Una mipyme dedicada a trabajos en altura para la construcción se está abriendo paso en La Habana. Además de ser privada, su peculiaridad radica en que está formada principalmente por mujeres que trabajan en un sector profesional muy masculinizado.
La iniciativa es una de las cerca de 10.0000 micro, pequeñas y medianas empresas que han surgido desde 2021 en la isla, un fenómeno no exento de controversia que está cambiando el panorama económico cubano tras más de cinco décadas sin sector privado.
“Somos líderes en el empoderamiento femenino como la primera empresa con una brigada de mujeres incorporadas en los trabajos de construcción en las alturas y en los cimientos”, declara a EFE María Cristina Pujalte, responsable de la empresa, nombrada como su apellido.
Confiesa que dedicarse a los servicios constructivos en Cuba ha sido “una experiencia única y conmovedora”, aún con el poco tiempo que lleva en el negocio, que arrancó en noviembre de 2021 como un proyecto de desarrollo local y hace un año se transformó en mipyme.
“Hemos incorporado a nuestra empresa y a la sociedad a mujeres que estaban en sus casas y hoy son independientes y están muy entregadas a la labor que realizan”, indica.
El proyecto cuenta actualmente con un equipo de 35 mujeres y algunos hombres “que se han sumado sin ningún tipo de complejo”, asegura Pujalte, que agrega que han trabajado en grandes edificios como el Palacio de Convenciones de La Habana.
Sus servicios abarcan desde la reparación e impermeabilización de cubiertas al sellado de tanques y cisternas, pasando por la sustitución de luminarias, la renovación de vidrios, carteles y vallas o el mantenimiento y pintura de torres y cúpulas.
“Son labores difíciles, por eso es muy importante la capacitación de nuestro personal, la constancia, y la atención”, añade.
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Burocracia y “mentes cerradas”
Sin embargo, lo más difícil para estas mujeres no ha sido encaramarse en los andamios a reparar algún techo, sino “enfrentar la burocracia y las mentes cerradas que ponen obstáculos”, comenta Pujalte a EFE.
“Los temas burocráticos han sido difíciles y a eso le sumas que todavía nos encontramos con el rechazo por ser una mujer la presidenta de la empresa. Pero no nos frenan y seguimos adelante porque, siempre que se cierra una puerta, se abren muchas más”, considera.
Esta cubana remarca que al principio “no creyeron en ellas”, pero poco a poco lograron demostrar que sí podían realizar “estos trabajos de machos”.
En su corto camino, agrega, han tenido también que sobreponerse a las “mentes cerradas”, a personas que “aún permanecen en su estado de confort” y ponen “barreras” que no solo le perjudican a las mipymes “sino a la economía del país”.
Pujalte aconseja a las mujeres que han pensado en comenzar negocios parecidos que “resulta imprescindible la empatía y el compromiso entre sus trabajadores, la supervisión de sus labores y exigir el cumplimiento de las medidas de protección en el uso del equipamiento”.
El surgimiento de las mipymes no ha sido sencillo en Cuba, donde muchos de estos emprendimientos chocan con las restricciones e ineficiencias internas y las dificultades, principalmente financieras y comerciales, derivadas de las sanciones estadounidenses.
Pese a las dificultades, han logrado aumentar la oferta de productos básicos —aunque a precios elevados— en un país sumido en una grave crisis desde hace tres años con escasez de alimentos, medicinas y combustible, apagones frecuentes y falta de perspectivas.
Además, han sido objeto de fuertes críticas por parte de distintos sectores. Desde el oficialismo se les ha acusado de espolear la fuerte inflación que sufre el país, mientras que desde posiciones opositoras se ha dicho que están en manos de la élite política y militar y no encarnan un verdadero cambio.
En la actualidad, las mipymes suponen unos 200.000 empleos en Cuba, unos 1.000 millones de dólares en importaciones al año y algo menos del 5 % de las ventas en el país. Conforman además un creciente pero no crítico porcentaje del producto interno bruto (PIB), controlado por la empresa estatal socialista.
Gran parte se dedica a la gastronomía y la venta de alimentos, pero también hay empresas manufactureras y de servicios, como la de trabajos en altura de Pujalte. Sectores considerados críticos, como las telecomunicaciones, la energía, el periodismo y la sanidad están vedados a las mipymes.
Laura Bécquer / EFE