No es el propósito del presente texto, ni de ningún otro que hemos escrito, hacer críticas constantes, molestas e incisivas a las decisiones que se toman para enfrentar los complejos problemas de la economía cubana, afectada por difíciles coyunturas internacionales y por una incesante política de agresión y bloqueo. Mal se hacen a sí mismos y a la discusión comprometida los que en sus análisis ignoran o no reconocen explícitamente estas circunstancias. Sin embargo, como hemos expresado muchas veces, ni los problemas ni las posibilidades de avance de la economía cubana se reducen a estas difíciles condiciones en medio de las que se encuentra.
Hay un amplio espacio para avanzar sin ignorar estas complejas realidades. La economía cubana tiene, por un lado, serios problemas estructurales, acompañados por un modelo económico a todas luces obsoleto. Y a la vez sufre una crisis macroeconómica agudizada por acontecimientos recientes (el fortalecimiento del bloqueo, la pandemia, la inflación internacional, más la falta del avance adecuado de la reforma económica). La política económica cubana, no obstante esas restricciones exógenas, debe enfrentar todas las dimensiones de esta realidad sin que unas medidas se contrapongan o neutralicen otras que resultan esenciales para la solución estratégica de esta muy delicada situación.
Hace muchos años, más de veinticinco, hemos venido reiterando la necesidad de una reforma fundamental e integral de la economía. Esta es condición necesaria e imprescindible para el avance del país, incluida la preservación de su soberanía y de su proyecto de nación socialista, de justicia e inclusión social. Sin una reforma clara y profunda del sistema todo lo demás se convierte en una quimera no sostenible. Fuerzas externas e internas que lo adversan no faltan.
Es la percepción de este riesgo real y latente lo que nos hace mirar con una perspectiva integral lo que en el país se decide, sin economicismos, pero con un sentido sistémico de la economía. De más está decir que cualquier análisis se basa en la humildad que emana de comprender la complejidad de la situación. Nadie es portador de la verdad absoluta. No son aceptables ni la infalibilidad de las decisiones oficiales, ni “la tiranía de los expertos”.
Lo anterior viene al caso porque recientemente se han anunciado diversas medidas que parecen apuntar a mantener el curso de transformaciones que se han aprobado en diferentes instancias políticas. Vistas por separado, todas son portadoras de razones y argumentos. Sin embargo, su calificación solo es acertada si se miran en el contexto de la reforma integral que debe ser. Es ahí donde, inevitablemente, aparecen problemas que deben ser apuntados, considerados, evaluados y corregidos.
Como parte de los diversos análisis que hemos expuesto, destacamos el hecho de que la inflación es uno de los mayores problemas que tiene hoy la coyuntura nacional, con fuertes impactos no solo económicos sino también sociales y políticos. Hay más de un factor internacional que da lugar a presiones inflacionarias en todas partes, pero también hay más de un factor en la economía interna y en las medidas que se vienen aprobando que alimentan fuertemente la inflación.
La llamada tarea de ordenamiento monetario, iniciada en enero de 2021, de problemático cuestionamiento en sus inicios, como sucede con toda política oficial, pero ya hoy de hecho cuestionada por ella misma, tuvo consecuencias negativas para el país y la sociedad. No porque sus objetivos generales fueran incorrectos (establecer la circulación de una moneda única y unificar las tasas de cambio) sino porque el momento, la secuencia, los detalles y la falta de mecanismos para enfrentar desviaciones y shocks que la acompañaron dieron lugar a una respuesta altamente inflacionaria y no propiamente a una recuperación de la economía, como se anunció con insistencia. Esto era previsible y hasta cierto punto evitable. Así se señaló entonces en análisis serios de varios economistas cubanos.
En nuestra opinión, ante esta situación, en parte impuesta por las circunstancias internacionales y en parte provocada por decisiones internas (no solo el ordenamiento, también lo que vino después, como el reparto amplio de utilidades empresariales sin respaldo en resultados productivos reales, la descentralización de precios, el incompleto ajuste de la política tributaria, los aumentos de salarios y pensiones en ciertos sectores, etc.), se necesita una respuesta urgente e integral, por el lado de la oferta, por el lado de la demanda y con una política monetaria, cambiaria y fiscal bien fundamentadas.
Hasta ahora eso no ha sucedido de manera suficiente, y tampoco sucede con la reciente decisión de establecer una nueva tasa de cambio oficial con una fuerte devaluación del peso cubano, al nivel en que esta se mueve en el mercado ilegal (1 USD : 120 CUP), acompañada por el sostenimiento de la tasa fijada desde principios de 2021 (1 USD : 24 CUP), ahora aceptando su flotación. Todo eso, en la práctica y en esencia, significa un regreso a la situación de cambios múltiples existente antes del ordenamiento, con el avance de un mercado de divisas incompleto que solo permite hasta ahora la venta de divisas, pero no su compra. O sea, el mal que había sido atacado y anunciado en su superación, en realidad ha renacido con todas sus consecuencias y esto sucede porque su solución no está única ni exclusivamente en la esfera de la circulación monetaria, sino en toda la economía nacional, de manera esencial en la esfera productiva.
La compra de divisas del Estado: un camino sobre un callejón de piedras
Hay factores positivos en esta decisión, tanto para fomentar el turismo internacional, ahora con acceso legal y rápido a la moneda nacional con una tasa más favorable para ellos. También es una vía para la mayor capitalización de las remesas, lo cual impacta positivamente sobre todo en segmentos del sector privado y cooperativo. Sin embargo, esta decisión no está acompañada aún por un avance significativo en la mayor descentralización y racionalización de las empresas estatales cuyo nivel, en general, de baja eficiencia y costos excesivos, sigue siendo un fuerte arrastre para la economía nacional. Tampoco se amplían suficientemente las condiciones operacionales de los actores emergentes no estatales (acceso directo al comercio exterior, mercados mayoristas abastecidos, etc.). Y algo muy importante: tampoco se les permite a estos completar el ciclo económico, toda vez que no pueden comprar divisas para asistir a los mercados en MLC, imprescindibles para su reproducción. Igualmente, no se articula un mayor despliegue de proactividad de otras instituciones públicas como el correo, los bancos, los seguros, etc., imprescindibles para el funcionamiento eficiente de una economía moderna. Todos son factores fundamentales para una mayor respuesta productiva en los diferentes sectores de la economía nacional.
La reforma de las empresas estatales requiere un acápite aparte (sobre este tema volveremos en textos futuros). Para el proyecto socialista cubano, en el que la propiedad estatal es, no única, pero sí preeminente, resulta esencial la discusión del dilema principal-agente y sus implicaciones para el llamado “buen gobierno” de sus empresas públicas. Esto incluye, entre otros aspectos, la revaluación de los ministerios y otras entidades y sus funciones; el reanálisis, mayor acotamiento, reducción y reorganización de las Organizaciones Superiores de Dirección Empresarial (OSDE) y empresas existentes; los mecanismos de creación de nuevas empresas estatales o su cierre cuando sean insostenibles; la ciencia, la innovación y su introducción productiva; el papel y composición de las juntas de gobierno y su relación con las Asambleas del Poder Popular en sus diferentes niveles, tanto nacional como local y con las administración de las empresas del Estado, la mayor descentralización. Se trata de temas centrales y su solución es determinante en el curso de la reforma integral de la economía. De esa solución también dependerá la inserción exitosa de las empresas públicas en el futuro mercado cambiario.
Desafortunadamente, y debido a una evaluación muchas veces “bucólica” de las contradicciones sociales, la existencia de este dilema, descrito tempranamente por Marx, no se atendió suficientemente en las economías socialistas europeas del siglo XX, de manera que, como indican algunos autores, “… fue en lo que se conoce como el problema principal-agente que la economía de mando registró sus mayores problemas” (Samuelson & Nordhaus, 2010).
Volviendo a la medida que motiva este texto, es cierto que no se disponen de divisas suficientes para completar el mercado monetario debido a los déficits existentes. Sin embargo, cabe la pregunta de si no sería conveniente dedicar a ello una parte de las reservas (por exiguas que estas sean) o conseguir préstamos internacionales a tal propósito (habría que hacer los cálculos necesarios), lo cual permitiría incentivar el ciclo económico, aumentar la respuesta productiva y poner bajo control el mercado interno de divisas. O la de por qué no se previó su articulación anteriormente, con menos presiones inflacionarias si el objetivo fuera la acumulación temporal de divisas para su posterior venta y establecer este mecanismo como un factor esencial en el funcionamiento dinámico de la economía nacional. Aun en el caso de que hubiera sido inevitable en un inicio breve abrir sin venta de divisas, se debían al menos prever acciones monetarias y fiscales temporales para controlar el potencial nuevo impacto inflacionario de esta decisión, que nuevamente afectará más a los sectores de menores ingresos relativos.
En cualquier caso, debe completarse de manera rápida el mercado de divisas que se anuncia, en su oferta, su demanda, de ida y vuelta, con las adecuadas y dinámicas regulaciones que le deben corresponder en una economía como la cubana, pero esta tiene que ser parte de las transformaciones más profundas que necesita la economía nacional. Ninguna medida aislada, ni “un grupo de medidas” que no respondan en concepto, secuencia e integralidad a la reforma económica necesaria, podrían superar estratégicamente los problemas que hoy golpean al país.
Se debería continuar avanzando y ganar mucho más en integralidad y coherencia. Sin ese proceso no hay futuro próspero posible y sí muchas dificultades, repetidas y con frecuencia agravadas. Esto lo mencionamos no porque el pasado pueda modificarse, sino porque debe ser una fuente de aprendizaje con vistas al futuro.
Insistimos en que el tiempo es una variable crítica.
Nota:
Samuelson, P. & Nordhaus, W.: Economía con aplicaciones a Latinoamérica, McGraw-HIll Interamericana Editores S.A. de C.V, México, 2010.
Sin ese proceso no hay futuro próspero y sostenible
Seguro
Muy interesante el artículo pero con todo respeto puede sea más atendido si se lo dirigiera al gobierno de la República de Narnia. Saludos
Fue, dije, es siempre la clave de las soluciones que leo por doquier. De verdad: solicitar un préstamo y endeudarnos aún más, es la solución que se propone?
El articulo no me gisto dibaga demacisdo y se pierde la esencia ..no leo mss s esta persona
Le falta concrets o se mucha baba