Luego de meses cerrado al público por la pandemia de coronavirus, el Jardín Zoológico de La Habana reabrió sus puertas hace solo unos días. Lo hizo en momentos en que la ciudad avanza en su desescalada y va retomando poco a poco un grupo de actividades y servicios, gracias a la mejoría del escenario epidemiológico.
No es la primera vez que el popularmente conocido Zoológico de 26 —llamado así por la transitada avenida a la que da su entrada principal— reabre al público durante la pandemia. También lo hizo el pasado año, cuando la ciudad mostró indicadores favorables y la vida pareció encausarse hacia la normalidad.
Sin embargo, en aquella ocasión un rebrote del coronavirus obligó a un nuevo cierre del parque habanero, un peligro latente todavía, aunque el proceso de inmunización contra la COVID-19 desarrollado en los últimos meses en Cuba alienta la esperanza de que no ocurra lo mismo esta vez.
Así, con el optimismo que provoca la vacunación y el deseo contenido durante meses de restricciones y confinamientos, los habaneros han vuelto a su jardín zoológico más concurrido, el que fuera inaugurado a fines de la década de 1930 y que es desde entonces un símbolo de la capital cubana, con el célebre conjunto escultórico “La familia”, de Rita Longa, ofreciendo la bienvenida a los visitantes.
El Zoológico de 26 no es, ciertamente, el de mayor variedad de animales en la Isla, ni el de mejores condiciones para la estadía de estos en una instalación de su tipo, aspectos en los que es aventajado, sin dudas, por el más moderno y vasto Zoológico Nacional. Pero, a diferencia de aquel, resulta más accesible por hallarse dentro de la ciudad y, con sus lagos y sus áreas verdes, conserva una atmósfera familiar que muchos prefieren.
Junto a la exhibición de los animales, combina juegos infantiles y otras actividades para el disfrute de todos, y en especial de niños y jóvenes, si bien por el momento su oferta gastronómica va resultando insuficiente, un tema en el que falta mucho por hacer tras su reapertura y que ayudaría a que las familias pasen allí una mejor jornada.
La atracción principal, no obstante, son las diferentes especies con que cuenta el lugar, lo mismo de aves que de reptiles, de herbívoros que de monos y hasta de felinos. Lejos de su hábitat natural, muchos de estos animales llevan años en cautiverio, atendidos por los trabajadores del zoológico y no ajenos a las dificultades y carencias sufridas por Cuba.
Para los niños y demás visitantes son, sin embargo, la oportunidad de ver con sus propios ojos prodigios de la naturaleza. Un recordatorio, puertas adentro del zoológico, de la belleza y variedad del mundo en que vivimos, y de la importancia de cuidarlo y protegerlo.
Un zoológico que debería estar cerrado,los animales no viven en en buenas condiciones,deberían construir un parque natural.
Este, y otros zoológicos, no tienen condiciones para mantener a muchos de los animales que ahí se encuentran. Lejos de despertar el deseo de protección animal en los niños, lo que hacen es enseñarles cómo les maltratamos. El zoológico de 26 deberían convertirlo en un gran jardín que sea refugio para las aves y plantas en peligro de extinción. Los animales deben ser libres. Quienes quieran conocerles que vean un documental. Mucho más económico y ético.
Sin palabras q mala atención y nada de oferta los niños, ni tan siquiera en su semana de vacaciones después de un tiempo tan difícil q han pasado tras esta pandemia, sin oferta de nada.