Greta Tilán aún conserva vívidamente en su memoria el olor a coco que emanaba de un fogón de carbón, durante la primera vez que produjo aceite, en el patio de la casa de su tía en Calimete, Matanzas, a más de 180 kilómetros de La Habana.
Han pasado casi siete años desde que decidió crear su propio negocio, aun siendo estudiante de Filosofía en la Universidad de La Habana. Se sentía abrumada por los múltiples trabajos que debía realizar para sobrevivir en la capital y quería tener más control sobre su tiempo.
La inspiración le llegó a través de un artículo de revista que incluía una receta con aceite de coco. Decidió probar y, a la primera, logró obtener un producto que más tarde vendió a través del popular sitio web cubano de anuncios, Revolico.
“En ese momento, ‘Tilán’ no tenía un nombre ni una etiqueta. Era simplemente yo, emprendiendo sin tener una idea clara de lo que estaba haciendo, pero esforzándome por ganar mi propio dinero”, relató Greta.
Mis manos, mi inversión
Luego de esa primera experiencia, Greta se dio cuenta de que existía una oportunidad para ella, pero le faltaba el dinero necesario para iniciar su negocio.
“No recibí ayuda económica de ningún lado, ni tenía recursos para invertir. Todo comenzó conmigo trabajando en el campo. Tumbaba cocos con mis amigos, los pelaba a mano con un machete y fabricaba aceite en un caldero”, narró.
Uno de sus tíos le construyó una pequeña máquina de prensado rústica, lo que facilitó la extracción de la leche de coco.
“Después de algunos años, pude comprar mi primera prensa, pero la verdadera inversión fueron mis manos, las de mis amigos y la colaboración desinteresada que recibí”, afirmó Greta.
Tras graduarse de la universidad, se cuestionó si todo lo que había estado haciendo era solo un pasatiempo o su verdadera vocación.
Apostó por su negocio, aunque al principio sus familiares no entendieron su elección de abandonar un empleo seguro para seguir su pasión por los aceites.
“Fue una decisión difícil porque no sabía qué me depararía el futuro. Hice lo que creí correcto. Le di el nombre a la marca. Tilán es mi apellido y hace honor a mi papá, quien fue un hombre extraordinario. El diseño fue un regalo de una amiga diseñadora. Así fue como Tilán comenzó a tomar forma”, explicó.
Para Greta, emprender no se trata solo de seguir una pasión, sino de un aprendizaje constante.
“Quería hacer un aceite de coco excepcional, así que tuve que estudiar mucho sobre ello. Además, tuve que aprender sobre economía circular, un concepto que descubrí mientras integraba la bioética en mi negocio. Fue un proceso largo y arduo de estudio en áreas como la economía, la química de los aceites y la cosmética”, dijo.
Ella encontró en Internet los primeros recursos educativos para adentrarse en el mundo de la fabricación de aceites. Más adelante, su talento y perseverancia le abrieron las puertas a cursos, becas y programas de formación en el extranjero, que perfeccionaron sus habilidades.
“Aunque el camino ha sido duro y desafiante, ver los resultados y el impacto positivo en las personas me ha motivado a seguir adelante”, confesó.
Emprender con compromiso
Desde 2022, Tilán es una empresa privada dedicada a la producción de aceites vegetales con un modelo de negocio circular.
Cuenta con un equipo reducido de ocho trabajadores, todos versátiles y capaces de desempeñar múltiples roles según las necesidades del momento.
Aun no disponen de una tienda física, por lo que WhatsApp es la plataforma desde donde atienden a sus clientes y organizan las entregas a domicilio.
Tilán comercializa aceites vegetales destinados tanto a la cosmética como la alimentación.
Entre los más solicitados en la categoría alimenticia se encuentra el aceite de sésamo, cuya popularidad ha crecido con la expansión de la comida asiática en Cuba. Mientras, el de coco es el aceite cosmético preferido por los clientes.
“Nuestro objetivo es que al menos el 95% de nuestra producción esté compuesta por ingredientes naturales, con un 80% de estos provenientes de Cuba. Promovemos lo ‘hecho en casa’, defendiendo la calidad de los productos nacionales, que poseen un alto valor nutricional muchas veces pasado por alto en el mercado”, explicó Greta.
Cree que en el país hay oportunidades para la industria cosmética si se aprovechan todos los recursos que actualmente se pasan por alto.
“En Cuba, se desperdician toneladas de mangos cada año, cuando tanto las frutas como la grasa que se extrae de semillas tienen un alto valor en el mercado internacional. Estamos buscando rescatar esos recursos mediante un enfoque circular, aprovechando todo lo que actualmente se considera desperdicio”, comentó.
“Trabajamos de cerca con los campesinos y nuestro objetivo es valorizar lo que hacen, que es duro pero noble y esencial. Queremos que las personas que sostienen un frasco de nuestro aceite comprendan que ese producto proviene de la tierra. Nuestro compromiso con la responsabilidad ambiental y la sostenibilidad son principios fundamentales para nosotros”, subrayó.
Que todo retorne
Greta afirma que su propósito es estar entre las mejores empresas productoras de aceites vegetales de la región y exportar sus productos desde Cuba. Sin embargo, reconoce que son varios los obstáculos a sortear para llegar allí.
“Los mayores retos que tengo como empresaria están en el entorno económico cubano. Es una locura desde 2020 para acá, cada día más. El precio del dólar no deja de subir y muchos de los insumos que importamos aumentan de costo. Es extremadamente sofocante emprender con los pocos recursos y oportunidades que tenemos”, afirmó.
Mencionó el déficit de energía, agua y la escasez de materias primas como desafíos adicionales.
“No existe un proveedor que sea completamente constante y eficiente, que nunca falle. Mantenemos una cartera de suministradores que estamos siempre ampliando en caso de fallos, pero hay momentos en los que todos fallan, y otros en los que simplemente no hay disponible cierto producto”, expuso.
Greta ha adoptado los principios de la economía circular no solo por su compromiso medioambiental, sino porque donde otros ven desperdicio, ella encuentra oportunidades para fabricar sus productos o colaborar con la cadena de valor de otros.
“En un sector privado emergente como el de Cuba, el beneficio económico es significativo”, dijo.
Amor por su tierra
“Tilán es mi sustento. No es mi único proyecto, pero sí mi único trabajo. Me llena de alegría ver cómo ha crecido y se ha mantenido hasta hoy. Es gratificante observar las oportunidades que tiene en el mercado nacional e internacional. Quisiera ir más rápido. Lo necesito. Pero durante mi tiempo como emprendedora, he aprendido que la inversión es crucial”, comentó Greta.
Mientras espera su momento, ella ha decidido ayudar a otros. Aunque vive en La Habana, regresa a su Calimete natal con su proyecto Azul Emprende, ideado para promover la economía circular y fomentar el desarrollo de negocios en el campo.
“La falta de oportunidades no es solo por la escasez de recursos, sino también porque las personas no saben cómo aprovecharlos. Por eso, el proyecto busca brindar apoyo y orientación a emprendedores para que puedan desarrollarse y prosperar en sus comunidades”, explicó.
Greta Tilán también aspira a construir un proyecto de vida en su país. “En Cuba es donde he decidido estar, donde me quiero desarrollar. Deseo aprovechar este mercado virgen y esta flora riquísima”, dijo.
Cada frasco de Tilán, además de aceite vegetal, lleva la historia de esfuerzo, perseverancia y compromiso medioambiental de esta muchacha que sigue viendo a su pueblito sureño como el mejor sitio del mundo.
Excelente Gretta Tilan esa joven cubana es una verdadera emprendedora. Los obstáculos de la vida no la detienen. Mi respeto para esa hermosa mujer