prepararla desde otro país les permite recordar quiénes son y de dónde vienen. Eso ha sido muy bonito.

Me cuentan que han vuelto a comer pizza cubana, torticas, buñuelos… platos que no encuentran fácilmente donde viven. Entonces, el hecho de disponer de la receta, de poder prepararla en casa, lo agradecen muchísimo. 

Y hay algo aún más especial: muchos me escriben pidiéndome recetas que les recuerdan a sus seres queridos. Me dicen: “Mi mamá hacía esto”, o “Mi abuelo era fanático de los buñuelos de boniato, ¿puedes hacerlos?”. Y eso me toca muy profundo, porque siento que, de alguna manera, mis recetas también ayudan a mantener viva su memoria, sus historias familiares.

Así que sí, he recibido muchísimos mensajes de personas que, a través de lo que cocino, se han reconectado con su niñez, y con sus raíces cubanas.

¿Has recibido rechazo?

Rechazo como tal, no he recibido, pero sí me han hecho hate, porque la comida en Cuba es un tema muy delicado. Hablar de cocina, de productos, genera muchas opiniones encontradas. Sí ha habido personas que me cuestionan de dónde saco los insumos, que si soy una mipyme, que si la cebolla es carísima, que no sé cómo hago para conseguir ciertos ingredientes.

Pero esos mensajes vienen de una minoría, en comparación con la cantidad de personas que disfrutan el contenido, que hacen las recetas en casa, que apoyan, que consumen y que comparten. Unos 2 o 3 comentarios negativos no hacen la diferencia. Siempre lo he tenido claro, y he logrado construir una comunidad que realmente valora la cocina, que le gusta aprender, que busca variar la manera de preparar nuestros platos cotidianos.

Entonces, sí, el apoyo y el cariño que recibo de la mayoría es mucho más grande que esos pocos comentarios negativos. Por eso no me siento mal. Al contrario, me siento feliz. Y si alguien se toma el tiempo de dejar un comentario feo, por algo será… tal vez sean un poco amargados, no sé.

Fuiste finalista en el concurso “Todos pueden cocinar”, organizado por la chef Lorena Faccio y su madre, Adis Pereira. ¿Qué representó en tu proceso de consolidación como cocinera y creadora de contenido en las redes sociales?

Me presenté al concurso porque mi esposo fue quien me impulsó. Así como me animó a comenzar en redes sociales, un día vio el flyer del concurso y me dijo: “Mami, tú puedes participar. No importa si no ganas, lo importante es que participes, que ganes confianza y que conozcas gente que hace lo mismo que tú”. 

Eso me motivó muchísimo; él me apoyó en todo, y llegué hasta la fase final. No gané, pero me sentí ganadora porque gané mucha confianza en mí misma, conocí a gente apasionada por la cocina y las recetas. Eso me ayudó a darme cuenta de que iba por buen camino, que lo estaba haciendo bien.

El concurso me motivó a seguir compartiendo recetas, a romper el hielo, a conversar más con la gente, a hacer historias habladas y ponerle voz en off a mis videos. Me animó a salir en cámara, porque antes no lo hacía. Así que, en resumen, siento que el concurso me ayudó muchísimo a crecer y a ganar confianza.

En tus recetas se siente una fuerte conexión con la memoria y la identidad cubana. ¿Lo haces de forma intencional?

Mi conexión con la identidad y la memoria cubana a través de mis recetas no es algo que haga de forma intencional. Mis abuelas eran guajiras, cocinaban en bullones, entonces yo crecí en el campo con eso. Aprendí a cocinar viendo a mis abuelas, a mi mamá, y leyendo los libritos de recetas que mi mamá me compraba.

No lo hago con la intención de transmitir algo específico, sino que simplemente trato de mostrar que la comida cubana es sabrosa, deliciosa. Los dulces cubanos, por ejemplo, son increíbles, y todos crecimos con cosas como las tortitas, los merenguitos, los bizcochitos. Quiero que las personas revivan esas memorias de la infancia o juventud cuando ven mis recetas.

En mi casa siempre hago comida criolla. Mi esposo es muy fanático de la comida cubana: le encanta el potaje, el congrí, la carne de puerco. A mí también me gusta la comida de fusión, me gusta mezclar la cocina cubana con sabores internacionales. Pero lo que transmito es eso: que se puede comer rico, se puede comer cubano, y también fusionarlo con ingredientes y sazones del mundo para darle un toque diferente.

¿Qué sueños tienes para tu proyecto culinario?

Seguir creciendo, llegar a un público nuevo, para que más gente conozca la cocina cubana, la coctelería y el barismo. Que la gente no tenga que esperar a salir para tomarse un buen café, sino que pueda prepararlo en casa. Que no tengan que esperar una salida para disfrutar un cóctel, ni una ocasión especial para comer bien, sino que puedan hacer comida rica y casera siempre que quieran.

Mi sueño es justamente eso: seguir creciendo y ayudar a que la gente descubra que puede disfrutar de estas cosas desde su propia casa.

¿Hay algún recetario, libro o colaboración en camino?

Me gustaría mucho tener un libro, hacer un recetario físico donde las personas puedan encontrar mis recetas y, como yo hacía cuando era adolescente, marcar las que más les gustan. Siempre tuve libritos donde guardaba y marcaba las recetas favoritas, y me encantaría llevar las recetas que tengo en mi blog a un formato impreso, para compartirlo con la gente.

Es uno de esos sueños a futuro, una meta que me encantaría cumplir.

¿Dónde ves a Cocina Menda en unos años?

Me veo dando clases de cocina y organizando talleres en directo. Me encantaría tener un espacio propio donde pueda impartir clases, hacer experiencias culinarias y compartir en persona todo lo que amo de la cocina cubana y la gastronomía en general.