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Julio, un campesino cubano de 71 años, decidió vender el año pasado todas sus vacas, cansado de los “vándalos” que se las robaban en las noches para luego comercializar la carne en el mercado negro.
“Han matado mucho ganado a muchos campesinos. A mí me empezaron a matar vacas cada dos o tres días, luego cada 15 días. ¡Me mataron hasta ocho! Y yo le dije al hermano mío: ‘Mira, yo no puedo seguir. Vamos a quitarlo todo porque a este paso nos vamos a quedar sin nada y ya estamos viejos’”, cuenta a EFE con rostro cansado.
El estrés por no lograr la cuota de leche que debía entregar al Estado y la falta de recursos como para pagar a un guardia fue la gota que colmó el vaso para este par de campesinos del poblado de Vegas, en las afueras de Cárdenas, en Matanzas.
Su caso no es aislado. El robo y sacrificio ilegal de ganado —una práctica tipificada como delito en el país— ha sido un problema de tiempo atrás que vuelve a escena de la forma más cruda cada vez que una nueva crisis económica golpea.
Sin embargo, para Julio, con varias caídas del PIB a su espalda, nunca se había llegado a este nivel.
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Delito en aumento
No existen cifras actualizadas, pero los pocos datos disponibles –desperdigados en la hemeroteca de la prensa oficial y la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI)– reflejan que su percepción no está alejada de la realidad.
En 2022, Cuba notificó la pérdida de 82 000 vacas por hurto y sacrificio ilegal, un 145 % más que el año anterior. En ese mismo año, Matanzas fue la tercera provincia en el que más se detectó ese delito: 8150, casi tres veces más que en 2021.
Otro campesino de Vegas, que pidió permanecer en el anonimato, asegura a EFE que el incremento de los robos de ganado, sobre todo con violencia, no solo se puede explicar por el coste social de la crisis.
“Después de que pasó la covid hemos tenido unas dificultades inmensas en nuestro país, y a partir de esa fecha la mentalidad de muchos ha sido totalmente errónea. Han querido coger las cosas con lo más fácil: ir contra un campesino, que se levanta a las 3:00 de la mañana a ordeñar su vaca, y, cuando llega adonde la tiene trancada, aparece desmembrada”, lamenta.
Esta situación es, por sí misma, un drama con tres patas: significa menos producción láctea en un país con un desabastecimiento crónico de leche; lleva a la ruina a trabajadores del campo, muchos con tierras en usufructo y con un limitado margen de ganancia; y evidencia el músculo del mercado negro como única vía para conseguir cárnicos.
De acuerdo con datos oficiales citados por el medio estatal Tribuna de La Habana en 2023, los cubanos consumen actualmente el 7 % de la proteína animal que deberían ingerir al mes.

Robos con violencia
Un campesino joven, que también pidió no dar sus datos, asegura a EFE que entre los “guajiros” de Vegas ya se han sufrido ataques con armas de fuego improvisadas.
“En los últimos años ha empeorado a una velocidad enorme. Siempre había pasado, pero lo mínimo. No a esta categoría. Y mucha gente se está deshaciendo de los animales. ¿Qué vas a hacer? O desgraciarte tú o desgraciar a alguien”, dice frustrado.
Ya sea por malnutrición, sacrificio ilegal o por edad, el número de cabezas de ganado vacuno se ha reducido en los últimos años.
Según datos oficiales citados en la prensa cubana, el país pasó de 3,2 millones en febrero de 2024 a 2,9 millones en enero de este año. En 2019, el número se encontraba en el entorno de los 4 millones.
A este respecto, el Gobierno cubano ha reiterado un discurso de mano dura: de enero a agosto del año pasado los tribunales cubanos juzgaron a 1.615 personas por “conductas asociadas al delito de sacrificio ilegal de ganado mayor y tráfico de sus carnes”.
Pero a Julio no le parece suficiente: “No es fácil. Hay que cogerlos en el acto. Porque muchas veces se levanta el acta (de la denuncia) y lo único que hay es una vaca muerta”.
Juan Carlos Espinosa / EFE
Esto no es nuevo. Es mi opinión que es una mala práctica periodística utilizar informantes anónimos de hechos que se conocen existen. Más aún si la información va a parar a EFE.