No hay que dudarlo, Perico es a principios del siglo anterior uno de los personajes populares más simpático y trascendente de la ciudad de Santa Clara, en el centro del país. Él, al igual que el cervecero Pancho del holguinero Mirador de Mayabe, logra que los pobladores lo solicitan y mimen para darle vida a una historia repleta de sorpresas, actos bohemios, temeridades y curiosidades no olvidada aún por los octogenarios.
La sublevación de Perico
Según los estudiosos, el burro, nacido en 1914, en Cerro Calvo, una colina situada no lejos de la carretera a Manicaragua, en la actual provincia de Villa Clara, tiene como primer dueño a un tal Bienvenido Pérez (Lea), quien al principio no se da cuenta del campeón que tiene en su corral. Tal vez por esta razón, un día le presta el animal a su primo Eusebio y, sin proponérselo, le provoca una gran contrariedad al buenazo de Perico, que odia desde el primer día el carrito de helados que empieza a arrastrar en las zonas periféricas de Santa Clara.
El asno, al parecer, melancólico, escapa con mucha frecuencia hacia Cerro Calvo, y un mal día, cuando su nuevo amo está en plena faena en una estación de trenes, logra partir las riendas que lo sujetan y, tras dejar el carretón en pésimo estado, se lanza a toda carrera hacia la casa de Lea para huir de un fuerte aguacero. Dicen las viejas comadres que cuando llega a su hogar da una verdadera sinfonía de rebuznos y es posible que también moviera su larga cola terminada en un mechón de cerdas, en franca competencia con el perro más faldero.
La Ferretería Ambulante
Por supuesto, Eusebio, muy molesto, devuelve el jumento a su dueño, y no mucho más tarde Perico pasa a tirar de un desvencijado carricoche al que todos llaman La Ferretería Ambulante. Este nuevo trabajo le permite conectarse con los chiquillos, con los que es siempre muy amistoso, y establecer una buena amistad con Findingo, un santaclareño vestido de forma extravagante, que, además, tiene su pecho cubierto con las medallas y baratijas que encuentra en los basureros o manos piadosas le regalan. El sujeto, una celebridad en el centro de la Isla durante varios años, cuando ve al burro se para a su lado y recita de manera invariable: “Que te paxa Maripoxa, que sobre todas las coxas te poxas”. ¡Nunca se supo por qué!
El mismo carricoche se dedica, a continuación, a la recolección de barriles de manteca, y por último, a la recogida de botellas en casi todas las bodegas de la villa, una actividad muy lucrativa que le permite a la familia Lea vivir con desahogo durante más de tres lustros y, al final, comprar un flamante camión que acaba de redondear sus números. Entonces, el laborioso Perico es exonerado de toda responsabilidad por su jefe, quien, en pago a sus afanes en el manejo de la botellería, le asigna una suculenta ración diaria de maíz… ¡nada mal!
Las caminatas de Perico
Ramón Ger Pérez, autor de varias crónicas reunidas con el título de Personajes de mi pueblo narra que el cuadrúpedo, curiosamente inteligente, se las arregla muy pronto para encontrar vías de sustento adicionales, y de paso, estampar una campechana imagen en el folclore de su tierra. En cuanto lo jubilan en el trabajo de los envases vacíos,comienza a recorrer, por hábito, las rústicas calles santaclareñas con un andar lento y distraído que, al principio, provoca reticencias y agresiones de parte de algunos habitantes faltos de mística que lo consideran un peligro y una molestia.
No obstante, Perico no se amilana con facilidad. Durante sus paseos por los barrios de La Pastora, El Carmen, Buen Viaje y otros muchos recibe caramelos y otras golosinas de los niños, las cuales saborea satisfecho. Acto seguido, con uno de sus cascos delanteros empieza a toca las puertas de algunas casas, donde antes,y de forma espontánea, le habían brindado pan. ¡Y allí mismo se hace noticia! Las personas no demoran en ofrecerle varios alimentos, no como un acto de limosna, sino en agradecimiento por un aviso y una visita tan caballerosa y sensacional.
Su recorrido diario sigue, por lo general, la misma ruta y tiene poco movimiento en el tiempo. Prioriza aquellas vías donde hay establecimientos con latones llenos de desperdicios comestibles, sin embargo, si alguien lo solicita con otro manjar enseguida acepta la invitación y jamás olvida al nuevo compinche.
Durante estos paseos, inauditos para muchos, jamás toma una gota de agua en las cristalinas fuentes de Santa Clara, pues solo prueba el líquido vital de manos de Victoria, la esposa de Lea, cuando esta se lo sirve al atardecer, tras concluir sus andanzas gitanas. Ella le impone un requisito: que rebuzne primero y ponga en alerta a todos los guajiros de la zona, quienes se mueren de risa.
En la época final de su gloria, Perico tiene como competidoras fuertes a “Mal tiempo y Barbarita”, estampas ruinosas de la calle, y hazmerreír de todo el vecindario. La primera es una anciana bajita,poco aseada, flaca, de tez morena y los cabellos enmarañados, que recorre las avenidas y plazas ayudada solo por un palo recogido del monte; y la segunda es su hija, víctima de una enfermedad mental. Lo malo es que después de regalarle dulces al asno, la turba de mataperros las rodea y le gritan a la mayor: “Mal Tiempo… Barbarita tiene noviooo!”. ¡En mala hora! Al instante, la ofendida mujer agarra una piedra, una botella u otro objeto y lo lanza contra los revoltosos.
Perico: ciudadano de la República
En un folleto dado a conocer en 1950 por la biblioteca provincial de Villa Clara un cronista anónimo cuenta con locuacidad:
“Cierta vez Perico tuvo un altercado con un novato agente del orden que estrenaba su azulado uniforme en la posta de Parque y Marta Abreu. El orejudo venía en dirección al baldío por esta calle, a fin de dirigirse al Liceo (hoy Casa de la Cultura); pero ese día el nuevo vigilante, desconociendo que Perico no era un ser ordinario, hizo todo lo posible para desviar su rumbo, sin ningún éxito, pues el supuesto infractor le jugaba cabeza.
“El incidente se fue convirtiendo en un espectáculo. La gente comenzó a aglomerarse para presenciar las peripecias y las ineptitudes del custodio, hasta que este, presionado por su vanidad autoritaria, le propinó dos fuertes golpes en el lomo con el propósito de que entrara en razones. Ello puso de mal humor al público.
“Un sargento de la Policía que se encontraba entre los espectadores amonestó públicamente al subordinado y le aclaró que Perico ‘tenía los mismos derechos de los demás ciudadano de la República’. Este, amoscado, y aún sin explicarse el suceso en su real magnitud, se excusó ante los caminantes y prometió tratar a nuestro protagonista con más respeto.
Aunque esto no termina todavía: desde ese día cuando el burro llegaba a la barbería de Marta Abreu, detenía su paso y levantaba la vista para observar al gendarme de la posta del Parque. Y si veía al del altercado, daba marcha atrás y tomaba otra ruta”.
Perico y su activismo político
A Perico no le faltan las polémicas y los escándalos a pesar de presidir los desfiles de inauguración de los carnavales santaclareños, junto a las comparsas más guaracheras. Algunos murmuradores indican, con mala onda, que Lea y sus hijos, después de haberse enriquecido a costa de su trabajo y de haberlo explotado de lo lindo, lo condenan luego a la más insultante indigencia y no faltan tampoco los politicastros de turno que tratan de usar su imagen para alcanzar beneficios en las campañas electorales.
Perico es, asimismo, punta de lanza de varias de las manifestaciones estudiantiles que se llevan a cabo durante el primer mandato de Fulgencio Batista en los inicios de los años cuarenta. En una ocasión, incluso, los muchachos lo sacan a la calle exhibiendo carteles que decían: “Abajo Batista” y “Abajo el director”, para denunciar al mandamás del Instituto de Segunda Enseñanza que permite a algunos alumnos corruptos recoger dinero escolar con fines espurios.
Enrique Núñez Rodríguez, recordado por su columna costumbrista en Juventud Rebelde, refiere en uno de sus trabajos hecho público en los años noventa:
“Es sabido que Perico llegó a estar preso. Este ícono de Santa Cara, querido y pintoresco como pocos, un día cometió el error de invadir los jardines del parque Leoncio Vidal a fin de comerse su apetitoso césped. Y, para su desgracia, el Alcalde, asomado a una de las ventanas del Palacio de Gobierno, lo vio en persona y lo mandó a prender.
“El estudiantado, al enterarse de la noticia, se lanzó a la calle en unión del pueblo y la máxima autoridad municipal, temeroso por su próxima reelección, accedió a ponerlo pronto en libertad”.
Por su parte, la periodista Minoska Cadalso Navarro, de la web de Radio Rebelde, asegura en un trabajo de 2010 que en una oportunidad Perico hace una propaganda comercial y toma tanta cerveza que sale algo ebrio a la calle, donde es atropellado, sin grandes daños para su anatomía, por un antiguo auto. Sea o no verídico este relato lo cierto es que en lo adelante será mucho más precavido al explorar las rúas más céntricas en las cuales es la mascota preferida de todos.
El atracón de boniato
El 26 de febrero de 1947 Lea se encuentra a Perico cerca del café Villa Clara, cabizbajo y afiebrado y, tras llevarlo a su vivienda, se entera, al día siguiente, que este imán de los fiñes del barrio ha muerto como consecuencia de su avanzada edad y de un atracón de boniato.
Al divulgarse la noticia, miles de niños, estudiantes y obreros desfilan ante su cadáver con flores en las manos y, tras algunos debates, se acuerda enterrarlo en el patio de la botellería donde había dormido toda su vida, en la actual calle de San Cristóbal.Santa Clara pierde, así, a una de sus figuras más representativas y una fuente de inspiración para los artistas que le han dedicado canciones, poemas, leyendas y hasta una escultura metálica, obra de Arnaldo Artiles, situada en una de las avenidas que conduce al estadio Augusto César Sandino de Santa Clara.
Su sepelio, con una amplia resonancia en la prensa y la radio, es despedido por el senador de la República, Elio Fileno de Cárdenas y, dicen los gacetilleros, que hasta The New York Times habla del luctuoso suceso.
Por cierto, los veteranos de la otrora provincia de Las Villas le atribuyen al propio Fileno de Cárdenas la ocurrencia de concederle el título de pilongo a Perico, singular gentilicio que nombra a los santaclareños bautizados en la pila de la Iglesia de Nuestra Señora del Carmen, la más antigua de la urbe.
Las historias de Perico, rival del burro que acompaña a Sancho y del Platero salido de la imaginación de Juan Ramón Jiménez, han pasado de abuelos a padres y de estos a sus hijos. Por fortuna, la fantasía del excéntrico burro no ha claudicado aún ante una modernidad enemiga de la nostalgia y de los calendarios más ilustres.