En la cafetería del lujoso hotel Grand Aston de La Habana —inaugurado en marzo— hay más camareras que huéspedes, al grado de que en plena tarde de verano las empleadas bromean: “Hasta da tiempo de pensar”.
Desde este imponente edificio, con 600 habitaciones, que pueden llegar a costar unos 200 dólares la noche, se otea el icónico malecón de la capital cubana entre una hilera de mesas vacías y un refrigerador con cervezas extranjeras.
Apenas hay visitantes hospedados. Pero no solo aquí, sino en un buen número de hoteles de la Isla, algunos de ellos construidos y abiertos en los últimos años, coincidiendo con la grave crisis que enfrenta el país desde 2020.
“Yo me di cuenta (de la falta de turistas) cuando miré desde mi habitación a la calle en la mañana siguiente y no había nadie. Es verdad que nos pareció raro”, confiesa desde el lobby del hotel Habana Libre Valerie, una francesa de 20 años junto con su amiga Shawnee, de 19.
Aunque la ocupación hotelera en Varadero —el principal destino de sol y playa de Cuba— es más elevada que en La Habana y que la Isla no está en temporada alta —coincidente con el invierno del hemisferio norte— las cifras que emplean los expertos reafirman la percepción de estas dos chicas.
Turistas y habitaciones
La tasa de ocupación en los alojamientos de Cuba se mantuvo en torno al 50 % entre 2016 y 2020, según datos oficiales cotejados por el economista Pedro Monreal.
El número de habitaciones, por su parte, ha repuntado más de un 25 % desde 2016. Si a inicios de aquel año se contabilizaban 62.000 habitaciones, el Ministerio de Turismo (Mintur) habla actualmente de 78.862, de las que un 74 % son de 4 y 5 estrellas.
Monreal añade que en el último bienio, mientras el producto interior bruto (PIB) caía más de un 7 %, el Estado desembolsó cerca de 1.500 millones de dólares en hoteles.
La construcción de nuevas habitaciones turísticas —que este economista estima que es el grueso de la partida “servicios empresariales, actividades inmobiliarias y de alquiler”— llegó a rozar el 50 % de la inversión entre 2020 y 2021.
En los primeros tres meses de 2022, la edificación de hoteles, así como otros aspectos relacionados con el turismo, concentró el 35 % de las inversiones totales, de acuerdo con datos de la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI).
Esto quiere decir que se invirtió 20 veces más en este rubro que en la sanidad pública (1,7 %) o en educación (1,2 %), según las cifras oficiales.
El aumento del número de habitaciones contrasta con los altibajos que ha sufrido la cifra de turistas por las vicisitudes políticas y la pandemia, principalmente.
En el primer semestre Cuba recibió a 682.297 viajeros internacionales, cinco veces más que en el mismo período del año anterior, pero aún lejos de los más de 2 millones que arribaron en los primeros seis meses de 2019, antes de la irrupción del coronavirus.
Las autoridades del país esperan para este 2022 el arribo de 2,5 millones de turistas, una cifra que los expertos consultados han puesto en duda que se pueda alcanzar con la tendencia actual.
Antes de la pandemia, en 2018 y 2019, Cuba llegó a atraer a entre 4 y 5 millones de viajeros internacionales al año.
Incomprensión
Estas cifras han generado incomprensión entre ciertos sectores cubanos, como ha reconocido el propio Gobierno, algo en parte relacionado con el adverso contexto económico actual.
Cuba atraviesa una grave crisis desde 2020 fruto de la pandemia, el endurecimiento de las sanciones de EE.UU. y los errores en la gestión nacional.
El presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, reconoció este año en el marco de una feria de turismo que el esfuerzo inversor del país en este sector “no siempre es comprendido por una parte de la población” y enfatizó la necesidad de trabajar en la “eficiencia” del sector.
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Los expertos, por su parte, no comparten el diagnóstico del Gobierno.
La construcción de nuevos hoteles “no se justifica”, asegura a EFE el economista cubano Mauricio de Miranda. “En ningún momento reciente se ha llegado a una ocupación que realmente indique que hace falta incrementar el número de habitaciones”, señala.
Pavel Alejandro Vidal, profesor asociado en la Universidad Javeriana de Cali (Colombia), coincide en este dictamen, aunque añade que el turismo “ha mantenido unos niveles de eficiencia aceptables” y destaca que “es el único sector en el que se puede apuntalar una recuperación” nacional.
Apuesta de Estado
Esta apuesta por aumentar la oferta hotelera tiene su germen en un plan de 2016 del Ministerio de Turismo (Mintur) que contempla la construcción de más de 100.000 habitaciones para 2030.
El documento se tejió en un momento en el que la mirada cubana estaba puesta en el potencial del mercado estadounidense, el mayor y más adinerado de la región Caribe, a raíz del proceso de “deshielo” con Estados Unidos durante el mandato de Barack Obama (2009-2017).
Dos años más tarde, y ya con la hoja de ruta de Obama dilapidada por su sucesor, el republicano Donald Trump, el Mintur trazó el Plan de Desarrollo 2018-2030 con vistas en la apertura de 216 nuevos hoteles.
“No podemos esperar a que el bloqueo finalice para construir la planta hotelera”, justificó entonces Díaz-Canel, quien confió en que el sector se convirtiese en “locomotora de la economía nacional”.
EFE contactó al Mintur para poder incluir su posición y argumentos, pero por el momento no ha obtenido respuesta.
Modelo turístico
Los expertos no solo critican el dinero que el Gobierno cubano destina a hoteles, sino el modelo con el que el país intenta posicionarse como un destino hacia el exterior.
“Pierden la oportunidad de crear un producto turístico propio. Han apostado por el modelo de sol y playa masivo, que ya está en decadencia en muchos países”, censura el economista Elías Amor.
Amor también reprueba que el presupuesto sea acaparado en alojamientos y no en “carreteras u otro tipo de infraestructuras” que también conforman la experiencia del viajero: “Al final, el turista sale del resort y lo que se encuentra es con un país con muchas carencias”, señala.
Para Vidal, la forma en que se decide la inversión hotelera en Cuba está ligada también con el peso del Grupo de Administración Empresarial (Gaesa), un conglomerado multisectoral en manos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) con más de medio centenar de empresas, entre ellas las principales del sector turístico.
“Es un factor… ha manejado un flujo de caja en efectivo independiente del resto de la economía. Ellos tienen facilidades que no tienen otros ministerios e industrias”, apunta Vidal.
Gaesa, que no rinde cuentas al Mintur o al parlamento y tampoco difunde sus cuentas, controla buena parte de los hoteles y de los ingresos provenientes del sector.
Su influencia económica en Cuba es enorme: algunos expertos consideran que controla más del 50 % del PIB.
Juan Carlos Espinosa / EFE