En 2017 se supo que la fábrica de derivados del cacao Rubén David Suárez Abella, de Baracoa, única en su tipo en Cuba, recibiría una inversión millonaria para su renovación tecnológica.
El proceso debía durar nueve meses. Realizarlo “lo más rápido posible” era el objetivo, según su entonces director, Huber Arista, para evitar que hubiera “un déficit de productos en el país”.
No obstante, los meses se tornaron años, y solo recientemente se conoció que a la obra se le da lo que podrían ser los “toques finales”.
En el inicio de todo: un buen plan, una gran inversión
La fábrica Rubén David Suárez Abella fue fundada por Ernesto Guevara en 1963. Es la única que procesa el cacao en Cuba y suministra materia prima, como la pasta de chocolate amargo, a otras ocho fábricas en el ramo de la chocolatería.
Al cabo de casi seis décadas de explotación, la modernización respondía a la necesidad impostergable de instalar equipos de última generación para reemplazar los obsoletos que, según reconocía entonces Reder Londres, especialista en tecnología del centro, apenas garantizaban “el proceso productivo gracias al empeño de innovadores” de la planta.
La inversión inicial concebía un monto de 8,5 millones de pesos. El costo final ascendió a 43 millones en moneda total (nacional y extranjera). El financiamiento fue completamente cubano, aunque las empresas Buhler y Mazzetti, alemana e italiana respectivamente, proveyeron equipamiento y capacitaron al personal técnico cubano que se encargaría de operar los dispositivos. Los resultados de la fábrica permitirían a Cuba recuperar la inversión en cinco años. La instalación de tecnología eficiente y competitiva mejoraría la producción y permitiría exportar nuevos productos al mercado extranjero.
Esto último sería posible gracias a la introducción de un proceso de desbacterización del cacao —del que hasta entonces no se disponía— que garantiza los conteos microbiológicos exigidos por los patrones internacionales.
El desmontaje de los equipos y su paralización comenzaron en junio de 2018. Aunque un año antes había empezado la instalación de “elementos auxiliares vitales para el proceso industrial”, como la caldera.
El proyecto de renovación se basaba en el montaje mecánico de dos líneas tecnológicas: una de la marca alemana Buhler para la transformación del cacao (Uno), donde se muele el fruto y se obtiene la manteca de cacao (producto exportable líder), la cocoa micropulverizada y el licor de cacao (masa que se obtiene luego de la molienda), entre otros surtidos. Esta estaba considerada como la más compleja en su ejecución, por las adecuaciones constructivas que requería el montaje de las maquinarias.
La otra línea (Dos) era la destinada a la producción de tabletas y bombones industriales de chocolate, con equipamiento de la firma italiana Mazzetti, que posibilitaría la elaboración de nuevas confituras como tabletas de chocolates de 30 gramos, rellenas de 50 y 100 gramos y bombones.
En la instalación de ambas líneas participarían asesores extranjeros y técnicos cubanos.
La renovación técnica se diseñó para incrementar la capacidad productiva de la línea Uno hasta 4 mil toneladas (t) de cacao al año, y duplicar así las cantidades previas. La capacidad de procesamiento de la fábrica alcanzaba las 5 t de cacao en un turno de ocho horas. Los nuevos equipos podrían elevarla de 14 a 20 t en dos turnos de trabajo.
En el caso de la línea Dos, se podrían obtener 9,6 t de tabletas de chocolate en 16 horas. Antes solo se elaboraban 2,5 t en ese mismo período.
Además de la modernización de los equipos, se proyectaron labores de construcción civil como colocación de falso techo, luminarias, enchapado de paredes y reconstrucción de los almacenes para productos terminados y envases. También la construcción de un depósito de agua con capacidad para almacenar 540 metros cúbicos y una base de transporte, entre otros.
Estas labores serían asumidas por brigadas de mantenimiento de la fábrica, del Ministerio de la Construcción en Baracoa y de las empresas provincial de Construcción de Guantánamo y de Ingeniería y Proyectos del Níquel, de Holguín.
Si el avance del proyecto se hubiera ajustado al cronograma inicial, de solo nueve meses, en marzo de 2019 debió concluir al menos la fase de montaje para comenzar las pruebas de funcionamiento. Sin embargo, a inicios de ese año se había pospuesto la arrancada de la planta para agosto, mes en que se esperaba dar los esperados “toques finales”.
Avanzó más el tiempo que la obra
A inicios de abril de 2019, “representantes de una de las firmas extranjeras proveedoras de la tecnología” (la italiana) recién empezaban “el montaje de parte” de los equipos de “la línea elaboradora de tabletas y bombones de chocolate”. Lo confirmó Mariluz Ferrer, directora adjunta de la empresa nacional de confitería y derivados de la harina de La Habana y encargada entonces de la supervisión de la obra.
A pesar de ello, todavía se refería la necesidad de “garantizar” que el montaje tecnológico tuviera “la secuencia prevista en el cronograma de la inversión”. El acoplamiento de la nueva maquinaria destinada a la transformación del cacao no comenzaría hasta el 15 de abril.
Por esa fecha sí se encontraba instalada la nueva caldera para la generación de vapor, pero aún debían sumársele un compresor de aire y un equipo para el enfriamiento del agua.
En febrero de 2020, cuando se reconocieron oficialmente por primera vez los atrasos en el cronograma inicial, se anunció una nueva fecha para la culminación del proceso: 31 de mayo.
En ese momento, el montaje mecánico de la línea tecnológica alemana se encontraba “al 90 %, y al 10 % la instalación eléctrica”; mientras la instalación del equipamiento de fabricación italiana estaba “a la mitad de su plan de ejecución”, explicaba Reder Londres.
Pasó la fecha anunciada, pero la obra no concluyó. Llegó en su lugar la pandemia de COVID-19, que obligó a las brigadas de obreros nacionales a retirarse a sus provincias y parar el montaje de la maquinaria, e implicó la salida del país de los técnicos extranjeros encargados de una parte de la instalación, las pruebas del equipamiento, la capacitación del personal y la puesta en marcha.
Sin embargo, antes de concluir 2020, Londres aseguraba que “todo el equipamiento” se encontraba montado y que “cuando las condiciones del país y el mundo” lo permitieran, la reincorporación de “los proveedores extranjeros” fabricantes de la tecnología, permitiría “la puesta en marcha de la industria”.
El único pendiente, según sus palabras, era concluir la instalación de servicios auxiliares, como los sistemas de agua fría y caliente para el funcionamiento de las máquinas.
Un año después, antes de que terminara 2021, un reporte de la prensa local refería que la fábrica estaba “casi lista”, al menos lo que era “responsabilidad de la parte cubana”. Ambas líneas se definían a un 95 % de su ejecución y en el caso de la italiana solo tenía pendiente el montaje de “las envolvedoras” —que llevaban en Cuba casi dos años sin ser instaladas por los técnicos extranjeros, según el inversionista Reinaldo Mosqueda.
En esa oportunidad se informó como terminado el grueso del sistema de vapor y la instalación del de agua caliente al 99 %.
Fin de la historia: una cuestión de tiempo
Una demora de años en un proyecto que debió durar meses se atribuye a dos causas fundamentales: el incumplimiento de los proveedores y la pausa impuesta por la pandemia.
En lo que respecta a la parte extranjera, a quienes se les compró la tecnología, la parte cubana asegura que demoraron en el envío de sus técnicos para capacitar a los operarios, montar la parte de los equipos que les correspondía, probarlos y echarlos a andar.
Pero, sin desconocer las limitaciones que trajo la pandemia, los atrasos en el cronograma de la inversión ya se reportaban antes de que se impusieran las restricciones para la contención del virus.
Al cabo de cinco años se ha dado a conocer que la nueva línea Uno de procesamiento industrial de cacao “funciona desde noviembre de 2022”. Sin embargo, la destinada a fabricar bombones y tabletas “ensaya” su puesta en marcha desde abril de este año, “sin que los técnicos aún la hayan validado”.
La producción de tabletas y bombones industriales no se concreta. Se reportan problemas de sincronización de la máquina envolvedora, y estos deben ser solucionados por los técnicos extranjeros de Mazzetti, cuya llegada a la isla aún se espera.
Todavía, por tanto, no puede darse por terminada la fase de arranque de la fábrica, pues antes de que se firme el término oficial del proyecto, quedan pendientes de solución algunas inconformidades entre la parte cubana y la extranjera, según asegura Reinaldo Mosqueda.
El incumplimiento de los planes parece la norma, con inversiones millonarias sin recuperar y productos que no llegan a sus destinatarios finales. Habrá que aguardar noticias por venir. El final de la historia no es este.