Desde esta semana, la entrañable embarcación restableció sus viajes entre La Habana y los poblados ultramarinos de Regla y Casablanca, luego de un parón provocado por la pandemia.
Luego de meses de parón obligatorio, de intentos infructuosos de vuelta malogrados por los rebrotes de la COVID-19, la lanchita de Regla y Casablanca está finalmente de vuelta.
Desde esta semana, la entrañable embarcación —o, en realidad, las embarcaciones, porque son más de una— restableció sus viajes entre La Habana y los dos poblados ultramarinos, como parte de una progresiva vuelta a la normalidad impulsada por las autoridades cubanas a la par del avance de la vacunación masiva.
La lanchita de Regla en su recorrido por la bahía de La Habana. Detrás, la iglesia ortodoxa rusa de la capital cubana. Foto: Otmaro Rodríguez.
Era raro, muy raro, no verla surcando la bahía habanera. Su singular fisonomía se había convertido desde hacía ya tiempo en parte indisoluble del paisaje de la capital cubana, antes de que la pandemia llegase a trastocarlo todo.
En una ciudad huérfana de cruceros y con un limitado trasiego de naves comerciales, la lanchita daba movimiento cotidiano a la bahía y regalaba a los fotógrafos hermosos encuadres con el Cristo de La Habana o la iglesia de Regla en segundo plano. Pero la COVID rompió temporalmente el encanto.
Santuario de La Virgen de Regla, en el poblado homónimo, en La Habana. Delante, varias embarcaciones atracadas, entre ellas una de las lanchitas que unen esa localidad ultramarina con el centro histórico habanero. Foto: Otmaro Rodríguez.
Ahora regresa, aunque con lógicas condiciones. Solo 50 pasajeros por viaje, distanciamiento físico dentro de la embarcación y las mismas restricciones de horario establecidas para el resto de los medios de transporte, forman parte, al menos por el momento, de las medidas necesarias ante el actual escenario epidemiológico.
Tal vez muchos, ante esta situación, sigan prefiriendo los ómnibus, con una ruta más demorada y menos atractiva visualmente, pero con la ventaja de llegar a sitios a los que la lanchita no puede. Entre el Muelle de Luz y los emboques de Regla y Casablanca, ciertamente, no hay estadías de tránsito ni paradas intermedias.
Emboque o Muelle de Luz, en La Habana, punto de partida y llegada de las lanchitas en el centro histórico habanero. Foto: Otmaro Rodríguez.
Otros, en cambio, han vuelto a montarla para disfrutar de un viaje más directo y la perspectiva única que se contempla desde el mar. También para cruzar nuevamente la bahía, luego de mucho tiempo sin hacerlo, y observar la ciudad desde el otro lado, pasear por lugares a los que la pandemia hizo más distantes y silenciosos.
La lanchita, en cualquier caso, navega otra vez por las aguas de La Habana. El tiempo dirá si tendrá que volver a enfriar sus motores o si, como esperamos muchos, ha vuelto para quedarse, para sacudirse la sombra nefasta de la pandemia y eternizarse nuevamente en el paisaje.
Dos de las lanchitas en su recorrido por la bahía habanera. Detrás, el Cristo de La Habana, obra de la escultora Jilma Madera. Foto: Otmaro Rodríguez.
Pasajeros en el interior de la lanchita que realiza en recorrido entre La Habana y los poblados de Casablanca y Regla. Foto: Otmaro Rodríguez.
Personas procedentes de Regla llegan en la lanchita al Emboque de Luz, en La Habana. Foto: Otmaro Rodríguez.
Vista del pueblo de Regla, detrás la lanchita que atraviesa la bahía de La Habana. Foto: Otmaro Rodríguez.
Vista desde la lanchita, en el mar, del Hotel Armadores de Santander (izq) y la iglesia ortodoxa rusa (der), en La Habana. Foto: Otmaro Rodríguez.
Vista desde la lanchita, en el mar, de un barco petrolero en la bahía de La Habana. Foto: Otmaro Rodríguez.
Vista desde la lanchita, en el mar, del pueblo de Casablanca, en La Habana. Foto: Otmaro Rodríguez.
Vista desde la lanchita, en el el mar, de la terminal de cruceros de La Habana. Foto: Otmaro Rodríguez.
Terminal de lanchas en el poblado de Regla, en La Habana. Foto: Otmaro Rodríguez.
Terminal de lanchas en el poblado de Regla, en La Habana. Foto: Otmaro Rodríguez.
Vista desde la lanchita, en el mar, de la bahía de La Habana. Foto: Otmaro Rodríguez.
Vista desde la lanchita, en el mar, de un barco de mercancías siendo descargado en el puerto de La Habana. Foto: Otmaro Rodríguez.
El Cristo de La Habana, la mayor escultura de mármol blanco de carrara hecha por una mujer, la artista Jilma Madera, y a la que se puede acceder tras atravesar la bahía habanera en la lanchita. Foto: Otmaro Rodríguez.
Vista del Cristo de La Habana a través de la vegetación que rodea La Cabaña, en La Habana, y a la que se puede acceder tras atravesar la bahía habanera en la lanchita. Foto: Otmaro Rodríguez.
Vista de La Habana en un día nublado, desde el pueblo ultramarino de Casablanca, al que se puede acceder a través de la lanchita que atraviesa la bahía habanera. Foto: Otmaro Rodríguez.
Iglesia de La Virgen de Regla, en La Habana, a la que se puede acceder a través de la lanchita que atraviesa la bahía habanera. Foto: Otmaro Rodríguez.
Trabajadores en la terminal de lanchas de Casablanca, en La Habana. Foto: Otmaro Rodríguez.
Embarcadero de botes de pesca, en Casablanca, La Habana. Foto: Otmaro Rodríguez.
El Capitolio Nacional y otras edificaciones vistas desde en Cristo de La Habana, al que se puede acceder en la lanchita que atraviesa la había habanera. Foto: Otmaro Rodríguez.
Motociclista transita por la carretera de La Cabaña, en La Habana, del lado este de la bahía. Foto: Otmaro Rodríguez.
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