Es algo tan natural hoy, que casi no nos damos cuenta de su crucial importancia en la vigilancia de los fenómenos meteorológicos y en su pronóstico. A diario lo observamos en los noticiarios de la TV y en los sitios web que brindan información sobre el estado del tiempo.
Desde que se iniciaron los pronósticos del tiempo como algo rutinario en las principales naciones del planeta, el estudio del tiempo atmosférico se había observado desde abajo, con instrumentos o con la observación realizada de ojos humanos entrenados. Así transcurrieron décadas y décadas. El cambio sustancial se produjo en 1960. Hace sólo unos días se cumplieron 56 años de ese acontecimiento excepcional, que vale la pena recordar hoy. El 1 de abril de ese año, los meteorólogos pudieron observar por primera vez las nubes y a la tierra, desde el espacio.
Ese día fue lanzado desde Cabo Cañaveral, en la costa oriental de La Florida, Estados Unidos, el primer satélite meteorológico de la historia, lo que inauguró una nueva dimensión para la ciencia meteorológica y la vigilancia y pronóstico del tiempo.
El primer satélite meteorológico
El satélite se llamó Tiros-1, acrónimo de Television Infrared Observation Satellite, o Satélite de Observación de Televisión Infrarroja. Era un satélite de órbita polar, lo que quiere decir que orbitaba La Tierra con cierto ángulo respecto a los polos, cruzando por aproximadamente la misma región del planeta dos veces al día. Pesaba 110 kilogramos (270 libras) y llevaba a bordo dos cámaras de televisión y dos grabadoras de video.
Las primeras imágenes mostraban de manera borrosa gruesas bandas de nubes y agrupamientos nubosos sobre el nordeste de los Estados Unidos, en imágenes de poca calidad, muy diferentes a las que se obtienen hoy día.
El Tiros-1, estuvo operacional sólo durante 78 días, pero demostró en la práctica la gran utilidad que representarían los satélites meteorológicos para los estudios, análisis y pronósticos del tiempo. No sólo envió multitud de imágenes, sino que incluyó en ellas a la primera imagen de un ciclón tropical, localizado en una zona remota del sur del océano Pacífico, a unos 1600 kilómetros al este de Australia, ciclón que no se hubiera quizás detectado, a no ser por la imagen captada por satélite el 10 de abril de 1960, unos pocos días después de su exitoso lanzamiento. Se demostró la gran utilidad de poder visualizar las nubes desde arriba.
¿Y en Cuba?
Sólo 9 años demoró esta moderna tecnología en llegar a Cuba, que también fue el primer país latinoamericano en poseer una estación terrestre receptora de satélites meteorológicos. Para esa fecha pocos países en el mundo poseían dicha tecnología. La estación receptora fue oficialmente inaugurada en el Instituto de Meteorología de Cuba (Insmet), el 23 de marzo de 1969, el Día Meteorológico Mundial
La nueva tecnología llegaba a Cuba como resultado de los programas de colaboración científica que habían sido suscritos entre la Comisión Nacional de la Academia de Ciencias de Cuba y el Servicio Hidrometeorológico de la Unión Soviética.
La estación receptora terrestre llegó al país en la segunda mitad de febrero de 1969 y de inmediato se trasladó a la Loma de Casa Blanca, sede del Instituto de Meteorología. El sistema estaba instalado en un remolque, que contenía dentro todos los módulos de la estación receptora, excepto la antena de tipo helicoidal, que se encontraba instalada en el techo del remolque.
En los primeros días de marzo fue instalado el equipamiento por un grupo de especialistas cubanos encabezados por los ingenieros Dr. Orlando Núñez y José Castellanos, que habían sido previamente preparados y entrenados en la Unión Soviética.
Tras el ensamblaje y comprobación del ajuste de los equipos, la estación captaba el día 16 de marzo las primeras imágenes directamente desde los satélites meteorológicos que orbitaban la Tierra. Se recibieron en el primer intento cuatro fotografías y con ellas se procedió a hacer un mosaico. Esas fotografías fueron recibidas entre las 10:04 a.m. y las 10:20 a.m. hora de Cuba. Estos cuadros permitieron identificar los patrones nubosos de varios sistemas meteorológicos en el área de interés para Cuba, entre ellos un extenso ciclón extratropical y un frente frío extendido hasta la costa norte de nuestro archipiélago.
Debemos recordar que en aquel entonces estaban bien distantes las técnicas digitales actuales que no usan cámaras, sino sensores. Las imágenes de aquel entonces eran verdaderas fotografías tomadas por las cámaras de TV a bordo del satélite. Se transmitían a La Tierra por un sistema de barrido lento similar a las telefotos que se usaban en la prensa de la época. Un tambor con un negativo fotográfico recibía la señal de radio, recuerdo bien que era un pitido peculiar, que se traducía ópticamente en un fino haz de luz que describía líneas de tonos claros y oscuros, impresionando el negativo fotográfico que giraba dentro del tambor. Una vez terminado este proceso, se iba a un cuarto oscuro fotográfico y se revelaba la fotografía mediante un proceso de revelado normal, tal y como se hacía con cualquiera otra fotografía.
En los primeros días de marzo fue instalado el equipamiento por un grupo de especialistas cubanos encabezados por los ingenieros Dr. Orlando Núñez y José Castellanos, que habían sido previamente preparados y entrenados en la Unión Soviética.
Tras el ensamblaje y comprobación del ajuste de los equipos, la estación captaba el día 16 de marzo las primeras imágenes directamente desde los satélites meteorológicos que orbitaban la Tierra. Se recibieron en el primer intento cuatro fotografías y con ellas se procedió a hacer un mosaico. Esas fotografías fueron recibidas entre las 10:04 a.m. y las 10:20 a.m. hora de Cuba. Estos cuadros permitieron identificar los patrones nubosos de varios sistemas meteorológicos en el área de interés para Cuba, entre ellos un extenso ciclón extratropical y un frente frío extendido hasta la costa norte de nuestro archipiélago.
Debemos recordar que en aquel entonces estaban bien distantes las técnicas digitales actuales que no usan cámaras, sino sensores. Las imágenes de aquel entonces eran verdaderas fotografías tomadas por las cámaras de TV a bordo del satélite. Se transmitían a La Tierra por un sistema de barrido lento similar a las telefotos que se usaban en la prensa de la época. Un tambor con un negativo fotográfico recibía la señal de radio, recuerdo bien que era un pitido peculiar, que se traducía ópticamente en un fino haz de luz que describía líneas de tonos claros y oscuros, impresionando el negativo fotográfico que giraba dentro del tambor. Una vez terminado este proceso, se iba a un cuarto oscuro fotográfico y se revelaba la fotografía mediante un proceso de revelado normal, tal y como se hacía con cualquiera otra fotografía.
La estación receptora recibía imágenes de satélites meteorológicos norteamericanos y soviéticos. Las primeras imágenes procedían generalmente de tres satélites: uno situado a 1 400 kilómetros de altura, y otros dos a 35 000 kilómetros, sobre los océanos Atlántico y Pacífico. Sus cámaras de TV eran sensibles sólo al espectro visible, por lo que no se podían entonces recibir imágenes de noche.
Las imágenes cubrían un área geográfica que abarcaba, de norte a sur, desde la Península del Labrador, en Canadá, hasta la zona centro-occidental de América del Sur; y de oeste a este, desde la costa del océano Pacífico peruano hasta las Islas Azores y Cabo Verde, en el Atlántico lejano. Ello nos permitía una perfecta vigilancia de los ciclones tropicales del Atlántico.
La meteorología cubana alcanzaba los beneficios de las imágenes que nos llegaban desde el espacio en muy poco tiempo. Tan sólo cinco meses después de instalada, la estación desempeñaba un importante papel en el seguimiento y pronóstico del huracán Camille, que cruzó sobre el extremo occidental de Pinar del Río el 15 de agosto de 1969. Camille ocasionó daños moderados a su paso por Cuba, pero alcanzó la categoría 5 antes de penetrar en los Estados Unidos cerca de Pass Christian, Mississippi, donde produjo un gran número de víctimas y enormes estragos.
Tanto el Tiros-1 y los satélites meteorológicos que le siguieron, como la posibilidad de contar en Cuba con una estación terrestre receptora de esos satélites, abrieron así el camino hacia adelante, observando las nubes desde arriba, desde fuera de la atmósfera. Estas imágenes, ahora digitales y muy mejoradas, son las que vemos en el Informe del Tiempo en la TV cada noche. Lo que hoy nos parece muy natural, por cotidiano, tiene importancia extrema para que los meteorólogos de cualquier lugar del mundo puedan hacer los mejores análisis y pronósticos del tiempo.
Mis respetos para el Dr. Rubiera, da gusto leer sus artículos.