Acaba de concluir marzo, mes en que se festeja el Día de la Mujer. Este año con una connotación especial: el 8 de marzo unos 54 países participaron del Paro Internacional de Mujeres contra la violencia de género.
Sus organizadores propusieron un gran movimiento que llamara a todos a pensar en las desigualdades que aún padecemos, así como visibilizar aristas del problema que no siempre son tomadas en cuenta. “El Paro Internacional de Mujeres (PIM) es un movimiento de base formado por mujeres de diferentes partes del mundo… [Es una] respuesta a la violencia social, legal, política, económica, moral y verbal que experimentan las mujeres contemporáneas en diversas latitudes”, ha explicado una de sus organizadoras.
En pleno siglo XXI vivimos en un mundo donde una de cada tres mujeres sufre violencia física o sexual, casi siempre a manos de su pareja o ex pareja. Según datos de la Organización Mundial de la Salud, el maltrato a la mujer es el fenómeno social que más vidas de mujeres cobra por año en todas partes del mundo. Se trata de la principal causa de muerte en mujeres de entre 15 y 44 años, y se estima que, en el mundo, siete de cada diez sufren o sufrirán algún tipo de violencia en algún momento de su vida.
Este es el extremo de un asunto que transita por una gama enorme de problemáticas, algunas más visibles, otras más sutiles: solo 67 países del mundo cuentan con leyes contra la discriminación de género en sus políticas de contratación. En Estados Unidos, por ejemplo, la mujer recibe 75 centavos por cada dólar ganado por un hombre que haga el mismo trabajo.
La discriminación de la mujer, la violencia de género, el esquema patriarcal de la sociedad, el machismo, no son propios del mundo subdesarrollado o de un determinado sistema político-social: esos males están presentes en todas las sociedades, hasta en las que más se ha avanzado.
Y no solo se trata ya de la conquista de los derechos básicos y de una existencia plena. La desigualdad y el machismo continúan manifestándose de muchas maneras, reproduciéndose desde los más disímiles mensajes.
La mujer como objeto sexual, el estándar cada vez más estrecho de belleza como sinónimo de éxito y de aceptación, el papel de la mujer como eje de la familia, la mujer cuidadora, la mujer víctima, la mujer doméstica, la mujer dependiente, son estereotipos constantemente reproducidos por muchos medios de comunicación y la publicidad, asumidos acríticamente, aceptados y vueltos a reproducir.
Ser críticos ante lo que nos huela a discriminación, replantearnos los esquemas, los modelos, ser valientes para cuestionar y rehacer, desde la feminidad y desde la masculinidad, desde el individuo, la familia y la sociedad, pensar qué tipo de ser humano estamos educando, es una lucha de todos.
En OnCuba paramos también este 8 de marzo. Porque, a pesar de lo alcanzado, a las mujeres cubanas nos resta mucho por conquistar. Si queremos un mundo con igualdad de derechos, hay que hacer algo todos los días para lograrlo.