Los últimos días el mundo ha recibido señales contradictorias respecto a la pandemia de COVID-19. Por un lado, luego de que China abandonara la política de cero contagios, la nación asiática ha vivido un espectacular repunte del número de contagios y fallecidos, que se acompañó del colapso de las instituciones de salud y el abandono, por parte del gobierno, de la costumbre de publicar el número de casos diarios. En consonancia con lo anterior, varias naciones comenzaron a exigir a los viajeros procedentes del “Gigante Asiático” un test negativo para permitirles la entrada. Mientras esto sucedía, el Director General de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, anunciaba que seguramente en algún momento del 2023 la COVID-19 dejaría de ser una emergencia sanitaria internacional y se congratulaba de que el mundo hubiera aprendido algunas de las duras lecciones que ha dejado la pandemia.
Entretanto, Cuba ha experimentado un ligero, pero significativo, aumento en el número de pacientes, que ha llevado a las autoridades sanitarias de la isla a poner, nuevamente, esta enfermedad en el centro de la agenda. Según un informe actualizado de la situación epidemiológica nacional, compartido en el sitio oficial del Ministerio de Salud Pública por el Dr. José Ángel Portal Miranda, en el año que recién termina se contabilizaron en el país 112 mil 972 positivos, el promedio diario de contagios fue de 1299 casos y fallecieron 189 personas, para una letalidad de 0,17 %. Resulta significativo que en las últimas18 semanas no se haya reportado ninguna muerte por esta causa. Sin embargo, desde mediados de noviembre se han diagnosticado 526 nuevos casos y en la penúltima semana del año se observó un crecimiento del 53.7 % del número de enfermos respecto a la anterior. ¿Cuáles son las causas de este repunte? ¿Qué debemos esperar para las próximas semanas? A estas preguntas estaremos dando respuestas en el presente artículo.
Bajas temperaturas, nuevas subvariantes, fiestas y el abandono de las medidas higiénicas
Las bajas temperaturas del último mes tienen un peso importante en la actual situación epidemiológica. No es casual que cinco de las seis provincias donde se concentra el 80.1 % de los casos, y el municipio especial Isla de la Juventud, estén comprendidas en una franja de territorio que va desde Villa Clara hasta Mayabeque. Esta zona del país suele tener en estos meses temperaturas mínimas entre 3 y 4 °C más bajas que en el Oriente y las últimas semanas han sido particularmente frías en Cuba. El descenso de las temperaturas tiene un doble efecto que favorece el aumento de las enfermedades respiratorias: por un lado, disminuye la capacidad de los mecanismos de defensa del organismo de combatir la entrada de los virus al aparato respiratorio, al tiempo que favorece las largas estancias en ambientes cerrados, sin ventilación, lo que es otro factor causal de la propagación de este tipo de enfermedades.
Adicionalmente, aunque durante todo el año la variante predominante en el país ha sido la Ómicron, según la actualización del Ministro de Salud Pública en las últimas semanas las subvariantes que están predominando son BQ-1 y XBB-1. Estas subvariantes son responsables también de más del 70 % de los casos en los Estados Unidos y la visita para las fiestas de fin de año de cubanos residentes en aquel país, así como de turistas, seguramente está incidiendo en el aumento en el número de los casos en la isla. Por otro lado, un estudio de la revista Nature Medicine reporta que tanto la BQ-1 como la XBB-1 son particularmente hábiles a la hora de evitar la respuesta del sistema inmunológico, incluso de las personas que han completado el esquema de vacunación y cuentan con dosis de refuerzo.
Finalmente, el abandono de las medidas higiénicas se puede citar también entre las causas del aumento del número de casos. Desde finales de mayo del pasado año se eliminó la obligatoriedad del uso del nasobuco, que quedó solo para las unidades hospitalarias y el transporte público. Conforme pasaban los meses y la vida volvía a la normalidad en el país, la percepción de riesgo de la población continuó disminuyendo. Si a esto le sumamos que en las semanas recientes hemos sigo testigos de grandes aglomeraciones de personas con motivo de las fiestas de fin de año, en las que no se observa ningún distanciamiento físico y la mayoría no están utilizando los medios de protección anti contagios, es lógico que se observe un aumento en el número de positivos a esta enfermedad.
¿Qué debemos esperar en las próximas semanas y meses?
En las próximas semanas e incluso en los primeros meses del año se observará un aumento en el número de casos, cuyo pico podría darse a finales del mes de enero. Sin embargo, con los niveles de inmunidad alcanzados en el país, tanto de manera natural como gracias a las campañas de vacunación —según el Minsap el “98,6% de la población vacunable tiene completo su esquema”—; este escenario no será como el que se vivió en el verano del 2021 con la variante Delta, ni siquiera debe llegar a los niveles que se observaron a principios del año anterior. Ahora bien, los adultos mayores, los pacientes inmunodeprimidos y las embarazadas sí resultan un personal de riesgo y en estas categorías se van a concentrar la mayoría de los hospitalizados y fallecidos. Así ha sucedido en varias regiones del mundo.
En este contexto, las autoridades sanitarias han tomado una serie de medidas para enfrentar la que parece ser la última ola de la COVID-19. Hace pocos días se recomendó el uso de nasobuco en lugares públicos, se está haciendo campaña para aumentar la percepción de riesgo de la población y para que regrese a medidas higiénicas elementales como el lavado frecuente de las manos y el distanciamiento físico. Por otro lado, se anunció que se aplicará una dosis de refuerzo adicional para los mayores de 70 años, las embarazadas y las personas con riesgo, lo que seguramente incluirá al personal sanitario. Por último, el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB) anunció el uso del medicamento Nasalferon para prevenir las formas graves de la enfermedad en el país.
Todas estas medidas no tendrán el impacto deseado sin la colaboración de las personas. No se trata de ser alarmistas, pero, al contrario de lo que se cree, la COVID-19 no ha terminado y, si bien es improbable que los más jóvenes fallezcan por su causa, en una sociedad tan envejecida como la nuestra todos somos potenciales vectores para personas que sí pueden ser víctimas fatales del último zarpazo de pandemia. Finalmente, todavía es teóricamente posible el surgimiento de una nueva y letal variante en el inmenso laboratorio humano que constituyen los millones de chinos que aún no se han enfermado ni vacunado y en los que el virus podría mutar para dar paso a una nueva forma de la enfermedad. En ese sentido, lo más importante es mantenerse informados.