Vestido con su uniforme verde olivo, sentado de manera informal, ladeado, casi irreverente, un todavía joven Fidel Castro mira hacia la cámara en pose reflexiva. No sonríe. No usa gorra. No habla. Lleva un vistoso reloj en su muñeca izquierda, mientras los dedos de esa propia mano acarician levemente sus labios, su barba despeinada.
Este no es ya el Fidel de la Sierra sino el de la Revolución en el poder. Un Fidel calmado y a la vez desafiante, seguro y a la vez iconoclasta. Nada que ver con un político de etiqueta ni tampoco con el líder animoso y locuaz que siempre fue. Un Fidel singular y al mismo tiempo paradigmático, resucitado ahora tras su muerte, en la clásica foto tomada en 1971 por el maestro Yousuf Karsh. Este es el Fidel de la más reciente portada de Time.
Durante su vida, Fidel Castro apareció nueve veces en la tapa del semanario estadounidense que comenzó a publicarse en 1923 y que hoy tiene alcance global.
Por décima vez ha ocurrido en la más reciente edición y es porque Fidel ha fallecido en La Habana, a los 90 años.
El líder cubano marcó una época, más allá del ángulo desde el que se le valore y, como cazadora de noticias, Time lo mantuvo por años en su colimador.
Es célebre su portada del 26 de enero de 1959. Una imagen del comandante victorioso sobre las montañas, entre la bandera cubana y la del movimiento 26 de julio, lo presenta ante los lectores norteamericanos, durante una breve “luna de miel” con la prensa de ese país.
El texto de interior titulado “El visionario vengativo”, lo describe como impulsivo e inmaduro, como “un romántico fascinante, que puede hablar espontáneamente durante cinco horas” y que “odia los escritorios… detrás de los cuales puede tener que sentarse para dirigir Cuba”.
Tampoco será afectuoso el tono de próximos retratos. El 8 de octubre de 1965, por ejemplo, Fidel vuelve a la portada. Es un Fidel hirsuto, de mano levantada en gesto discutidor, en plena ofensiva verbal. Por detrás, cañas y alambradas le sirven de escenografía. El retrato, obviamente, no pretende ser amable. Tampoco el cintillo que remata la portada: “Cuba, la Revolución en decadencia.” No son necesarias más aclaraciones ni supuestos.
En junio de 1969, el líder cubano aparece nuevamente en Time, pero ahora en un retrato coral. Acompaña a otros dirigentes socialistas como el soviético Leonid Brezhnev y el chino Mao Tse-Tung. La asociación, en torno a una estrella roja en pedazos, da clara cuenta del lugar que le asigna la publicación a Fidel en la geopolítica internacional. La posición de la revista, nuevamente explicitada en un cintillo, evidencia el tono beligerante de la guerra fría: “Cumbre comunista: tratando de recoger las piezas”.
Esta imagen había tenido un antecedente en octubre de 1960, cuando la publicación lo dibuja a la vera del bloque socialista frente a la sede de la ONU. El entonces primer ministro cubano es apenas un acompañante, un todavía insignificante admirador que marcha junto a un prepotente Jrushchov. La evolución ilustrada en la portada de Time nueve años después evidencia cuánto ha cambiado el panorama, cuánto ha crecido a sus ojos el papel del líder caribeño.
Luego de más tres décadas al frente de la Isla, en las que alcanzó notable protagonismo internacional y en las que —paradójicamente— solo estuvo en portada una vez en 1979, por una vaticinada tormenta sobre Cuba, los sí tormentosos años noventa devolvieron la figura de Fidel a la revista estadounidense.
Los rigores del llamado Período Especial, que en opinión de muchos conducirían inevitablemente al fin de la Revolución Cubana, lo colocan en portada con visible preocupación. La barba canosa, la piel curtida, la mirada ajena a su altivez característica. Una línea divide el rostro de Fidel, coloreando de rojo la mitad izquierda. Este es el retrato del 6 de diciembre de 1993, que proclama como titular: “La Cuba de Castro: el final del sueño”. Pero la Revolución en Cuba no cayó.
Un año después, en medio de la llamada crisis de los balseros, Time retoma al Fidel desafiante. El dedo índice de la mano derecha levantado; la boca abierta en plena frase; el rostro, aunque mayor, no derrotado. De fondo, una balsa llena de personas sin rostro en un mar embravecido. “¿Listos para hablar?” —pregunta la revista, como si fuese el mismo Comandante encarando al gobierno de los Estados Unidos.
Pocos meses después, en 1995 retorna un Fidel Castro más ecuánime. De lado, con una mirada tranquilizadora, este Fidel es el mismo y es otro, acorde a las circunstancias que atraviesa el país. “León en invierno”, así lo describe la revista, evocando el célebre filme británico protagonizado por Peter O’Toole basada en la pieza teatral del mismo nombre.
El símil es claro: Fidel es, para Time, como aquel Enrique II en Inglaterra, en medio de las tribulaciones de su reino. El titular de portada anuncia una entrevista exclusiva en la que “Fidel defiende sus compromisos”, en medio de la crisis económica y la apertura de Cuba a los negocios.
Hacia finales de la década, otro suceso histórico sitúa nuevamente a Fidel al frente de Time. Tiene esta vez la compañía del Papa Juan Pablo II, que acaba de realizar en 1998 su visita a la Isla. “Dos gigantes de este siglo ponen sus creencias a prueba”, señala la publicación. Pero mientras el Sumo Pontífice se muestra compungido, rezando, el líder cubano aparece altivo, con su verde olivo característico, con La Habana y toda Cuba a sus espaldas.
“Ambos son gobernantes absolutos de sus reinos —revela el artículo de fondo—. Ambos son tradicionalistas y conservadores dentro de sus creencias, permaneciendo firmes contra el pensamiento revisionista desde dentro. Cada uno es carismático y encantador, más grande que la vida, con el poder arraigado en su persona. Cada uno juega un papel dominante en el escenario mundial, imponiendo su sistema de creencia a millones a través de un intelecto brillante y pura fuerza de voluntad. Ambos son expertos políticos, hábiles en adaptar sus mensajes al momento, pero cada uno siempre tiene su ojo en el juicio final de la historia.”
Casi veinte años han transcurrido desde entonces. El mundo ha cambiado desde entonces, pero Fidel sigue siendo noticia. Esta vez el Time incluye un texto titulado “¿Cómo Castro será la primera prueba de política exterior de Trump?”
La muerte de Fidel Castro es ahora el suceso que lo ha devuelto a las portadas, a la de Time y a la de muchos otros medios internacionales. Se abren nuevas interrogantes, mayúsculas y trascendentes: ¿podrá volver a captar titulares?, ¿cuál Fidel sería, si lo es, el retomado? El tiempo, indetenible y sensato, lo dirá.
I do not speak Spanish and I labored through parts of the article to get the drift of the contents. Fidel was an icon together with Che of the most enduring Socialist Revolution of the last century. It is my unqualifies hope that the legacy of the Cuban Revolution will endure and serve as beacon to other oppressed peoples of the world in persevering to establish a more humane social order in their respective countries.