¿No hay café en Cuba?

Problemas en la cadena productiva han comprometido la estabilidad del surtido en la canasta básica y la red minorista en divisas.

Foto: Kaloian.

En un país de reconocida tradición cafetalera como Cuba, desde mayo de 2023 no se entrega el producto en la canasta familiar. En un reporte de julio, autoridades del Ministerio de Comercio Interior (Mincin) aseguraron que “los atrasos” en la distribución del café normado se superarían de forma paulatina, “a partir de las entregas de la Industria”. Sin embargo, aún no se saldan los pendientes. 

No son los primeros atrasos que registra la distribución del café en los últimos años; pero sí los que más tiempo han tardado en resolverse (cuatro meses). Del campo a la industria y de esta a cada casa de la isla, varias circunstancias atentan contra la disponibilidad de la bebida negra en las tazas de los cubanos. 

Café que no se produce no se toma

En la raíz del problema de la producción y el abastecimiento de café en Cuba se sitúan los bajos niveles productivos. El fenómeno es de larga data y difícil solución. Las inversiones de 2022 en el sector agrícola cubano en su conjunto fueron de apenas 1 855 millones de pesos; menos del 3 % del monto total. La ONEI no desglosa cuánto se destina al café en particular. 

De los cultivos por los que Cuba ha sido reconocida históricamente, caña, tabaco y café, este último ha resultado sin duda el más desfavorecido. Es el que se produce en las condiciones más complejas, en los suelos más vulnerables, con menores posibilidades de mecanización y, por tanto, mayor demanda de mano de obra. Es además el que menos inversión tecnológica y de recursos ha recibido en comparación con la caña y el tabaco. 

El récord cubano en la producción de café se logró en 1961, cuando se alcanzaron 60 mil 330 toneladas (t) de café oro (el grano de café sin tostar, en su estado natural) y se sembraron 170 mil hectáreas (ha). La tendencia posterior ha sido al decrecimiento de todas las variables.

De acuerdo con datos más recientes, hoy el rendimiento productivo de la campaña cafetalera es de apenas 0,18 t/ha. En el mundo, la cifra promedio es de 1t/ha, y los países con mejores resultados superan las 2. En términos de producción, Cuba se sitúa en el orden de las 9 a 10 mil toneladas anuales, pero se necesita un mínimo 24 mil solo para el mercado interno y llegar a 30 mil para aumentar las exportaciones. Tampoco se logran los planes de siembra.

Según Adalberto Guerrero, vicepresidente primero del Grupo Agroforestal, “este año se debieron plantar 2 320 ha” y resembrar 9 mil hectáreas, pero esto no se cumple porque las posturas garantizadas “no darán abasto a lo comprometido”.

La baja productividad responde a condiciones tan complejas como “el éxodo de población, las indisciplinas tecnológicas en la siembra y el cultivo, las limitaciones de recursos, los precios no estimulantes y los efectos de los huracanes y sequías”, en opinión de Miguel Ángel Arregui, presidente del Grupo Empresarial Agroforestal del Ministerio de la Agricultura.

En Cuba la actividad cafetalera se desarrolla mayoritariamente en zonas montañosas, que son las áreas menos pobladas y con un desarrollo inferior al resto del país. En las montañas viven solo 700 mil personas: el 6 % de la población total de la isla.

El despoblamiento de estas áreas comenzó en 1959 con la apertura y diversificación de oportunidades de estudio, y se ha mantenido como parte de la tendencia migratoria de zonas rurales a urbanas, que atenta contra el desarrollo cafetalero. Con la emigración de quienes habitan estas regiones se pierde el recurso humano calificado, conocedor de la cultura de siembra y cosecha de la planta. 

Ángel Mendoza, director de la Empresa Agro-Forestal Tercer Frente, de Santiago de Cuba (provincia mayor productora del grano en la isla) al ser preguntado sobre el tema, confirmó que su empresa se servía de zonas que quedaron totalmente despobladas. La entrega de tierras en usufructo ha sido una de las salidas para incentivar las plantaciones de café; pero el ritmo de implementación de la medida no ha sido el previsto.

Las autoridades de la agricultura reconocen la atención a los productores como elemento fundamental para el alza productiva. Pero coinciden en la necesidad de “la incorporación de la ciencia y la tecnología, la recuperación de industrias asociadas y el fortalecimiento de inversiones encaminadas a renovar plantaciones”.

El café es un cultivo de larga duración. Los frutos se cosechan cada año, pero la planta es la misma, por lo que los cultivos envejecen y también el suelo. Un incremento de los rendimientos y las cifras de cosecha no puede lograrse si no se cuenta con “el volumen requerido” de fertilizantes químicos, bioestimulantes y otros insumos que se necesitan

Los recursos disponibles no alcanzan a abastecer las áreas cultivadas, y los suelos de montaña son particularmente vulnerables, expuestos como están a altos volúmenes de precipitaciones y a un desgaste intensivo con las variables climatológicas extremas que caracterizan estas regiones. 

Si bien Cuba ha apostado por el uso de producciones orgánicas, biofertilizantes, bioplaguicidas y abonos verdes, no son alternativas suficientes para garantizar la supervivencia de los cultivos. 

A la sombra de los planes, ¿florece el cafetal?

Cuba tiene un Programa de Desarrollo Cafetalero cuyo objetivo declarado para 2030 es lograr una producción que alcance 30 mil toneladas de café y 80 mil hectáreas de siembras. Para lograrlo, deben triplicarse los resultados de los últimos años en poco más de un lustro. 

Para entonces debemos ser capaces de cubrir la demanda interna, con una producción de entre 14 mil y 15 mil toneladas del grano solo para el consumo normado; otras más de 7 mil para el mercado interno en cadenas de tiendas y hoteles; no menos de 2 mil t con destino a las cafeterías de la red gastronómica nacional, y un mínimo de entre 5 mil t y 8 mil t para la exportación.

Las cifras muestran que estamos lejos de lo previsto y en condiciones poco favorables para cumplir esas metas productivas. Las carencias del presente afectan con fuerza el desarrollo agrícola en general; en tanto es limitada la disponibilidad de combustible, piezas, equipos, insumos y herramientas. El contexto de crisis, además, acentúa la emigración de recursos humanos, que se desplaza en busca de mejores condiciones de vida, trabajo y acceso a bienes y servicios. Y es en este escenario que se espera que la producción de café y el rendimiento de toneladas por hectáreas logren dar un salto que fue imposible en circunstancias menos complicadas.

El añorado incremento productivo, por su parte, permitiría sustituir la importación anual —solo desde Vietnam— de 8 mil t de café. Mientras, garantizaría mayores volúmenes de exportación y con ello superiores montos de ingresos en divisas.

Por citar un ejemplo, en 2021 se exportaron menos de 2 mil t; pero los precios internacionales superaron los 4 mil 262 dólares por tonelada de café de baja calidad y los 9 682 por el producto de alto estándar. Cuba exporta ambos, aunque se prioriza el de alto estándar para el mercado externo. 

No ser capaz de producir suficiente grano implica la obligación de importar incluso el café de la canasta familiar, al menos el 50 % de este, que se mezcla con otro 50 % de chícharo. Desde hace más de una década, en una nación que siembra café desde hace tres siglos, la mezcla para la venta en la canasta básica ha sido la alternativa ante “las dificultades económicas de Cuba, el alza de los precios del grano en el mercado internacional y las insuficiencias para producirlo en el país”. La producción doméstica pura solo se comercializa en moneda libremente convertible (MLC) y ni siquiera para esta se logra estabilidad en el surtido de la red de tiendas.

Las dificultades con la disponibilidad van más allá de las escasas cosechas. Desde finales de 2019, informaciones oficiales daban cuenta de demoras sistemáticas en la distribución del café, en lo fundamental debido a atrasos productivos de la industria. 

Por causa de interrupciones en los flujos de producción, atrasos en el arribo de materia prima importada, carencia de envases y demora en las entregas de las empresas procesadoras del fruto, la estabilidad del producto se ha visto comprometida tanto en la canasta básica como en la red minorista en divisas.

Cuba-Café es la empresa encargada de procesar el café de la canasta familiar y de las marcas Turquino, Serrano, El Arriero y Regil para el mercado en moneda convertible. Su director general, Antonio Alemán, ha reconocido que no se encuentran en “condiciones de satisfacer la demanda actual”.

En 2020, Alemán confirmó un decrecimiento de la actividad de la empresa en el orden del 10 % al compararlo con el año anterior. El decrecimiento equivalía, “en términos de producción de café, a varias toneladas”, según el director. 

De momento no se revierten las cifras y se acumulan los atrasos con la entrega del producto en la distribución de la canasta familiar. Ante la carencia de otras opciones para adquirirlo, los cubanos aguardan más que “la recuperación” de las bolsas de estos meses. Esperan la recuperación de niveles productivos que nos salven de la realidad actual. Mientras, queda el consuelo de los planes, que son prometedores, pero no pueden beberse por la mañana.

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