En medio de los cambios que acontecen en el modelo económico cubano uno de los más esperados y controversiales temas se vincula al tratamiento de la inversión extranjera. Con una experiencia anterior realmente cuestionable en políticas y resultados, los cambios necesarios en el proceso deberán ser realmente importantes si se quiere lograr efectos y contribuciones positivas al desarrollo del país.
A nivel internacional la inversión extranjera directa constituye la forma básica de captar financiamiento internacional desde finales de los años ochenta del pasado siglo, después de la crisis generada por la ruptura del proceso de endeudamiento en el año 82. A partir de entonces este instrumento, sus modos de captación y consecuencias, ha sido objeto de múltiples debates y generado cambios en el entorno institucional y legal de los diferentes países que aspiran a convertirse en receptores más atractivos.
El proceso de captación de la inversión extranjera y su imbricación en los planes de desarrollo nacionales es complejo y requiere de un análisis multifactorial, sistémico, que lo convierte en uno de los más importantes retos que en materia de política económica tenían y tienen ante sí los diseñadores y hacedores de políticas públicas.
Los flujos de esta inversión están considerados la opción más viable para acceder a capital fresco, tecnologías, mercados de exportación y otros elementos generadores de un conjunto importante de potenciales sinergias positivas vinculadas a productividad, crecimiento del producto interno bruto y empleo.
Dentro de la actual dinámica de cambios que tienen lugar en Cuba, la inversión extranjera adquiere particular protagonismo en los propósitos pautados para la transformación de la economía.
Entre especialistas existe consenso respecto a que en una economía pequeña y descapitalizada como la cubana, la inversión extranjera directa debe constituir un eje estratégico del desarrollo, mas allá de los retos y riesgos que este proceso entraña, vinculado a elementos económicos y sociales diversos.
El complejo escenario internacional marcado por la crisis del modelo neoliberal globalizado y las limitaciones que impone el bloqueo norteamericano, implica retos adicionales para Cuba en materia de inserción externa y captación de recursos y nichos en el mercado mundial. Estos demandan la necesidad de elaborar y aplicar estrategias y políticas económicas flexibles, inteligentes y viables que aseguren la captación de los mayores ingresos externos por vías diferentes, en particular por inversión directa.
No es posible olvidar, sin embargo, que los flujos de inversión extranjera directa responden a una lógica de negocios mutuamente ventajosa para las partes. El objetivo final de ella responde a la obtención de beneficios y no se puede obviar, sino que debe ser aprovechado mediante un cuerpo legal y normativo eficiente, diferenciado, transparente y atractivo que traiga, evidentemente, también beneficios al receptor.
Los insuficientes resultados del proceso de captación de capital de los noventa y la reducción del número de negocios en los últimos años, obliga a promover una nueva oleada de inversión extranjera que contribuya a elevar los niveles de inversión interna, imposibles de lograr solamente con ahorro doméstico y que resultan imprescindibles para avanzar en la senda del desarrollo.
Dentro de un entorno geográfico muy competitivo en materia de captación de inversión extranjera, el diseño de una política atractiva puede decidir a potenciales inversores entre un destino caribeño u otro.
La política cubana en este sentido deberá despojarse de viejos prejuicios y temores y asumir los retos que este proceso genera con prisa, lo cual no significa que se abra irresponsablemente la cuenta capital y se entregue el futuro al capital extranjero.
La política que se diseñe debe considerar las lecciones anteriores de las propias experiencias nacionales y de otros países. Puede aprovechar las experiencias internacionales en modelos con alta participación estatal, que incluso en algunos casos como China, Viet Nam y Rusia, constituyen socios estratégicos que exhiben resultados significativos.
En ese sentido, resultaría indispensable reformular el cuerpo legal buscando elevar mucho más su transparencia, credibilidad y seguridad como carta de triunfo para captar inversores.
Según una investigación reciente del Centro de Estudios de la Economía Cubana de la Universidad de La Habana, los inversionistas internacionales observan varios elementos negativos en dicho proceso. Entre estos destacan: el largo, demorado y poco transparente proceso de autorización de los negocios; el régimen de contratación de la fuerza de trabajo bajo una agencia empleadora y los problemas que esto genera, en particular el alza de los costos relativos a la contratación y otros derivados; lentitud e incertidumbre alrededor del reglamento vigente en materia de solución de conflictos; las cláusulas sobre derechos de propiedad y duración de contratos son ambiguas y limitadas; además, el Estado es el definitivo y único partner, lo cual crea un desbalance en las relaciones de poder que algunos consultados consideran negativo para el discurrir de los procesos.
La unanimidad en torno a los criterios señalados puede lacerar nuevamente los propósitos más loables, se trata de proposiciones en función de resolver lo que esté pendiente, teniendo en cuenta las actuales condiciones del país, de manera expedita y transparente.
Autora: Dra. Carola Salas Couce
Universidad de La Habana
muy buen artículo, ideas muy precisas. se trata de un tema esencial.
Una apertura controlada puede traer cambios positivos. La clave estaran en las regulaciones del mercado. Un mercado demasiado abierto puede traer perdidas impredecibles, como hemos visto en los ultimos años.