Hasta mediados de octubre, cuando dejó su puesto de albañil en las obras de la nueva fábrica de cemento de Nuevitas, Omar apenas había trabajado para cubrir sus gastos de alojamiento y acumular algunos cientos de pesos por mes. Entre la intermitencia en la entrada de materiales y los desajustes en las escalas de pago, desde hacía tiempo le resultaba difícil cuadrar sus cuentas. Así que un día decidió marcharse, al igual que otros muchos antes que él.
Ahora espera por el comienzo de 2022 para incorporarse a una brigada constructora en Cárdenas, donde según le han asegurado, el trabajo no falta y el salario es varias veces superior al de sus últimas nóminas. “Aquella es una ‘inversión priorizada’ solo de nombre, a cada rato tenían que pedirnos que estiráramos los materiales para acabar un objeto de obra o retrasaban de nuevo la fecha de terminación. Son situaciones con las que uno no puede lidiar si su salario depende del pago por resultados. A un familiar que me preguntaba sobre la fábrica, se lo dije: ‘Si te vas a meter en alguna construcción, no esperes por el cemento de Nuevitas, que ese demora’”, cuenta.
Los primeros trabajos en el enclave camagüeyano se remontan a 2018, cuando el Grupo Empresarial del Cemento recibió luz verde para un programa de recuperación que esperaba sustituir la vieja planta “26 de Julio”, junto a las de Santiago de Cuba y Siguaney, por nuevas industrias. En un segundo momento, hasta 2025, las mejoras alcanzarían al resto de las cementeras de la Isla.
En definitiva, la inversión no ha alcanzado a la industria espirituana, la cual se mantiene produciendo a ritmos que no pasan de la décima parte de las que alguna vez fueron sus capacidades de diseño.
De acuerdo con estimaciones del ministro de la Construcción, René Mesa Villafaña, la industria cementera cubana cerrará 2021 con sus peores registros en más de seis décadas. Su plan, que era de 560 mil toneladas y ya suponía una caída de casi el 50 % respecto a la magra producción de 2020, será incumplido en al menos 83 mil toneladas, según reconoció el funcionario. Pero tan pronto como en el año entrante cabría esperar una dramática recuperación.
Cuba registra una reducción interanual del 26% en viviendas terminadas durante el 2020
Más de un millón 400 mil toneladas de cemento podrían salir de los hornos cubanos durante el calendario próximo, aprovechando la completa sincronización de la nueva planta santiaguera y las primeras entregas de la ubicada en Nuevitas (que se espera regularice su actividad en el primer trimestre de 2023). Fiel al espíritu de los tiempos, Mesa Villafaña aventuró que hasta 150 mil toneladas de cemento se comercializarían en moneda libremente convertible a personas naturales y nuevas formas de gestión no estatal, y que “después que cubramos todo el mercado interno, el país comenzaría a exportar”.
Su confianza desentona con los continuos llamados del Comandante de la Revolución Ramiro Valdés Menéndez a emplear tecnologías que “economicen portadores energéticos”. En noviembre, durante una visita a la fábrica de cemento nuevitera, Valdés Menéndez convocó a “aprovechar la arcilla para una mayor fabricación de ladrillos antes que bloques [… y a] la utilización de bóvedas con ladrillos, que permiten avanzar en la construcción de viviendas que aún esperan por cerramento”.
Las estadísticas del cemento en Cuba se encontraban en números rojos desde antes de la pandemia. Entre 2015 y 2019 la Isla se mantuvo entre los tres países de América Latina con menor consumo per cápita de ese material constructivo (sus 132 kilogramos al año representaban menos de la mitad del promedio regional, que es de 272 kg por habitante). Los reportes de la Federación Interamericana del Cemento detallan también cómo la caída de las producciones no pudo compensarse con compras en el exterior, a diferencia de lo que hicieron Estados vecinos. Visto lo ocurrido durante los dos últimos años, parecieran más atendibles los llamados al ahorro de Ramiro Valdés, que el optimismo del Ministro de la Construcción.
En pausa
En diciembre de 2018 Mesa Villafaña le aseguró a la Asamblea Nacional del Poder Popular que en una década sería posible solucionar el problema de la vivienda en Cuba. Lograrlo dependía de que se edificaran 527 mil 575 inmuebles y se rehabilitaran 402 mil 120.
La nueva Política de la Vivienda en Cuba, presentada por el organismo a su cargo, detalla en 47 páginas hasta las tecnologías a emplear por cada territorio y las inversiones que deben realizarse en las industrias que tributan al sector.
Con un déficit habitacional que ronda las 930 mil casas, y con otro millón 490 mil en regular o mal estado (39 % del fondo habitacional), el Ministerio de la Construcción planteaba que el grueso de las acciones debería correr a cargo de la población, bajo la modalidad de esfuerzo propio. Solo en La Habana y Santiago de Cuba la “intervención estatal será mayor debido a las complejidades de estos territorios”, explicó en mayo de 2020 la directora general de la Vivienda, Vivian Rodríguez Salazar.
Los planes no se detendrían siquiera ante la contingencia sanitaria, aseguró la directiva. “Hasta el cierre del primer trimestre entregamos 9.558 viviendas […] Resultados así no los habíamos conseguido en los últimos cinco años”, comentó entonces.
Durante 2020 la Política planificaba concluir 41 mil nuevas casas, y en 2021 la meta se elevaba hasta 43 mil 600. Eran los primeros pasos de un proceso que debía conducir hacia finales de la década a planes, cuando se superarían los 65 mil inmuebles anuales, siguiendo una tendencia que se perfilaba difícil de cumplir incluso en los escenarios más favorables.
En definitiva, al cierre de 2020 la Isla pudo sumar apenas 32 mil 874 casas a su fondo habitacional. Respecto al actual año, aunque aún no se han publicado estadísticas, todas las perspectivas apuntan a resultados significativamente más discretos.
“Hay muchísimos albañiles parados por falta de materiales, no solo particulares sino también unos cuantos de los que trabajan con el Estado”, comenta Omar. La crisis alcanza todos los aspectos del sector. Un conocido suyo, dueño de un tractor y una carreta que dedicaba al transporte de materiales, decidió venderlos y marcharse a Rusia como mula; “y no ha sido el único”, agrega.
La contracción de la industria del cemento ha ido acompañada de decrecimientos similares o incluso más acusados en otras ramas. La Oficina Nacional de Estadísticas e Información consigna cómo la producción de cabillas cayó un 48 % entre 2017 y 2020, la de ventanas y puertas de aluminio un 53 % a partir de 2016, y la de prefabricados de hormigón (los que se utilizan en levantar edificios) un 67 % desde su mejor registro del quinquenio, en 2018.
Ofelia Rivero, una beneficiaria de subsidio residente en Camagüey no necesita de informes para saber cuán radical ha sido el desplome. Desde hace dos años espera por una parte del piso y las puertas y ventanas de su casa, ya casi terminada. “Y puedo darme con un canto en el pecho. Del grupo de subsidios que aprobaron con el mío, allá por 2017, hay varias personas que no han podido pasar de las cimentaciones o las primeras paredes. A una conocida le vendieron los ladrillos para su ‘célula básica’, pero sin cemento. ¿Cómo se levanta una casa solo con ladrillos?”.
Más de un millón 400 mil toneladas de cemento deberían destinarse el año entrante a la construcción de viviendas en Cuba. Así lo plantea la Política…, que al abordar el programa de recuperación de esa industria cifraba en 744 millones de dólares el monto de las inversiones a realizar por el Gobierno en las seis plantas del país. “La demanda de recursos requiere de un incremento y uso eficiente en las producciones actuales de la industria nacional, con la ampliación de capacidades productivas”, señalaba el texto.
La coyuntura y la pandemia obligaron a repensar prioridades, retrasando muchas de aquellas proyecciones. Y aunque el discurso oficial sigue apostando por iniciativas más o menos posibles ante la falta de materiales, lo cierto es que no corren tiempos de grandes obras. Ni siquiera en las plantas de cemento, que habrían de sostener el programa de la vivienda y hoy apenas consiguen afrontar sus propias reconstrucciones.
“Más de un millón 400 mil toneladas de cemento podrían salir de los hornos cubanos durante el calendario próximo, aprovechando la completa sincronización de la nueva planta santiaguera”.
No esperen por la fábrica de cemento de aquí de Santiago. A eso le falta muchísimo. Para continuar la construcción de esta y poder desmontar en esta las piezas más crandes, necesita de un ferrocarril que lleva varios años en construcción y no ha pasado del acomodo de tierra. Este necesita alrededor de 25 puentes y obras de ingeniería; que según se ve en el que cruza la Carretera del Caney, tardarán muchos años en terminar. Este puente tuvieron que derrumbar los pilares y correrlos después de que estaban completamente fundidos y volver a empezar. A este ritmo de pa lante y pa tras ágace usted una idea de la velocidad de construcción.
A ese que es mambi……..A ti quien te paga?? No nos descubras nuestra menti-promesas. Necesitamos mucho cemento para el millon de viviendas que prometio Ramiro al año.
Triste y desesperante.
No entiendo, seguimos abasteciendo el mercado en MLC, y decimos que la mayor cantidad de vivienda debe ser por esfuerzo propio, es que acaso al pueblo se le paga en esa moneda, todos sabemos que no es así,, entonces con que vamos a construir: será como una vez escuche en una reunión que para cumplir el plan se hicieran las casas de costanera y al escusado le pusieran como puerta un saco de yute
¿Cómo conjugar esto con la construcción en paralelo de lujosos superhoteles?
¿En surrealismo estamos viviendo?
Son dos Cubas diferentes. La sin-bloqueo de los “mayimbes” llena de lujos, privilegios y hasta excesos y la con-bloqueo de los de a pie llena de necesidades, esfuerzo, limitaciones y represion. Y lo realmente doloroso es ver como los con-bloqueo le dicen a los sin-bloqueo: Pa’ lo que sea.
El hotel de 42 pisos que se construye frente a Coppelia ha gastado más de un millón de sacos d cemento solo en la cimentación, así los otros