Vacas sedientas en Camagüey

Ganadería en Cuba

Decenas de miles de vacas mueren cada año de sed y hambre sin que el Ministerio de la Agricultura sea capaz de detener esa sangría / Foto: Raquel Pérez.

Aunque ahora el huracán Irma amenaza con cambiar el panorama, la sequía causó muchas dificultades a la ganadería en Camagüey. Afectó la alimentación y la producción de leche y el estado de los animales. Este fue el comportamiento antes del huracán.

Un nubarrón esconde el sol y un guajiro reza que el cielo se abra en dos y que comience a llover. Y no es para menos, porque las vacas de Julio Salas y Elio Cabrera se van a “comer” la cerca perimetral de la Cooperativa de Créditos y Servicio (CCS) José Antonio Echeverría a mordiscos si la situación del agua no encuentra algún paliativo.

En esta unidad cercana a la ciudad de Camagüey, una de las mejores de la nación según las estadísticas publicadas por la prensa local- entrega anualmente más de un millón de litros de leche- no se practica la alimentación por pasto fresco al ganado desde hace un tiempo.

En el trayecto de ida y vuelta hacia el lugar, varias vacas flacas paseaban por la circunvalación, panorama que no por peligroso deja de ser habitual en las carreteras cubanas.

Camagüey: el destino incierto de la ganadería

El paisaje de sus alrededores recuerda la vegetación xerofítica del municipio Maisí. “Aquí está todo seco, y el pasto es la manera tradicional y más efectiva de alimentar a las vacas”, se lamenta Julio mientras señala hacia un pozo, cuyo fondo asemeja una fotografía de las que la NASA publica sobre Marte.

Su afirmación la respalda las cifras disponibles en la delegación provincial del Ministerio de la Agricultura. Colapsaron en el actual período seco más de 1200 pozos y cerca de 1 500 pequeños embalses localizados en áreas de pastoreo o unidades pecuarias.

Por tan apocalíptico panorama, al día de hoy más de 120 mil vacunos alivian su sed a través de pipas, trenes-cisterna, carretas tiradas por bueyes y cuanto ingenio procuren los productores y las entidades estatales.

“Pero nunca es suficiente porque el agua entonces hay que racionarla y así no es como esto funciona. Las vacas deben tener agua disponible a voluntad, de lo contrario merma el rendimiento lechero”, dice Elio, mientras me enseña un campo baldío donde solo crece el marabú y algunas vacas famélicas exhiben sus ubres marchitas.

Otra vez los números son elocuentes. El rendimiento de leche diario por animal en Camagüey anda, apenas, por los 3 litros, mientras en Europa la media es de 45 litros y en América Latina entre 15 y 20. La comparación (salvando las evidentes diferencias que pudieran existir) no resiste una segunda mirada.

En Cuba los mejores promedios son de 6 litros diarios, pero hay contados productores que con un excepcional cuidado y no pocos sacrificios personales, logran superar los 20 litros, coinciden varios especialistas en el tema de la Universidad de Camagüey.

Añoranza por la res

La sequía aflora cada vez que alguien intenta explicar las causas de la delicada situación, mientras algunos culpan en parte a no sembrar cultivos programados- ¿con qué agua?, podría preguntarse-, al excesivo calor como factor estresante para los animales y a la poca dedicación de los productores para con sus rebaños.

Abilio Conde, considerado el productor que más leche aporta al estado cubano, refiere que en su finca “El Triunfo” la previsión ante tales inconvenientes le permite entregar casi 180 mil litros al año, llueva o no.

“Esto es cuestión de estar preparado uno mismo para lo que venga, porque en ocasiones los insumos que entrega el estado se demoran y entonces si no estás con la solución a mano las vacas se mueren”.

Camagüey concentra más de 600 mil cabezas de ganado, distribuidas principalmente hacia el centro-oeste del territorio y aporta una cuarta parte de la producción de leche en el país. En el mejor mes del año llega a casi 20 millones de litros mensuales.

No es de extrañar entonces que la sentencia de Omar Torres, campesino de la finca “Taburete”, suene a profecía cuando dice que “si Camagüey tiene fiebre en asuntos lecheros, entonces Cuba tiene catarro”.

Jorge Luis Jiménez Delgado, subdelegado del ministerio de la Agricultura explicó en detalle las medidas paliativas ante la crisis climatológica que tiene a los 53 embalses de la provincia (el mayor número de embalses de la isla), en un raquítico 22 por ciento de llenado.

“Funcionan ahora mismo más de 100 bombas de agua mediante paneles solares, que garantizan el líquido a cerca de 35 mil animales. Tenemos alrededor de 300 en total gracias al aporte del Grupo Empresarial de Logística del MINAG (GELMA)”.

“Disponemos de aproximadamente 1900 hectáreas de plantas de alto contenido proteico (entiéndase kingrass, moringa, morera y otras) y cuidamos la poca masa forestal que la sequía no se ha tragado”.

“Como todo fenómeno natural extremo los efectos está claro que son negativos. “Un ejemplo, en el mes de enero fueron casi 600 mil litros de leche menos y 300 muertes vacunas más que en similar fecha del año 2016”, dijo Jiménez Delgado.

No ofreció más detalles del número exacto de muertes vacunas en lo que va de período seco, aunque documentos y declaraciones que datan del 2015, específicamente de los plenarios provinciales de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), muestran la muerte de las vacas, desde aquella fecha, como un evento cotidiano.

Para una provincia que en teoría tiene el potencial para llegar a 220 millones de litros de leche al año, entregar un promedio de 85 a 90 en los últimos tiempos no parece motivo de celebración, como así reflejan varias publicaciones de la provincia.

“El año pasado se logró la mayor entrega de leche en 26 años a la industria con 88,6 millones de litros. Este año tenemos 870 mil litros por encima de lo planificado al cierre de abril”, se decía en la Mesa Redonda emitida desde Camagüey en mayo pasado.

La producción diaria está alrededor de 250 mil litros diarios y eso da un promedio de unos 6 millones mensuales. La provincia llegó a entregar en sus mejores años, casi 200 millones de litros al año.

Según los informes de la Oficina Regional de la FAO, Cuba es el único país de América Latina y el Caribe que no ha aumentado la producción de leche desde los años 90, coincidiendo temporalmente con su “bestia negra” del socorrido período especial.

Alcides Castañeda habla de los problemas con el acuartonamiento. Foto: Guillermo Rodríguez Sánchez.
Alcides Castañeda habla de los problemas con el acuartonamiento. Foto: Guillermo Rodríguez Sánchez.

Aunque las informaciones son contradictorias, pues por un lado se habla de la “complicada situación climatológica” y por otro del “cumplimiento de los planes de entrega de leche”. Una dualidad de discursos en la que no cuadra la lista con el billete y menos lo que está en el papel, con lo que se vive en el campo.

“La verdad es que yo no sé a quién se le ocurren esos planes de producción de leche, únicamente a alguien que no venga con frecuencia a la “caliente”, dice malhumorado Alcides Castañeda en el improvisado portal de su casita.

Alcides, como tantos otros guajiros (cada día menos) del cinturón periférico de la urbe camagüeyana, tiene unas 4 hectáreas de tierra y menos de 30 reses, y sobrevive de “puro milagro” a la sequía.

“Si hasta Marino Murillo lo reconoció hace como dos años, que yo lo vi por la televisión, cuando dijo que en Cuba había fallado la estrategia ganadera a largo plazo”, me espeta con enfado al tiempo que me indica que “no está pa más preguntas que no resolverán nada”.

Y yo que no sé si tratar de persuadirlo o tragarme mi tenacidad periodística, me marcho por un trillo que, de tan seco, semeja al concreto. Mientras, pienso que quizá, con esta sequía, hasta el marabú se seque y pierda la condición ganada de “planta provincial”.

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