Aguas estancadas y basureros desbordados ocupando las esquinas de la ciudad son cada vez más frecuentes en Cuba. Y aún más en La Habana. Por años, estas imágenes se han hecho comunes en cualquier municipio.
Los muchos baches en las calles y aceras, anegados como verdaderas micro lagunas; las “aguas negras” brotando de desagües tupidos; las tuberías rotas proveyendo los “ríos” que corren calle abajo… Toda este paisaje de insalubridad se mezcla habitualmente con las pestilentes acumulaciones de todo tipo de desperdicios, en vertederos crecidos en cualquier intersección, solar o edificio ruinoso.
Muchos factores, no siempre objetivos o irresolubles, se han combinado para ofrecer tan lamentable panorama: la crisis, la indisciplina social, la incompetencia o despreocupación de las entidades responsables, la permisibilidad de las autoridades, la desidia general de la gente.
Todo ello, no ha hecho más que acrecentarse peligrosamente con la agudización de la crisis económica. La falta de recursos, de combustible, se ha cebado con la ciudad. En la lista de prioridades, en momentos de tanta carencia, parece no tener lugar la limpieza en los espacios públicos.
La basura se ha hecho costumbre.
Entonces, llegan las lluvias y el verano y aceleran la descomposición y la fetidez de los desechos. Y los vertederos se hacen aún mayores en no pocos sitios hasta sobrepasar con creces las capacidades de los encargados estatales para eliminarlos y, también, para evitar su resurrección.
Mientras, los charcos y “lagunas” se convierten en criaderos ideales para los mosquitos, en momentos en que el dengue y la Fiebre de Oropouche se expanden por la isla y tensan el escenario epidemiológico a la par de otras carencias y preocupaciones.
Días atrás las autoridades de La Habana reconocieron un “incremento de casos” de Fiebre de Oropouche, a pesar de que no se había confirmado públicamente la presencia de esa enfermedad en la capital. Entonces, advirtieron que este incremento, extensivo también al dengue, podía llevar los indicadores sanitarios a “números críticos” si no se realizaban “los protocolos dispuestos”.
En este contexto, y con la perspectiva de más lluvias en los próximos días, nuestro fotorreportero Otmaro Rodríguez recorrió nuevamente las calles habaneras. Y los charcos y vertederos que captó con su lente redoblan las alarmas —o eso deberían hacer— en pleno inicio de esta temporada veraniega.
El problema de los basureros en La Habana no es de ahora. Desde hace años está sucediendo, aunque ahora se han incrementado. Tengo uno en la esquina de mi casa, en Goicuría y Freyre de Andrade, en el Sevillano, 10 de Octubre. He planteado la situación en la asamblea del delegado de mi circunscripcion, en la oficina de comunales y del poder popular de mi municipio y en el departamento de epidemiologia de mi policlínico, sin ningún resultado. De hecho, frente a mi policlínico, que está en la otra esquina, hay también un basurero! La población de gatos en el barrio ha disminuido drásticamente (supongo que se los estén comiendo, como cuando el periodo especial de los noventa), por lo que la población de ratones en el basurero está aumentado, con el peligro de un brote de leptospirosis. Los ratones vienen para las casas. Tambien las moscas han aumentado. Vivo encerrada en mi casa por el mosquero y el mal olor. Cuando llueve la basura es arrastrada hasta los desagües del alcantarillado con la tupicion consiguiente y la inundación. En mi barrio, en cada cuadra hay un basurero…amén de la yerba que cada vez crece más y sirve de refugio a los mosquitos. Antes yo pagaba a una persona para que cortara la que crece al frente de mi casa, pero soy jubilada, con una pension de 1687 pesos mensuales que ya no me alcanza ni para comer! Me siento tan apabullada e impotente que cuando salgo a la calle no miro los basureros que me circundan, sino al cielo, y pido a Dios que se apiade de nosotros!