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Gerard van der Sluijs tiene 59 años y vive en Zwolle, capital de la provincia de Overijssel, en el noreste de los Países Bajos. La ciudad, de poco más de 132 mil habitantes, es el punto de partida de una historia que combina curiosidad cultural, empatía y solidaridad.
Gerard trabaja de manera independiente como fotógrafo, conductor de autobuses turísticos y camionero. Le apasionan las caminatas, las motocicletas, el fútbol y la fotografía. Es, además, padre soltero de dos hijos: Madelief, de 21 años, y Merijn, de 17. Su mejor amigo —no duda al decirlo— es Bram, su perro pastor holandés.

A ese retrato se suma una afinidad inesperada: su amor por la música cubana. “Escucho mucho a Alexander Abreu y a Alain Pérez. Siento que lo expresan todo sobre la vida: en Cuba y en cualquier parte del mundo”, confiesa. “Tienen influencias africanas, de jazz… es una música extraordinariamente bien elaborada, arte en estado puro y además ¡totalmente adictiva!”.
Desde hace años siente una atracción especial por América Latina, “aunque nunca he sabido explicarla del todo”, admite. “Creo que tiene que ver con la forma de vivir, que transcurre en la calle, en comunidad. Ese aspecto social me resulta profundamente inspirador. En los Países Bajos la vida suele desarrollarse más puertas adentro; somos, quizá, más reservados”, cuenta.

Su interés por Cuba se fortaleció tras su encuentro con el grupo cubano de música y danza Soy de Cuba, que realizó una gira por su país. “Fui su chofer durante varias semanas y entre nosotros nació un vínculo muy especial”, recuerda.
A principios de este año decidió dar el paso definitivo y programar un viaje a la isla caribeña. Sería su primer viaje hacia fuera de Europa. “Por mi trabajo viajo mucho dentro del continente, pero esta será una experiencia completamente nueva. Fue una manera de decirme a mí mismo: ahora sí, no hay vuelta atrás”.
Sin embargo, las vacaciones soñadas —playas, sol y descanso— cambiaron de sentido tras el paso del huracán Melissa, que azotó el oriente de Cuba el pasado 29 de octubre. Las imágenes que comenzaron a circular en internet le mostraron la magnitud de los daños en provincias como Santiago de Cuba, Guantánamo, Granma y Holguín.

El 1 de noviembre, Gerard publicó en su perfil de Facebook: “Mis vacaciones cobran un significado diferente. El 17 de diciembre me iré a Cuba por tres semanas… pero desde que el huracán Melissa causó tanta devastación allí, no puedo ir a disfrutar con tranquilidad”. Y añadía: “El este de Cuba fue golpeado duramente: casas destruidas, cosechas perdidas y muchas familias siguen sin techo. Por eso, durante mi estancia quiero devolver algo a las personas que han sido tan golpeadas”.
Así comenzó una campaña solidaria que busca llevar “un poco de esperanza después de la tormenta”. Gerard pidió a sus compatriotas una donación simbólica de cinco euros —el viaje y el alojamiento en Cuba corren por su cuenta— y aseguró que cada contribución iría “directamente a la población, sin la intervención de organizaciones ni gastos administrativos”. También organizó una subasta en línea, junto al sitio gastronómico La Cubanita, que estuvo activa hasta el día 14 de diciembre, con premios y recuerdos para los mejores postores.

En las calles de Zwolle, con una pequeña bandera cubana, una alcancía en una mano, y en la otra un ejemplar del diario De Stentor, que lo entrevistó sobre su inciativa, Gerard viste un pulóver con un corazón rojo estampado en el pecho. En el artículo explica pacientemente a sus compatriotas los objetivos de la campaña. “Cada contribución, grande o pequeña, marca la diferencia”, nos dice apoyándose en un programa de traducción: aunque desea aprender español, solo habla neerlandés, inglés y alemán. A sus pies, Bram descansa.

Intentaste recaudar fondos en GoFundMe, pero la campaña fue cancelada. ¿Qué sucedió?
Vi las imágenes en redes sociales y me impactó profundamente la destrucción, especialmente en el oriente del país. Saber que muchas personas ya vivían con muy poco y que lo habían perdido todo me resultó estremecedor. No podía simplemente ir como turista a disfrutar sabiendo que había tanto sufrimiento. Tres semanas de playa y ron no eran una opción moralmente correcta para mí.
Preparé una campaña muy completa, pero en apenas media hora la plataforma la eliminó. A la mañana siguiente recibí un correo explicando que las sanciones económicas estadounidenses impedían cualquier tipo de recaudación para Cuba. Me sentí profundamente decepcionado y confundido.
Pero tu iniciativa no terminó ahí. ¿Qué hiciste luego?
Decidí no rendirme. Opté por centrarme en la recaudación local de fondos y donaciones. Hice todo lo posible para dar a conocer la situación en Cuba: envié comunicados de prensa, publiqué artículos, escribí correos y mensajes…
Como la prensa neerlandesa no mostró mayor interés al inicio, sentí la responsabilidad de contar la historia yo mismo. Pasé cada hora libre en la calle con una alcancía, recaudando donaciones. También contacté a todas las iglesias de mi ciudad para pedir apoyo a la causa cubana.


Finalmente la prensa reflejó tu iniciativa…
Sí. Un medio nacional importante, De Stentor, me entrevistó después de recibir mi comunicado. Publicaron un artículo de página y media. Fue muy positivo, aunque olvidaron incluir mi sitio web, lo que dificultó que los lectores me contactaran.
Aun así, gracias a ese artículo una farmacia donó vendas y medicamentos. Otros medios digitales también publicaron notas.

¿Cómo reaccionaron tus compatriotas a la campaña?
Las colectas en la calle fueron la experiencia más conmovedora: recibí donaciones, palabras de aliento y mucha empatía.
Las iglesias, en cambio, no respondieron. Una incluso me pidió que preparara carteles, pero nunca los colgaron. Fue muy triste, especialmente viniendo de una comunidad cristiana.
¿Qué tipo de donaciones llevarás a Cuba?
Desde artículos básicos como lápices y bolígrafos hasta vendas, medicamentos, ropa, juguetes, juegos, vitaminas y, por supuesto, dinero para brindar ayuda directa allí donde más se necesite.
Irás directamente a las comunidades afectadas, sin mediación de organizaciones…
Pasaré los primeros días en La Habana, donde me reuniré con amigos cubanos para analizar la situación y definir un plan final. Mi intención es viajar personalmente al Oriente de Cuba para entregar la ayuda, siempre respetando la ley y las circunstancias locales.
Si por alguna razón no pudiera llegar a las zonas afectadas, buscaré una organización cubana confiable que garantice que las donaciones lleguen realmente a las manos correctas. Para mí es fundamental que cada centavo beneficie a los damnificados.
¿Tienes una ruta planificada?
La planificación final la definiré en los primeros días en La Habana. Incluso ahora no sé exactamente cómo llegaré a Oriente. Todo se organizará cuidadosamente junto a mis contactos cubanos.
Como fotógrafo, ¿documentarás el viaje?
Es mi gran deseo. Mi misión original se llamaba Gelukszoeker (“Buscador de la felicidad”). No porque yo esté buscando felicidad desesperadamente, sino porque veo que, pese a las dificultades, los cubanos irradian alegría. Quiero capturar esa felicidad con mi cámara. Incluso diseñé un pulóver con un gran corazón rojo en el frente y la frase “Buscador de la felicidad”, junto al mapa de Cuba en la espalda. Espero que no lo interpreten mal —dice entre risas—.

¿Qué expectativas tienes?
En los últimos meses me he sumergido en la historia de Cuba a través de documentales y películas. Su pasado es tan complejo como fascinante. Creo que es un país inmensamente rico en lo cultural, lo musical y, sobre todo, en lo social.
Espero vivir una gran aventura y voy con la mente abierta, sin expectativas rígidas. Quiero cumplir mi misión y también disfrutar de la belleza de Cuba: aprender los pasos básicos de la salsa, visitar ciudades como La Habana, Holguín y Trinidad, ver la estatua del neerlandés Piet Hein en Matanzas y, claro, probar un auténtico tabaco cubano.












