El 6 de agosto Cuba amaneció conmocionada por el peor desastre industrial de su historia. El incendio de la Base de Supertanqueros de Matanzas, iniciado por un rayo, consumió a lo largo de una semana interminable buena parte de la instalación y sus alrededores; y se cobró la vida de 17 personas —la mayoría en el lugar, mientras combatían las llamas; otros, como consecuencia de las quemaduras sufridas.
El siniestro, que provocó fuertes explosiones, con llamaradas de decenas de metros de altura, dejó además un saldo de un centenar de lesionados y pérdidas materiales ascendentes a millones de dólares.
No solo se perdieron los cuatro tanques siniestrados, cada uno con capacidad de 50 000 metros cúbicos, sino además el crudo que almacenaban —las autoridades cifran la afectación en unos 145 000 metros cúbicos—, talleres y otras dependencias de la base, e incluso viviendas aledañas, lo que obligó a evacuar a las comunidades cercanas.
Tras días de enorme tensión e incertidumbre, el incendio pudo ser sofocado gracias al épico esfuerzo de bomberos llegados de toda la isla, y a la asesoría y el apoyo tecnológico de México y Venezuela. Comenzó entonces el trabajo de recuperación, a sabiendas de que las nefastas huellas del fuego no serían fáciles de borrar.
Cuatro meses después, sin detalles sobre qué falló en los dispositivos de seguridad, no ha terminado el trabajo de recuperación en la Base de Supertanqueros. Las labores están aún en una primera etapa, según explicaron directivos a la prensa en una visita realizada esta semana. Esta primera fase se encuentra sobre el 70 % de ejecución y ha incluido demoliciones, la remoción de miles toneladas de escombros retorcidos y el rescate de las funciones del muelle, de acuerdo con un reporte de la agencia AP.
No obstante, incluso en medio de los trabajos, “la base ha seguido operando, con su limitación”, dijo a AP Liber Sams, jefe de inversiones de la base.
“Tenemos menos capacidad de almacenamiento de crudo; pero no hemos dejado de dar servicio con un esfuerzo inmenso. No podemos darnos el lujo de parar. Esta base es vital para la economía del país”, añadió.
Los cuatro tanques que se salvaron de las llamas han seguido funcionando “tal y como están”, señala el reporte, según el cual el plan de las autoridades es construir otros cuatro depósitos que sustituyan los incendiados, pero “con nuevas medidas de seguridad; entre ellas, un mayor distanciamiento y reforzados con tierra además de hormigón”.
De acuerdo con los planes oficiales, el primero de estos tanques comenzará a montarse en marzo de 2023, mientras que el resto se instalará de manera paulatina con una inversión totalmente cubana de unos 55 millones de dólares, precisa AP.
Antes había trascendido que especialistas de la empresa Petróleos de Venezuela (PDVSA) colaboraban con homólogos cubanos en las adecuaciones al sistema de pararrayos de la base, con vista a minimizar riesgos, y a partir de lo establecido en las normas internacionales vigentes.
Las autoridades habían informado además sobre la recuperación del abastecimiento de agua a la base a partir de soluciones como un nuevo pozo; y sobre la incorporación de nuevas bombas como parte de la infraestructura antiincendios.
En cuanto a las viviendas dañadas, para sus residentes se están construyendo nuevas casas a mayor distancia de la zona afectada. Deberían estar listas en las próximas semanas. Mientras, todavía con conmoción y horror por lo vivido, los vecinos esperan la mudanza.
Las heridas que dejó el fuego, las físicas y las emocionales, son todavía visibles en Matanzas.