Para los habaneros basta decir “La Fuerza” para entender que se habla de uno de los sitios icónicos de la ciudad, de una edificación que ha acompañado a La Habana desde tiempos remotos y sobre la que se erige su símbolo por excelencia: la Giraldilla.
Fue en el siglo XVI, tras el funesto ataque a la villa comandado por el pirata francés Jacques de Sore, que comenzó a construirse el actual Castillo de La Real Fuerza, luego de la destrucción de su antecesor, La Fuerza Vieja. Las obras originales tomarían alrededor de 20 años, pero se extenderían luego con otras ampliaciones y modificaciones hasta llegar a ser lo que es hoy.
El castillo cuenta con un foso y un muro perimetral, y fue erigido siguiendo los códigos de la arquitectura renacentista, con una planta en cuadrado dividida en nueve partes iguales, rematada por cuatro bastiones regulares. Destaca también el grosor de sus muros, que buscaba darle mayor resistencia a la edificación en caso de ataque con cañones, tal como sucedió durante toma de la ciudad por los ingleses, en 1762.
Más de un siglo antes, sobre 1630, se colocaría en lo alto uno de sus baluartes: la Giraldilla. La escultura de bronce, obra de Jerónimo Martínez Pinzón, recuerda la emplazada en la torre de la Giralda en Sevilla y, según la leyenda, está inspirada en doña Isabel de Bobadilla, la paciente y devota esposa del conquistador Hernando de Soto, que esperó infructuosamente en La Habana el retorno de este desde la Florida.
Esta veleta, con figura de mujer y 110 centímetros de altura, sostiene en su mano derecha una palma de la que apenas conserva su tronco, y en su izquierda, un asta con la Cruz de Calatrava. La obra original se mantuvo en su sitio durante siglos, hasta ser arrancada de su pedestal por un ciclón, en 1926. Actualmente se conserva en el interior del castillo, mientras que su lugar es ocupado por una réplica.
El Castillo de la Real Fuerza, que integró el sistema defensivo de la Habana colonial junto a fortificaciones como las del Morro, la Punta y la Cabaña, sirvió durante años de residencia a los gobernadores de la Isla y de almacén a las riquezas americanas en su tránsito hacia España.
También fungiría como cuartel en diferentes momentos de la historia de Cuba, tanto en el período colonial como en el republicano, y fue sede, además, del Archivo y la Biblioteca Nacional. Ya después de 1959 ha acogido varias instituciones culturales y museos, y ha sido espacio para exposiciones y otras acciones artísticas.
En actualidad, La Fuerza es un museo que, junto a la Giraldilla original, cuenta su propia historia como edificación y exhibe instrumentos y herramientas antiguas, piezas arqueológicas resultado de hallazgos en tierra y también en el mar. En sintonía con ello, ofrece a los visitantes elementos referidos a la navegación en el área y a la historia de las construcciones navales en Cuba durante la colonia, con modelos de barcos como el célebre Santísima Trinidad, conocido con el sobrenombre de “El Escorial de los Mares”.
Con estos atractivos, el Castillo de la Real Fuerza es un sitio de visita obligatoria para turistas, nacionales y foráneos, con el plus, además, de formar parte de la lista del Patrimonio Mundial de la Unesco junto a todo el Centro Histórico habanero. Sus gruesos muros y torreones resguardan parte de la historia de la capital cubana y ofrecen cada día a los visitantes la oportunidad de descubrirla en primera persona.